Image: Las máscaras de Bergman

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Teatro

Las máscaras de Bergman

Jordi Mesalles estrena mañana la inédita Después del ensayo en el Lliure

27 febrero, 2002 01:00

Los actores Lluís Marco y Cristina Brondó durante un ensayo

Llega al Espai del nuevo Lliure de Barcelona un texto prácticamente desconocido de Ingmar Bergman. Después del ensayo (Després de l’assaig) es una pieza de pequeño formato que condensa todas las preocupaciones vitales del cineasta sueco. Bergman descubre la trastienda del teatro, quita máscaras a la profesión y lleva el mito de Pigmalión al mundo actoral. El director Jordi Mesalles, junto a los actores Cristina Brondó, Motse Guallar y Lluís Marco afronta esta producción del Lliure que subraya la faceta teatral de un cineasta que amaba profundamente la escena.

"Del teatro tendrán que sacarme con los pies por delante". Detrás de esta declaración de amor de Ingmar Bergman a las artes escénicas se esconde una faceta del artista que ha pasado desapercibida fuera de su país durante casi medio siglo. Para el director de El séptimo sello, Persona o Fanny y Alexander, el teatro ha sido siempre "la mujer fiel" y el cine "la querida costosa". No fue en un plató de rodaje sino sobre un escenario donde Bergman aprendió el oficio de director y donde consiguió sus primeros éxitos, al comienzo, como autor del texto dramático La muerte de Gaspar (1942), y dos años más tarde al convertirse en el director teatral más joven de Suecia.

El más revolucionario
Su mirada moderna sobre la obra de sus grandes maestros, Ibsen y Strindberg, le convirtió en un respetado e innovador director escénico. Su montaje de Hedda Gabler (1964) de Ibsen ha pasado a la historia como el montaje más revolucionario del siglo XX en Suecia.

Sin embargo, la escritura teatral fue un campo en el que no se prodigó demasiado. Tan sólo escribió obras para la televisión que luego acabaron convirtiéndose en obras de teatro, como El Rito (1969), Cara a cara (1976), Después del ensayo (1983) o Escenas de un matrimonio (1973) -que Magöi Mira y José Luis Pellicena protagonizaron hace dos temporadas-.

Después del ensayo es una obra inédita en castellano y una pequeña joya dramática. Su recuperación por parte del Teatre Lliure y del director Jordi Mesalles devuelve a Bergman a su merecido lugar en la escena. Además es "un auténtico compendio del universo de Bergman, una pieza desconocida que condensa sus preocupaciones vitales y artísticas ", explica Mesalles.

El director catalán -profesor desde hace veinte años del Institut del Teatre de Barcelona y que ha llevado a escena más de treinta montajes, entre ellos American Buffalo de Mamet y Fin de partida de Beckett- llevaba dos años buscando un productor para esta obra que él creía que debía ser rescatada. "Bergman la escribió para saldar cuentas con su pasado, es una condensación minimalista de sus fantasmas. Además su formato televisivo facilita la versión teatral". Bergman escribió este testamento vital a los 63 años, cuando había anunciado que se iba a retirar del cine y del teatro. En 1983 el director escribió en su diario: "Quiero dejarlo, quiero tener paz. Ya no puedo más ni física ni psíquicamente".

Mesalles asegura que "en ese momento escribió Después del ensayo, no sólo como un legado personal, sino como una clase magistral de teatro dedicada a los jóvenes actores. Esta es una pieza de gran dificultad interpretativa que exige un alto nivel por parte de los actores".

La figura paterna
El mismo Bergman lo confesó en su libro Imágenes (Tusquets, 1992), cuando aseguró que "hay jóvenes actores a los que yo, un poco despistadamente, considero mis hijos. Ocurre que ellos me adoptan y les parece bien tenerme como figura paterna. A mí me ha gustado ese papel".

Toda la producción de Bergman es íntimamente autobiográfica, una suerte de monólogo para muchas voces que tan pronto se oculta tras la máscara cinematográfica como de la dramática.Y Después del ensayo no es una excepción. En ella Anna, una joven actriz -interpretada por Cristina Brondó- intenta seducir a su maduro director, Henrik Vogler -Lluís Marco- después de una dura jornada en la que ensayan El sueño de Strindberg. La aparición del fantasma la madre de la joven -Montse Guallar-, una gran actriz que murió alcoholizada y que mantuvo una relación amorosa con Vogler, evita que el director se enamore de la que supuestamente es su propia hija.

El arte como redención
Con Después del ensayo Bergman abandona el juego de ajedrez de El séptimo sello para situar la partida vital en un escenario donde los peones son artistas. Primera jugada del director: "el arte como redención". La metáfora de la vida como un teatro, en la que Dios es un cruel director y los seres humanos marionetas, ha presidido casi toda su obra. A pesar de eso, para Bergman el arte es -superados ya sus dilemas religiosos- "la única forma de salvarse", confirma Mesalles. Al igual que en sus obras cinematográficas Persona (1966), La hora del lobo (1968), La vergöenza (1968) y Pasión (199), en Después del ensayo retoma la figura del artista, un artista que aparece unas veces consagrado, otras marginado, pero siempre afligido y atormentado. En este caso el creador es el maduro Vogler, que tiene muchas similitudes con el propio Bergman (que dirigió El sueño en los años 70 y 80). Mesalles ve en este personaje "el resultado de ese inventario melancólico que el director hace sobre su vida. Aquí se exhibe impúdicamente, muestra sus deseos sexuales, sus metas laborales, su egoísmo... Pero al final, Vogler se salva "al renunciar a Anna y al reconducir todas sus debilidades hacia el arte".

El mito de Pigmalión que tanto fascinó al sueco también se adivina en la relación que mantienen el director y Anna, teñida además de un tono incestuoso. En esta obra sus personajes femeninos tampoco se libran de esa mirada misógina que heredó su discípulo Woody Allen. "Es un matiz misógino -dice Mesalles- con el que Bergman dibuja a todas sus heroínas, pero que él mismo salva al mostrarlas en evolución y en una constante lucha interior".

Quitar máscaras
Después del ensayo también revela lo que el ojo espectante no ve cuando cae el telón, cuando el artista se quita el maquillaje en la soledad de su camerino. En ella Bergman pone en práctica la mejor enseñanza de su maestro Strindberg: el arte de desenmascarar. La vida es, para el director sueco, una gran mascarada cósmica que él intenta descubrir. Bergman se quita la careta, pero no sólo la suya sino la de una profesión que nos muestra tras las bambalinas. La actriz Cristina Brondó explica el juego que mantienen los personajes en escena: "Ellos confunden su papel con la vida real, no saben dónde está el límite entre realidad-irrealidad. Quieren mantener su grandeza como actores en su vida, ocultando sus miserias. Para un actor esto supone un reto porque te obliga a tener muy claros esos límites".

A pesar del drama en el que están inmersos sus tres protagonistas, Después del ensayo es, como define Mesalles, "un comedia de situación mordaz que huye del tremendismo y que acercará el mundo de Bergman a un público amplio que huye de los musicales americanos".

Ingmar Bergman ( Upsala, 1918) debutó en el cine con Crisis (1946), el mismo año en el que le nombraron director del
teatro de Gotemburgo. De su extensa carrera cinematográfica destacan títulos como Sonrisas de una noche de verano (1955), El sétimo sello (1957), Persona (1966), Gritos y susurros (1973), y Fanny y Alexander (1986). Durante las décadas de los 70 y 80 compaginó su carrera en el cine con su trabajo al frente del Real
Teatro Dramático de Estocolmo.