Image: Viaje al interior

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Teatro

Viaje al interior

22 mayo, 2002 02:00

Alberto Jiménez busca nuevas formas de expresión

Para su ópera prima el actor Alberto Jiménez -habitual de la compañía La Abadía- escribe, dirige y protagoniza un monólogo atípico que busca la verdad en la escena eliminando las técnicas tradicionales de representación. Este montaje se estrenael 23 de mayo en El Canto de la Cabra.

Alberto Jiménez es actor curtido en las tablas de La Abadía durante diez años, donde participó en montajes como Baraja del rey Don Pedro, Santiago de Cuba y cierra España, o Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte. Su salto al cine llegó de la mano de Pablo Llorca (La espalda de Dios), y Achero Mañas (El Bola). La fuga de Mignona, Sólo mía de Balaguer, Reflejos de ángel Vivas y El viaje de Carol de Uribe, son sus últimos trabajos bajo las órdenes de un director. Por lo tanto nada parece casual en la sólida trayectoria de Jiménez, ni es de extrañar que un actor ya curtido en las tablas decida tomar las riendas de su propia interpretación.

Como buena ópera prima que es, Nada es casual es un compendio de las inquietudes artísticas de Jiménez, una obra-tesis en la que la forma está absolutamente determinada por la idea que rige la obra: "Quiero alejarme de lo tradicional y aprovechar la cercanía con el público de una sala pequeña para mostrar experiencias reales y huir de las técnicas teatrales. Creo que la televisión ya nos ofrece dosis suficientes de farsa", afirma el director. Atrás queda la ficción. En escena el actor se esfuma ante la presencia del "actuante" que no finge, sino que vive realmente cada una de las acciones. Con la colaboración de Roberto Cerdá y de Juan Llorente -actor habitual de Rodrigo García-, Alberto Jiménez ha escrito los textos que él mismo dirige e interpreta. "En ellos vuelco mis experiencias, mis zonas oscuras, desde el miedo a expresarme como actor, a salir al escenario, o las dudas sobre mis capacidades, hasta un encuentro nada casual que tuve con Kissinger".

El espacio de la conciencia
El humor relaja este discurso cuya sinceridad está apuntalada por un escenario desnudo, en el que el director juega con los espacios del camerino -"que es nuestra conciencia, donde nos mostramos como somos"- y el escenario - "la vida exterior, donde nos mostramos a los demás"-. El único lujo escenográfico que su director se permite son los zapatos que se esparcen por la escena, todos de artistas y amigos -desde las deportivas de Achero Mañas hasta el calzado de Juan Carlos Corazza- y que son metáfora de "este viaje vital" que realiza Jiménez ante el público.

Las reflexiones de "un sujeto actuado por Antonio Jiménez" - como el autor define su propio personaje- se intercalan en este montaje con la presencia de música en directo. Sonidos árabes, de darbukas -tambores típicos de Marruecos- y danzas chamánicas acuden a salvar de su propio viaje interior a este actuante, poniendo así orden en un discurso en el que la improvisación deja abierto el discurrir del montaje en cada actuación.