Teatro

Pero ¿quién mató al teatro?

19 junio, 2002 02:00
Autor y director: Joaquín Oristrell. Intérpretes: Compañía Nuevo Repertorio. Mirador. Madrid

Tranquilos: nadie ha matado al teatro. Al teatro siempre le amenazó o trató de utilizarlo el poder, porque lleva dentro el peligroso virus de la libertad. En este sentido Pero ¿quién mató al teatro? es de una lucidez inquietante: el principal peligro está dentro del propio teatro. Pero no teman; todavía tan antiguo arte no ha perecido. Basta acercarse al Centro de Nuevos Creadores y contemplar el entusiasmo de un público joven y cómplice; y a una compañía también joven que gira y gira en torno a un texto rejuvenecedor.

Este texto, irreverente con otros textos canónicos, como un ejercicio de alumnos aventajados, encierra la negación de lo que proclama. Es decir, el teatro vive. Su certificado de defunción se refiere a ciertas formas teatrales que expresan o encubren ciertas formas de pensamiento y de sociedad. Lo cual, a su vez, supone ya una actitud renovadora o, cuando menos, insumisa. La crítica, con todo, que hace Joaquín Oristrell a lo que, genéricamente, pudiéramos llamar sistema, es moderada y amable. Y la negación de autores, directores, críticos y actores supone, de por sí, la aceptación más o menos complaciente de los mismos. Algo idéntico pasa con sus ironías sobre la actitud del público y su capacidad intelectual para asumir los retos de un teatro a contracorriente. O sobre las instituciones y la marcha de la sociedad y los mecanismos mercantilistas en que se apoya. El júbilo y el gozo que produce Pero ¿quién mató al teatro? destierra todo signo funeral; la carcajada se sobrepone al luto. Y se cumple la vieja máxima de que mientras alguien actúe y alguien contemple existirá el teatro.