Image: El testamento de Nieva

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Teatro

El testamento de Nieva

El CDN estrena Manuscrito encontrado en Zaragoza

3 julio, 2002 02:00

Ángeles Martín, Juan Ribó y Beatriz Bergamín, en una escena de la obra. Foto: Chicho

Francisco Nieva vuelve al Centro Dramático Nacional con Manuscrito encontrado en Zaragoza, en la que muestra su faceta trinitaria de autor, director y escenógrafo. Para éste que anuncia como su último ritual, y que estrena el 5 de julio en La Latina de Madrid, se ha rodeado de una docena de oficiantes liderados por Juan Ribó.

AIgual que Borges escribió Historia universal de la infamia, Roger Caillois quiso un día reunir en un libro algo así como un florilegio de narraciones que fuese un museo del espanto universal. Cuenta que entre los relatos que manejó para su propósito de antólogo halló uno de Jan Potocki, Historia del comendador Toralva que, según confiesa el propio Caillois, "era un plagio desvergonzado de un relato de Whashington Irving titulado El gran prior de Menorca". No tardó en descubrir Caillois que la realidad era exactamente lo contrario: el plagiario era Whashington Irving. Su cuento había aparecido en 1855, cuarenta años después de la muerte de Potocki. Este relato formaba parte del Manuscrito encontrado en Zaragoza cuyo autor se suicidó disparándose una bala primorosamente modelada por él mismo, según la leyenda, tras fundir la tapa de una tetera de plata. Respecto a lo del plagio, no parece que fuera intencional, sino que Irving lo presentó como artificio literario.

Peripecias de un autor
La muerte por una bala de plata encaja perfectamente en la sorprendente personalidad de Jan Potocki y la enrevesada peripecia del prior de Menorca y del comendador Toralva forman parte de la laberíntica historia de este libro en el que se basa la, por el momento, última salida teatral de Francisco Nieva.

Manuscrito encontrado en Zaragoza es una obra monumental dividida en una advertencia, 66 jornadas y un epílogo. Es un texto que, independientemente de su caudaloso torrente temátic, pareciera tener vida propia; las fuentes de las distintas ediciones se entrecruzan y el auténtico original de Potocki permanece, en lo referido a su totalidad, inédito. Las publicaciones que han ido llegando a los lectores unas son fragmentarias y las que alcanzan el completo lo hacen por la adulación de ediciones parciales. Se trata de un libro extraño, fascinante y tan ingente que desborda toda previsión y cálculo. No es de extrañar que sedujera a Francisco Nieva y que éste haya querido hacer de él una especie de testamento dramático, pues el autor manchego anuncia que ésta será su última comparecencia en el tinglado de la vieja farsa. Puede que sí o puede que no; determinaciones tan sólidas y cervantinas como el retiro de Don Quijote se saldaron siempre con nuevas aventuras y excursiones. Francisco Nieva, por sus orígenes manchegos y su constancia en pelear contra gigantes y molinos, algo tiene de Quijote.

El conde polaco Jan Potocki fue un romántico, o un prerromántico, por viajero, por su vida tumultuosa y por su muerte exquisitamente preparada. Y un poco renacentista por su amplitud de conocimientos: historiador, arqueólogo, etnólogo; un erudito, en suma, que como aquel sabio llamado, creo, Pico della Mirandola, podría hablar y disputar "de omne re scibili et quacumque allia". O sea, de todo lo que puede saberse y de cualquier otra cosa. La obra que le dio fama póstuma e imperecedera a Potocki es Manuscrito encontrado en Zaragoza. En la Zaragoza conquistada por los franceses durante la Guerra de la Independecia, un oficial napoleónico halla unos cuadernos escritos en castellano que contienen las andanzas de un aventurero, Alfonso de Worden, por la España insólita de las montañas de Sierra Morena, frontera de Andalucía y La Mancha y feudo natural de bandoleros. Francisco Nieva descubrió este texto en su época digamos, preteatral, entregado todavía a la pintura en París, a la curiosidad universal y a transmutar en cosmopolitismo liberador el peso de una españolidad cerrada. No es de extrañar que Nieva quedara fascinado por aquel libro, de fuerte e impudorosa sensualidad, y por su autor, el conde polaco.

Una historia gótica
En las primeras líneas de la advertencia que, a modo de prólogo, desvela el artificio literario, el descubridor de los cuadernos explica la naturaleza del libro: una historia de bandoleros, de fantasmas adoradores de la cábala.... .A medida que uno se adentra en las páginas de Manuscrito... surge una historia gótica y múltiple plagada de lances eróticos, de transgresión, de sueños y pesadillas, de terror y de misterio. Todo ello muy próximo al universo de Nieva. De ahí que este texto destinado a los escenarios, sea bastante más que una simple versión. Eliminados, o depurados, los elementos estrictamente narrativos, el libro de Potocki contiene tal imaginería, tal cantidad de sugerencias plásticas, que envuelve a Nieva en un éxtasis creador. Dónde están los elementos fecundados y dónde los fecundantes, es difícil saberlo. Tal es la identificación de Nieva con Potocki. Francisco Nieva ha escrito que el teatro es alucinación, transgresión, liberación y condenaciones salvadoras. Concretamente: "Medicina secreta, hechicería, alquimia del espíritu, fabuloso furor sin tregua". Viene a decir que las gentes de teatro son una especie de nigromantes, sacerdotes, víctimas y a la vez verdugos, todo junto, en busca del misterio del conocimiento.

Algún día habrá que analizar, más de lo que se ha hecho, si es que se ha hecho, la posible vertiente purificadora y pestífera, en la línea de Artaud, de parte del teatro de Nieva. Por eso, un texto narrativo en el que aparecen endemoniados, bandidos, ahorcados que resucitan, frenesí sexual y placer como religión y rito no podía escapar a la garra dramática de Nieva. Máxime teniendo en cuenta que el enigmático y conspirador conde polaco, fue también hombre de teatro; y que en su castillo hacía representaciones de las "paradas" que él mismo escribía. Nieva ha tratado de adoptar la forma de las parades francesas, modalidad escénica de moda por entonces en Europa entera; piezas populares primero, cortesanas después que tienen mucho de la improvisación y la procacidad propia de la Comedia de Arte.

Premio de Literatura Dramática
La edición francesa de Manuscrito, parcial, que descubrió Nieva estando en París, aparece en Gallimard en 1958. Esta peripecia recuerda un poco, aunque lejanamente, el artificio de Potocki en su novela y viene a demostrar la naturaleza enrevesada y laberíntica del conde y de su obra. Cuál haya podido ser el proceso de recreación de Nieva, desde la primera lectura del libro hasta 1988, fecha de redacción definitiva, no lo sé. Pero se pueden intuir sus motivaciones en las que insistiré por si acaso no hubiesen quedado claras. La fuente de este Manuscrito, ya está citada y datada. La redacción es de 1988 y la publicación de 1991. Se le da el Premio Nacional de Literatura Dramática en 1992; en 1994 lo estrena en Alicante Francisco Vidal y en 1997 Juanjo Granda lo lleva a Polonia. Nieva trabajó en una recreación para presentarlo en el Instituto Francés y después, a instancias, según parece, de algunos actores polacos, siguió trabajando. Esta vez, Nieva ha asumido toda la responsabilidad del montaje: autoría, escenografía y dirección. Esto le va a permitir manifestarse en esa dimensión poliédrica que es uno de los referentes de su teatro.

Vinculado al postismo, una licencia audad que oxigenó la asfixiada arritmia de la España de postguerra, Nieva llegó a la escritura tras un largo proceso de indagación pictórica cuya esencia no ha dejado nunca de explorar. Puede que Nieva se encuentre hoy ante el desafío más determinante de su carrera: confirmar, de una tacada, la riqueza de su teatro tanto en la teoría como en la práctica. Ha dejado escrito que la fascinación por el libro de Potocki fue la vinculación del mismo a unos parajes que Nieva recorrió en su infancia; mas yo creo que los motivos son, además, otros infinitamente más determinantes: un universo cultural afín. La prueba del nueve de toda su vida de pintor, escritor, autor y escenógrafo. Si alguna duda hubiere de ello baste releer esta frase con que Nieva define el Manuscrito: "Libro apasionante, libro involucrante, libro mágico, árbol frondoso de aventuras, todo sazonado por el misterio, el amor, la muerte y el diablo en una España del siglo XVIII con majos, inquisidores, marquesas y endemoniados". Si a eso añadimos la transgresión y el sentido de culpa, inseparables siempre, difícilmente podía Francisco Nieva sustraerse al influjo de este libro fantástico, tensado por la dialéctica entre las fuezas del mal y la plenitud imposible de los ángeles.