Image: Generación alternativa

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Teatro

Generación alternativa

El Cultural reúne a los directores del off escénico

26 diciembre, 2002 01:00

De izda. a dcha., Alfredo Sanzol, Andrés Lima, Aitana Galán, Laila Ripoll, álvaro Lavín y Mateo Feijóo, en la Cuarta Pared

Rondan la treintena, tienen una considerable carrera teatral y se mueven en los circuitos alternativos. Una hornada de jóvenes directores curtidos en espacios minoritarios despuntan con sus trabajos de calidad y de búsqueda de nuevos lenguajes. Andrés Lima, Laila Ripoll o Roger Bernat, entre otros, son la punta del iceberg. El Cultural ha seleccionado once nombres representativos de esta generación que compagina dirección con interpretación y autoría, y que opta por la creación de compañías propias para producir sus montajes ante la falta de apoyo institucional.

álvaro Lavín
Lo suyo es el trabajo en equipo, y el resultado de esa apuesta por lo colectivo es Teatro Meridional, compañía de la que es cabeza visible junto al autor Julio Salvatierra, y una de las formaciones más prolíficas de la actualidad. Actor y director -"llegué a la dirección a partir del trabajo de actor"- Lavín (Madrid, 1964) ha dirigido e interpretado poéticos textos como Cyrano -estrenado en Almagro-, Miguel Hernández, o el Calisto, historia de un personaje de Miguel Seabra, tres obras que tienen actualmente en gira. La Cuarta Pared o Pradillo han sido sus escenarios más habituales en la capital, aunque esta compañía, de espíritu viajero y mestizo, ha actuado en numerosos escenarios internacionales. Sus montajes tienen una dirección impecable y factura exquisita. Defensor a ultranza del teatro independiente, Lavín apuesta "por el trabajo con los actores para provocar esa chispa sobre el escenario" y asegura que un director no es nadie sin un buen equipo porque "el teatro no es sólo la creación, sino la distribución, la venta la gestión de un proyecto multidisciplinar siempre caro y complejo". Lavín cree que "el gran problema en el
teatro actual son unas anticuadas estructuras de producción y una falta de cultura de compañía".

Mateo Feijóo
Bob Wilson es el culpable de que Mateo Feijóo (1968) se dedique al teatro. Su montaje de Perséphone dejó estupefacto a este español de ascendencia portuguesa que a los 17 años empezó a trabajar como actor y estudió cursos de interpretación en la RESAD además de regidor, producción y gestión. Tras un periplo por varias compañías independientes y tres años dedicados a la jardinería, Feijóo emprendió proyectos junto a Angélica Liddell, Juan Margallo o la compañía Guirigay. Se estrenó en la sala La Fábrica de Pan de Madrid como director con el montaje Ala Marlon, hace dos años. Este director, para quien el cine, la pintura o la moda no están excluidos del teatro, cree que el principal problema para los jóvenes creadores "son las salas, su gestión y su programación. La falta de espacios en Madrid es un problema más importante que la política de subvenciones que tampoco me convence, aunque creo que todo director debe saber cómo producir sus primeros trabajos". Actualmente trabaja como regidor junto a Mauricio Scaparro en el Don Juan de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y tiene pendiente el estreno de Macbeth y La Pecatriz de Liddell.

Laila Ripoll
Es una de las figuras más activas del teatro alternativo madrileño. Actriz, premiada autora y directora, Ripoll (Madrid, 1964) conjuga con éxito textos clásicos y contemporáneos con una visión moderna del teatro que se ha convertido en la marca de la casa de su compañía, Micomicón, creada hace once años. Con una formación teatral en la RESAD, la autora de Atra bilis y Unos cuantos piquetitos debutó en la dirección en el año 93 con El acero de Madrid de Lope de Vega. Con Calderón, Lope o Cervantes ha aprendido como autora y se ha curtido en la dirección. "Creo que un buen director de escena debe haber sido ‘cocinero antes que fraile’, es decir, actor antes que director". Y es que para Ripoll el director "debe tener una formación plástica y musical notable, pero sin olvidarse de que su trabajo fundamental consiste en el contacto con el actor". Aunque sus montajes se han visto mayoritariamente en circuitos alternativos, el Festival de Otoño o Madrid Sur han sido escenario de algunas de sus obras. A pesar del buen momento laboral en que se encuentra la compañía -siguen girando Atra Bilis y el montaje para niños Jocoserías- Ripoll denuncia la "falta de medios y de circuitos de distribución" y valora el panorama actual: "Hay trabajos mediocres frente a otros excelentes. He visto cosas que me han gustado mucho dirigidas por gente joven. Tendría que haber más. La dramaturgia vive un momento excelente, pero en la dirección no estamos al mismo nivel".

Andrés Lima
Lleva un año imparable. Estrenó con éxito Pornografía barata, se prepara para encarnar a Diderot en El libertino que estrenará Joaquín Hinojosa en La Abadía de Madrid en abril, escribirá y dirigirá la ceremonia de los Premios Goya en febrero y ya tiene prácticamente terminado el montaje que su compañía Animalario estrenará en Escena Contemporánea: Alejandro y Ana. Lo que España no pudo ver del banquete de la boda de la hija del Presidente, escrito por Juan Mayorga y Juan Cavestany. A Andrés Lima (Madrid, 1961) siempre le interesó la creación de su propia compañía, y eso es lo que hizo primero con Riesgo (1993) y actualmente con Animalario, junto a Alberto San Juan, Alberto Zarate y Guillermo Toledo: "Es la única forma de realizar los trabajos que te interesan, porque hay un tremendo carácter reaccionario que hace que te des de bruces con la Administración y la precariedad de los circuitos". Lima se formó más en la práctica que en la teoría -"no me admitieron en la RESAD"- ya que comenzó como actor en distintas compañías en el País Vasco, donde debutó en la dirección con La otra cara (1991). Dice que aprendió casi todo de Pepe Estruch, Carlos Vides y Roberto Cerda, el resto se lo ha dado el trabajar con compañías independientes y los 16 montajes que ha dirigido hasta ahora.

Alfredo Sanzol
Tiene las cosas muy claras, y una carrera en la dirección que despegó la temporada pasada con el estreno de Cous-Cous y churros en la Cuarta Pared de Madrid, escrito junto a Juan Antonio Lumbreras. Sanzol (Madrid, 1972) apunta maneras con cuatro montajes a sus espaldas y varios reconocimientos: la nominación a los Max 2000 al mejor espectáculo revelación por Como los griegos -que se exhibió en La Alternativa y en la sala Galileo-, y el premio al mejor espectáculo en el Maratón de Teatro Breve de la Comunidad de Madrid 2000 con Carrusel Palace -se vio en la sala Triángulo de Madrid- . Iba para abogado, pero su licenciatura en Derecho nada puede con la de dramaturgia y dirección en la RESAD. Combina la dirección con la escritura -colaboró con Ortiz de Gondra en Zona Cero-. "El joven director tiene que enfrentarse a la dificultad de la producción. Te tienes que encargar de la producción ejecutiva y la distribución. Cuando comienzas, sólo se fían tus amigos, algún loco como Javier Yagöe, y los actores, técnicos, etc., que son jóvenes y se apuntan a un bombardeo".

Aitana Galán
Se formó como actriz junto a Cristina Rota, luego comenzó a escribir sus textos y eso le llevó a estudiar más seriamente dirección en la RESAD. Aitana Galán (Salamanca, 1970) ha estrenado nueve montajes, algunos exhibidos en salas como la Cuarta Pared (Cachorros de negro mirar, La llamada de Lauren), la sala Triángulo (Jugad, jugad, malditos, Hasta el domingo) o en el Teatro de las Aguas (La cabeza del dragón) y ha codirigido y hecho ayudantías junto a Laila Ripoll y Ernesto Caballero. Dice que se siente motivada "por hacer un teatro que conecte con el público actual, por contar historias que todavía no se hayan contado". Por eso Galán cuando ha dirigido textos, o bien han sido suyos (Jugad, jugad, malditos), o de autores contemporáneos como Paloma Pedrero (La llamada de Lauren, Cachorros de negro mirar, Noches de amor efímero) y Ernesto Caballero (Tierra de por medio). A pesar de que "dada la política teatral española las dificultades son todas" tiene dos estrenos a la vista: Adiós a todos de García Araus (febrero, Casa Encendida) y un texto de Ripoll que estrenará en el Principal de San Sebastián en mayo.

Josep Galindo
El gusto por el teatro le viene de familia -su hermana es la actriz Rosa Galindo-, aunque él ha escogido los escenarios como el mejor atajo para poder convertirse en escritor. Josep Galindo (1973), que cursó estudios de filología inglesa, se acercó un día hasta un ensayo de Calixto Bieito con la intención de recibir consejo. La recomendación fue que se tirara a la piscina y eso hizo Galindo. Su primer trabajo fue en una sala alternativa y, de ahí, un salto sin red al Teatro Nacional de Cataluña -cuando mandaba Flotats- con El sueño de Mozart, un musical en el que hizo de traductor, director adjunto e incluso de actor. Después ha colaborado en los últimos proyectos de Bieito -La vida es sueño, Macbeth y La ópera de cuatro cuartos-, lo que le ha abierto las puertas del Romea la próxima temporada. "Me gusta la dirección porque me divierte aunque no tengo claro que sea a lo que me quiero dedicar", reconoce Galindo, que se enfrenta a su trabajo sobre el escenario con el mismo aplomo que a una hoja en blanco: "Se parece mucho a escribir porque trabajas con imágenes y sensaciones", apunta esta promesa de la escena que dice estar interesado en un teatro "abierto y visceral".

Roger Bernat
Se quiere desmarcar de la etiqueta de director joven y para ello enarbola su fecha de nacimiento: 1968. "Mal vamos si yo represento a la generación más joven del teatro catalán", se queja Roger Bernat, "ya tendría que estar trabajando una nueva generación, de entre 17 y 27 años, que estuviera haciendo teatro con los presupuestos estéticos propios de su edad". Para rechazar su pertenencia a la última hornada de directores catalanes también podría escudarse Bernat en su ya larga lista de trabajos sobre las tablas catalanas: en el Grec"97 estrenó 10.000 Kg y, desde entonces, ha subido a las tablas Confort domestico, álbum y los tres montajes que integran su Juventud europea; Actualmente pasea a su Buena gente por seis salas del circuito más alternativo de Barcelona y prepara una versión absolutamente libre del Platonov de Chejov para el Lliure de Gràcia, un montaje en el que se plantea "la necesidad de rebelión en el ser humano". Un rebelde Bernat insiste en que "el teatro se está convirtiendo en una arte minoritario" porque es incapaz de conectar con los espectadores; y se queja de que algunos se escondan en la falta de recursos para explicar que no pueden acceder al mundo del teatro: "Lo único importante es tener algo que decir".

Silvia Ferrando
Se reconoce "afortunada", aunque no por ello renuncie a reivindicar que es una suerte "muy trabajada". Silvia Ferrando (1974) iba para matemática y los números le abrieron la puerta de más de un escenario, sin ir más lejos el de Sergi Belbel. Trabajó con este director, que precisaba apoyo científico y también cuántico, primero en Fragmentos de una carta de despedida leídos por geólogos y después en El tiempo de Planck. En el Institut del Teatre de Barcelona trabó relación con Joan Ollé, quien le facilitó la entrada en el Lliure: la pasada temporada debutó con sus Ensayos abiertos y ésta presentará Los Justos de Camus; y en los dos proyectos ha estado arropada por su compañía La Tempesta, llamada así en honor a la pieza de Shakespeare que hace meses también pasean por diferentes plazas. "Me ha sido fácil llegar a los escenarios, pero detrás también hay mucho esfuerzo sin saber qué conseguiríamos; pero siempre hemos pensado que lo importante es trabajar, hacerlo con rigor y creer en lo que haces, porque entonces ese trabajo siempre te lleva a algún sitio", explica Ferrando que, quizás porque vive a caballo entre Barcelona y Argentina, se queja de la dinámica del mercado catalán, de que "a veces la gente hace cosas más para que alguien las vea que por el hecho de hacerlas".

Carlota Subirós
Su currículum es impresionante: Premio Extraordinario del Institut del Teatre en 1997 y Premio de Honor de la Universidad de Barcelona de 2001 en Filología Italiana. Precisamente fue por sus conocimientos de la lengua de Dante que Carlota Subirós (1974) llegó al Festival de Spoletto, donde trabó relación con el Dance Theater of Harlem. Por ellos llegó al Liceu y allí solicitó sus servicios Peter Sellars, un buen maestro. La primera dirección de Carlota Subirós llegó cuando todavía estaba cursando sus estudios en el Institut -La lección de Ionesco-, después se hizo asidua del festival Grec y, desde la pasada temporada forma parte del consejo de asesores del Teatro Nacional de Cataluña: en ese escenario acaba de estrenar el texto de un autor joven, David Plana, y ya trabaja en un texto de Wallace Shawn que presentará en mayo en el Lliure. "El mundo del teatro es muy cerrado y también muy pequeño, pero el Institut te abre muchas puertas porque te pone en contacto con buena parte de la profesión", defiende Subirós, que reconoce que ella ha conseguido acceder a los escenarios por "una mezcla de suerte y tozudería"; también por el buen hacer de algunos gestores, como Xavier Albertí en sus tiempos de director del festival Grec. "No sólo hay que intentar que se produzca un relevo generacional, sino también que no exista un abismo entre los nuevos creadores y los grandes escenarios".

Pepa Gamboa
Empezó en el teatro universitario en Sevilla y se ha formado "a pie de obra y junto a profesionales de otras artes". Nunca ha actuado, lo suyo es la dirección pura y dura y por eso ha desarrollado un tremendo olfato para detectar textos de calidad: Nieva, Antonio álamo, Onetti, Kafka o Atxaga. Desarrolla casi toda su actividad en Sevilla desde mediados de los años 80 -debutó con El tambor futurista, con textos de Pedro G. Romero- y ha colaborado con compañías como El traje de Artaud, Israel Galán y Javier Barón. Gamboa no sólo dirige sino que es autora de textos como Satie (1987) y Y Pum Pum, y Pum Pum, y Pum Pum (1992). "Todo cabe en un escenario, sin complejos pero con rigor. Para mí lo fundamental es la idea". Gamboa denuncia el aislamiento del teatro respecto a otras artes. "El joven director se encuentra con que no sabe donde acudir para aprender y crecer. No depende de él mismo, sino de demasiados factores externos, poco espacio para la experimentación, falta de apoyo institucional y privado... hay que inventárselo todo".