Image: Narros recrea el mundo de Chejov

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Teatro

Narros recrea el mundo de Chejov

Llega a Madrid el esperado Tío Vania

9 enero, 2003 01:00

Mélida Molina y Fidel Almansa son Elena y el Doctor Astrov. Foto: Rubén Gordé

El 10 de enero llega a Madrid, al teatro Albéniz, el esperado Tío Vania de Miguel Narros. Esperado porque un texto como éste se adapta como anillo al dedo a la sensibilidad y la poética escénica de un director como Narros. Pero también porque es una obra maestra que, escrita por Chejov en 1898, mantiene un siglo después una modernidad difícil de explicar, según señala en estas páginas Andrés Trapiello, autor de la versión.

Este Tio Vania es uno de los espectáculos que más expectación ha creado en Madrid. Es natural. Se trata de un Chejov, -¿quizá su mejor título?- dirigido por uno de los nombres más reputados de nuestra escena, Miguel Narros. Así que a un texto maravilloso se le une un director cuya mención es, en principio, garantía para reproducir esa atmósfera detenida que sugieren las obras de Chejov, esas escenas cotidianas en el ambiente de una finca de hacendados rusos habitada por personajes cercanos y queridos; garantía también para dirigir a unos actores que den vida a estos personajes cuyos deseos insatisfechos y amores cruzados se descubren veladamente; para guiarnos, en definitiva, a la reflexión central que el tío Vania nos hace con bellas palabras: si ha servido de algo nuestro paso por la vida, si después de que seamos ceniza las generaciones futuras serán más felices.

Para Narros este título, además, le trae muy buenos recuerdos. "En 1978 lo dirigió William Layton, con José Carlos Plaza y yo de ayudantes de dirección", explica el director "y es un montaje que estaba muy dentro de mí. Tenía un reparto de actores muy de aquella época: José Pedro Carrión, Ana Belén, Esteban Muñoz, Enriqueta Carballeira, Maruchi Fresno". Ahora dice estar muy contento con el elenco que ha formado para esta producción y que encabeza Fermí Reixach en el papel de Vania y se completa con Berta Riaza (Marina), Fidel Almansa (Astrov), Mélida Molina (Elena), Ana María Ventura (María Vasilievna), Nuria Gallardo (Sonia), Francisco Casares (Serebriakov) y Abel Vitón (Teleguin). "Actores que conocen el método (Stanislavski)", explica Narros, para quien uno de los aspectos complejos de Chejov es dar vida a sus personajes. "Yo creo que se inventó un método para interpretar precisamente a los personajes chejovianos. Chejov nos cuenta un melodrama pero en esa historia aparentemente realista el actor no debe imitar la realidad, sino huír del mimetismo para comportarse como lo hace un ser humano en la vida misma, para ser y estar en el escenario", añade este director que ha hecho de las enseñanzas de Stanislavski uno de los pilares de su trabajo. Unos personajes tan reales y cercanos que, un siglo después de haber sido creados, todavía uno detecta el cariño y la generosidad que su autor puso al imaginarlos. Quizá ello sea la causa de que los actores siempre anhelen interpretarlos.

De la escenografía, obra de Andrea D’Odorico, Narros explica que se mantiene el espíritu realista en la reproducción del atrezzo y el mobiliario, aunque la casa se ha rodeado pretendidamente de una naturaleza agobiante, usando unos modernos telones fotográficos que reproducen un bosque.

Evitar el amaneramiento
La obra, adaptada por Andrés Trapiello, dura dos horas y media y según confiesa Narros el tiempo no ha sido un problema: "Andrés cortó el texto que él consideró, eliminando repeticiones y respetando su alto nivel poético pero sin caer en el amaneramiento". Sobre la oportunidad de llevar este texto, con más de un siglo de historia, a la escena de nuestros días, Narros sostiene que "esta obra hay que hacerla teniendo en cuenta que fue escrita antes de la revolución rusa. Entonces el hombre estaba más acostumbrado a vivir en soledad, quizá como ahora, mientras que la revolución se hizo para asociar a los hombres". Y eso que Chejov fue uno de los autores salvados de la quema bolchevique, -gracias a Gorki y, también, a la lectura que éstos hacían de sus obras, pues consideraban que eran espejo y prueba del final al que estaba abocada la clase burguesa-.

Estrenado hace un año, y tras recorrer numerosas plazas españolas, Narros dice estar satisfecho con este montaje que suma a su lista de éxitos (Panorama desde el puente ha sido una de las producciones más aclamadas de los últimos años). Ahora tiene previsto El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, que dirigirá para la Compañía Nacional de Teatro Clásico y que, con toda seguridad, ofrecerá una visión muy contrastada a la que estrenó a finales de los 60, y para más tarde repondrá otra de sus exitosas producciones, Sueño de una noche de verano, en versión de Eduardo Mendoza.