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El movimiento como filosofía
Gelabert enfrenta a Shostakovich con ritmos cubanos en dos nuevas piezas
17 julio, 2003 02:00Gelabert, en el centro, en un momento de 8421. Foto: Ros Ribas
La cabalística 8421 es una pieza en torno a la música de Shostakovich de tono austero, seco, que para Cesc Gelabert ilustra los tiempos que vivimos. De un tono completamente opuesto es Viene regando flores desde La Habana a Morón, inspirada en los alegres y espontáneos ritmos cubanos. Ambas componen el espectáculo que presenta el 22 de julio en el Lliure.
A sus 50 años y con una carrera que se prolonga a lo largo de las tres últimas décadas, Cesc Gelabert sigue siendo uno de los máximos exponentes de la danza contemporánea en nuestro país. Ahora presenta su último trabajo junto a su compañía Gelabert-Azzopardi (creada en 1986 y corresidente del Hebbel Theater de Berlín), un programa doble formado por 8421 y Viene regando flores desde La Habana a Morón, que se estrena en el festival Grec. Después de su anterior montaje, el solo Preludis que mostrará en el Teatro Real en noviembre, el coreógrafo y bailarín afronta un trabajo coral formado por estas dos piezas de estética y tono muy distintos pero complementarias y que responden a una misma filosofía, reflexionar sobre la vida a través de códigos artísticos.
Juego cabalístico
8421 surge del sentimiento duro y triste "que me provoca esta sociedad materialista y dispersa. La soledad y la memoria están muy presentes aquí", dice Gelabert. El título es un juego cabalístico: los ocho bailarines iniciales poco a poco van desapareciendo de la escena hasta que Lydia Azzopardi se queda sola. "Esta sucesión es como un trazo, algo que acaba, que se apaga". La partitura del cuarteto de cuerda nº 8 en Do menor de Shostakovich inspira los movimientos de los intérpretes que en la segunda pieza abordan un trabajo distinto y complementario del primero. "El título es un fragmento de una rumba. Para esta parte he elegido música cubana porque me parece muy vitalista, y esta pieza lo es. La intención de 8421 no es provocar estados negativos sino de disfrute del presente y de alegría".
El Cuarteto Timbancó sacude en directo el son de sus instrumentos mientras los bailarines crean formas perfectas, depuradas, llenas de frescura y dinamismo entre el diseño escénico de Baltasar Patiño. La escenografía de la primera pieza, formada por unas traviesas de tren y unos moldes de imprenta, se convierte, en la segunda, en un cielo de azul infinito en el que se puede soñar una playa, un paseo marítimo... Para esta nueva producción Gelabert ha contado con los bailarines Noelia Liñana, Toni Gómez, Alberto Huetos, Caliope Paniagua, Carlos Fernández y Maureen López y su inseparable Lydia Azzopardi, bailarina británica que ha trabajado en el Ballet ópera de Zurich y con Bejart.
Bailarín de sí mismo
Para Gelabert el bailarín "es cuerpo, corazón y mente. Es un intérprete y debe intentar no definirse a través de un estilo y una temática concreta, sino buscar un equilibrio con su propia forma de ser. Yo no quiero que mis bailarines me copien". ¿Su concepción de la danza? "Tiene la capacidad de absorber todos los lenguajes heredados culturalmente: "el clásico, el moderno, las danzas populares, las técnicas orientales, etc".
El artista, a pesar de haber sido Premio Nacional de Danza de 1996, se queja de que "el nivel de apoyo de las instituciones públicas está muy por debajo de nuestros competidores europeos. A nosotros el Ministerio de Cultura apenas nos da dinero".