Image: Esto no es Broadway

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Teatro

Esto no es Broadway

Por Nacho Artime

18 septiembre, 2003 02:00

Los protagonistas de la esperada Cabaret

Comienza la temporada y, un año más, el musical sigue reinando. Cabaret, Cats, Siete novias para siete hermanos, Sonrisas y lágrimas o We Will rock you se suman a éxitos como El fantasma de la ópera. Nacho Artime, gran conocedor del género, analiza el fenómeno.

¿Hemos pasado de la nada casi absoluta a ser Broadway? Hay un largo y doloroso camino por delante en esta gran vía española en busca del definitivo asentamiento del musical, ese género del "teatro absoluto" para unos, un "mestizaje" lento y discutible para otros. Hoy ya somos, como en otras cosas, un claro referente internacional para algo tan caro, competitivo y clónico que da mucha gloria y aplausos y enormes ruinas cuando no se logra el engranaje.

Cuando mi admirado Luis Ramírez irrumpió hace ya siete años como un rey león en el desierto del musical hizo titulares con una frase muy comentada: voy a hacer de La Gran Vía madrileña un Broadway. Y Luis, en ese sueño imposible que precisamente comenzó con aquel sorprendente y rompedor Hombre de La Mancha, fue el "culpable" de encender la mecha para empezar a llenar los teatros con unos títulos legendarios en todo el mundo y en todos los idiomas que no acababan de enraizar en nuestras gloriosas tablas. "Uf, son americanadas". La memoria colectiva ibérica tenía en la retina y en los oídos las famosas revistas de la Gámez y la Morgan y las romanzas de la gloriosa zarzuela. Podría ser eso. Podría ser también que no había medios, que los precios de las entradas eran ridículos -aún lo son hoy comparados con cualquier país de nuestro nivel- que no había tradición, que la gente no estaba preparada para el show. Y en esa pescadilla tramposa, el público le daba la espalda. Hubo excepciones, claro. Aquel recordado Superstar de Camilo, el primer musical realmente "moderno", como deciámos entonces, que sorprendió lo suyo, la continuidad con la no menos legendaria Evita, el éxito popular de El diluvio... Pero la cadena ya se rompió con el fracaso de un título clave A chorus line. Sólo mas tarde hubo un atisbo de esperanza con el éxito de Los Miserables -se comenta estos días su esperada reposición- hasta caer de nuevo en el olvido.

Fue Luis Ramírez al hacer que volviera la San Basilio a su raíz natural y al descubrir a Sacristán como un esencial hombre de todo tipo de teatro, al ir apostando por un grupo de chavales que sí habían mamado otra cultura. La apuesta fue clara y arriesgada: si triunfan en todo el mundo, ¿por qué no aquí? Recuperemos los maravillosos teatros de la Gran Vía que están enmohecidos de tanto cine, que se enciendan los neones, esto va a ser Broadway, esto es jauja.

Y de pronto, sí que parecía un sueño posible. Siguió la estela, hubo aventuras de todo tipo y condición, hay nuevos teatros, habrá mas... y somos la segunda capital europea con más musicales ante la sorpresa propia y de extraños. Nadie contaba con nosotros y ahora se nos disputan en los despachos de los creadores de esos shows que imponen sin el menor escrúpulo. Sólo nos supera Londres. Y Broadway, claro.

Sin embargo, no todo es neón lo que reluce en nuestro pequeño Broadway. No parece tan claro el camino hacía el asentamiento definitivo de algo tan complejo y ya tan caro de poner en pie, precisamente por ser clónico. Madrid es una ciudad mucho mas pequeña que Londres, París o Nueva York, pero estrenamos los musicales de cinco en cinco, como ellos. Bien es verdad que son todos clásicos, pero hay caídas claras. No me gusta la palabra fracaso porque somos arrieros, pero aún queda mucha improvisación y llegan peligrosos advenedizos que no hacen sino pescar en aguas turbulentas.

Porque la pregunta general sigue en pie: ¿No son demasiados musicales? ¿A qué viene esta proliferación, para muchos no justificada, de tantos y a la vez? ¿No convendría ir más despacio? Yo creo que este país es así para todo: imitamos hasta el cansancio todo lo que triunfa. Es luego el público el que no se engaña casi nunca. Hace en seguida una selección natural que obliga a que se caigan los títulos ellos solos. Hay cinco musicales esta temporada porque así lo han decidido los empresarios y se preparan otros cuatro o cinco. El espectador en pocas semanas se quedará con la mitad. Y habrá un gran triunfador. En Londres se pueden ver en este momento nada menos que 18 musicales. Algunos llevan 16 años o mas. Y se anuncian cuatro estrenos en estos dos próximos meses. No creo que ningún productor piense que son muchos, o que pospone su proyecto en espera de que caigan algunos y haya menos competencia. En Broadway hay ahora nada menos que 20 y se anuncian tres para estos próximos meses. Y se pueden permitir el lujazo de que Banderas y Griffith se hagan la competencia y llenen totalmente sus Chicago y Nine. Eso sí que es nivel.

Pero un musical son presupuestos y disgustos mayores. Es mágica la competencia y la rivalidad, de ellas vivimos todos. Porque, seamos sinceros, por mucho que lo deseemos y queramos ilusionar a los amantes del business, esto no es
Broadway. Todavía.