Image: Los consagrados vuelven

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Teatro

Los consagrados vuelven

El Festival de Otoño de Madrid, que se abre el 20 de octubre, reúne 58 espectáculos

16 octubre, 2003 02:00

Escena de Liebelei (Amoríos), de Schnitzler, por Thalia Theater de Hamburgo

Vuelve a Madrid el canadiense Robert Lepage, y el ruso Piotr Fomenko, del que El Cultural ofrece una entrevista, y llega la Comedie Française, que raras veces sale de su país. Con el Festival de Otoño la cartelera madrileña se codea con el teatro más internacional. En su vigésima edición, que se abre el próximo lunes con la cantante Sapho y la orquesta israelo-palestina Orient, el Festival reúne 58 espectáculos de música, teatro y danza, además de acoger por primera vez el IV Salón Internacional del Libro Teatral. Diseñada por cuarto año consecutivo por Ariel Goldenberg, la programación reúne en el capítulo de danza a figuras de renombre como Mats Ek, que estrena Tulipanes con los veteranos de la Nederlands Dans Theater, Carolyn Carson y la compañía de Bill T. Jones, uno de los coreógrafos más innovadores de Estados Unidos que llega con un programa antológico para celebrar su 20 aniversario. También hay una vasta representación de los jóvenes bailarines y coreógrafos de nuestro país, empezando por Farruquito, siguiendo con el flamenco de cámara de Belén Maya y Mayte Martín, y la danza de las catalanas Marta Carrasco, Sol Picó y Lanónima Imperial. De la programación teatral, dos rasgos se distinguen: por un lado, la incorporación de creadores que van ganando en reconocimento, como la compañía Meridional o la de Laila Ripoll. Por otro, una destacada presencia de catalanes (Pep Bou, Baixas, Gas, Rigola). Hay espectáculos esperados: Sonámbulo, del duo Mayorga y Pimenta, inspirado en el poemario Sobre los ángeles de Alberti, de quién también la compañía Tomás Gayo representa El adefesio. Y hay buen teatro argentino con Ricardo Bartís. No podemos dejar de mencionar Liebelei, Ricardo III y el divertido musical Los cuatro prefabricados. Un programa presupuestado en tres millones de euros y que se desarrollará del 20 de octubre al 23 de noviembre.

Sugerente cajón de sastre
Un Festival como el de Otoño de Madrid, que no sigue un criterio temático ni le anima el propósito de producir espectáculos, es inevitable que resulte de la conjunción de los gustos y conocimientos de sus programadores -en este caso del director Ariel Goldenberg y su gerente Mora Apreda- y de las ofertas teatrales que encuentran en el mercado internacional. Y este año se nos presenta una programación en la que conviven grandes compañías con otras más jóvenes y atrevidas, destacando el capítulo de la Danza.Un conjunto que produce cierta sensación de cajón de sastre, fruto seguramente de la provisionalidad con la que se trabaja en tiempos de elecciones.

A muchos de los artistas extranjeros que llegan con esta programación el aficionado ya los conoce. Es el caso de Robert Lepage, del que pudimos ver Elsinor y La cara oculta de la luna, y del ruso Piotr Fomenko, cuya Guerra y Paz sorprendió tanto la pasada edición que este año habrá ocasión de verla otra vez así como su último trabajo, Las noches egipcias. Tanto el de Lepage como el de Fomenko son espectáculos de gran duración. Las otras estrellas del Festival son la Comedie Française, con un Don Juan de Moliére que ha puesto en escena su director actual, Jacques Lasalle, y un Ricardo III del Teatro Nacional de Lituania, dirigido por Rimas Tuminas y que, junto con Fomenko, representa ese teatro de repertorio de formidables actores de la Europa del Este.

Hay por supuesto otras guindas que el espectador debe tener en cuenta: la Orkater, unos simpáticos holandeses que recrean con su fórmula de teatro musical la época de los Beatles en Los cuatro prefabricados, una rareza belga protagonizada por seis niños llamada Übung (Deberes), Donde más duele, por la compañía que dirige el argentino Ricardo Bartís y Liebelei, a cargo de la formación que capitanea Michael Thalheimer en Hamburgo. Como parece lógico, los gustos de Goldenberg, argentino de origen, director del Teatro Chaillot de París y gran conocedor del teatro alemán, son decisivos en el diseño de esta programación.

De las producciones españolas, Sonámbulo, del duo Mayorga-Pimenta, y Una habitación luminosa llamada día, de Tony Kushner que protagoniza Kiti Manver. También hay que señalar el pujante teatro catalán con el que el Festival siempre ha sido muy receptivo, algo de lo que peca el Grec, su equivalente en Barcelona, cuando se trata de invitar a compañías madrileñas o de otras autonomías. Es en el campo de la Danza donde se dan las dos únicas coproducciones del festival, que cuenta este año con un presupuesto de tres millones de euros (casi 500 millones de pesetas). Una es la de Mats Ek, que estrena Tulipanes con la división más veterana de la Nederlands Dans Theater, la otra es Eso sí que no, con Marta Carrasco, coreógrafa catalana que ha encontrado en Madrid un público animoso. No hay que perderse a la compañía de Bill T. Jones, hoy por hoy lo más innovador de Estados Unidos, y los DV8, autores de una danza que se interna en los limítes del teatro para diluirlos.

Sorprender, ilustrar y entretener, es lo que, a nuestro juicio, un festival como éste debe ofrecer al aficionado de teatro. Ardua empresa la de encontrar esa distinguida obra que, además de divertirnos, nos haga más sabios, más sensibles. Ojalá que en esta edición demos con ella.