Teatro

Un tal Pedro (El Peer Gynn que Ibsen hubiese querido escribir)

Director: Alberto Castrillo-Ferrer

13 mayo, 2004 02:00

Intérpretes: A. Jiménez, I. Rikarte, A. Rodríguez, R. Blanca, G. Insausti, O. Mata, R. García. Autor: íñigo Ramírez de Haro. Teatro Galileo. Madrid

Aún colea la estridente zaragata de Me cago en Dios y, en la nueva obra de íñigo Ramírez de Haro, el personaje central insiste en la oración blasfematoria motivo del escándalo; una psiquiatra, argentina por supuesto, le afea que ofenda de esa manera a "una mayoría de creyentes". Supongo que es una respuesta de Ramírez de Haro y supongo que tiene derecho a defenderse. Y digo "oración blasfematoria" porque sólo quienes creen blasfeman. Indiferente soy, y contumaz en el error, algo he escrito sobre la intolerancia religiosa (Sin pecado concebido) y estas querellas me parecen puro medievalismo inquisitorial.

Por lo demás, y hecha abstracción de esa supuesta "morcilla" circunstancial Un tal Pedro (El Peer Gynn que Ibsen hubiese querido escribir) es una pieza moderna, ágil, bien construida en su complejidad y bien desarrollada sobre el sencillo y polivalente espacio escénico, y con un planteamiento actoral sólido y poliédrico. Actores y actrices demuestran una excelente escuela y una frescura antiacadémica encomiable. No sé si es el Peer Gynn que a Ibsen le hubiera gustado; pero refleja, con la relativa autonomía que le permite la libre referencia ibseniana, una visión de la vida próxima a un nihilismo atormentado. Se percibe en la obra de Ramírez de Haro (acaso también en Me cago en Dios) más desesperación que crítica, más desolación que heterodoxia; pasión, en especial.

En Un tal Pedro hay pandilleros, macarras, sueños de poder, mujeres traidoras antes que traicionadas, reyes "cabrones" y caníbales. Y, por encima del cinismo y la mentira, una aspiración de comprensión y armonía. Pedro es un hombre eter- namente errante que no encuentra ni su identidad ni su destino; de ahí el acierto de un actor distinto para cada episodio del mismo protagonista. Es una poética de la locura y una obra de antihéroes más víctimas que verdugos.