Image: Sergi Belbel y Tamzin Townsend

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Teatro

Sergi Belbel y Tamzin Townsend

Golpe de efecto en la cartelera de "El método Grünholm"

2 septiembre, 2004 02:00

El método Grünholm es lo último que llega a la escena de Jordi Galcerán y se augura como la gran obra de la temporada. Para muchos, lo mejor que ha escrito el autor catalán. Hasta el día 12, el Palacio Euskalduna de Bilbao exhibe la versión en castellano bajo la dirección de Tamzin Townsend. Llegará al Marquina de Madrid el 15 de septiembre. Además, el mismo día, el Borrás de Barcelona estrena una producción diferente, en catalán, dirigida por Sergi Belbel. El Cultural ha reunido a los directores de ambos montajes y ha dialogado sobre esta ácida y enérgica comedia.

El método Grünholm se lee de un tirón, signo que augura, según decía un famoso director de escena, éxito seguro; así que no es extraño que productores de Madrid (Producciones Teatrales Contemporáneas) y Barcelona (Anexa) se hayan empeñado en montarla en sus respectivas ciudades, -en castellano en una, en catalán la otra- sin tiempo que perder. La que se estrena en Madrid la dirige Tamzin Townsend, inglesa afincada en nuestro país, "especializada", según dice, "en comedias ácidas" y que ya dirigió del mismo autor Palabras encadenadas. Su reparto cuenta con Carlos Hipólito, Cristina Marcos, Jorge Roelas y Jorge Bosch. Sergi Belbel firma la producción catalana, que protagonizan Jordi Boixaderas, Roser Batalla, Lluís Soler y Jordi Díaz.

Galcerán (Barcelona, 1964) no recurre en El método... a un tema original, -la competencia laboral-, pero consigue mantener el interés desde el principio gracias a su expertísimo juego de "lo que pasa no es lo que parece". Es una pieza bien tramada, con brillantes diálogos, acción llena de trampas y sorpresas, con humor a veces desternillante (memorable la escena de los sombreros, suspiro por verla en carne y hueso), y cuatro personajes sin piedad, cínicos, egoístas. Incoveniente de una lectura previa para el futuro espectador es que frustra el inesperado desenlace con el que se cierra la pieza.

-¿Por qué en esta ocasión no se ha hecho una única versión para luego traducirla y hacer un clónico?
-Sergi Belbel: La obra El métode Grünholm fue escrita originalmente en catalán, en el marco del Projecte T-6 para autores contemporaneos del Teatre Nacional de Cataluña (TNC), un encargo que se hace a seis autores para que escriban una obra con el compromiso de estrenarla en el propio teatro.
-Tamzin Townsend: La obra tuvo entonces tanto éxito que decidieron reponerlo en un teatro comercial en septiembre, mientras la productora Ana Jelín quería estrenarla en Madrid, también en septiembre. A mi me parece muy interesante la propuesta de tener las dos obras a la vez, en Madrid y Barcelona, y no hacer un clónico. Dirigí Palabras Encadenadas tres veces, en Barcelona, Madrid y Buenos Aires, y es un rollo.

-¿Qué virtudes encontró en este texto para aceptar dirigirlo?
-T.T: Cualquier director quiere montar un buen texto. A Galcerán le encanta jugar con el público y a mi también.
-S.B: Es un juguete escénico que funciona con la precisión de un reloj suizo. La temática llega al gran público (¿Quién no ha pasado una prueba en que se evaluen sus capacidades?). Es también una radiografía de un sistema, el capitalista, sabiamente construida: el espectador no recibe mensajes ni moralina barata. Cada 10 o 15 minutos la peripecia avanza a golpes de efecto hasta llegar a un final contundente que da sentido a todo. ¿Qué más se puede pedir? Dirigir la obra fue un placer.

-Cuando se parte de un excelente texto, ¿cuál es la aportación que se espera del director?
-T.T: Cuando hay un texto genial el director tiene media batalla ganada. Después tienes que asegurarse el mejor reparto posible y cuando lo tiene, comienza la diversión. Si la producción también funciona, es difícil que la obra fracase. Con esta obra lo hemos pasado muy bien.
-S.B: Es uno de los procesos de ensayos más agradables y divertidos que he experimentado en mucho tiempo. La trabajamos sin prisas, sin apenas nervios, confiando plenamente en el poder del texto. En eso se ha basado mi puesta en escena: respeto total y absoluto al autor. Y concentrando casi la mayor parte del trabajo en la interpretación.

-¿Ha visto la versión de su colega?
-T.T: No, pero cuando el reparto y la dirección es diferente, la obra sale radicalmente diferente.
-S.B: No, pero con una obra tan precisa, tan "trabada" como ésta, dudo mucho que sean versiones muy diferentes.

-¿Qué razones deciden que un texto se clasifique para el teatro comercial como le ocurre ahora a ésta?
-T.T: Una obra comercial quiere decir una obra que va a gustar a casi todo el mundo ...no una obra para un público minoritario. Cuando hago teatro siempre intento que la obra funcione, así que eso quiere decir que siempre hago teatro comercial.
-S.B: Lo del teatro comercial sigue unas directrices que últimamente dependen más de los mecanismos de producción que de los textos que se representan, al menos aquí en Cataluña. Se dice que una obra es comercial cuando conecta con el gran público. Y hay muchísimas obras que pueden conectar con el gran público: las de Molière y Shakespeare, por ejemplo. ¿Es Shakespeare, por esa razón, "teatro comercial"?... En fin, es un debate largo y delicado. Una obra que considero "comercial", por ejemplo, Primera Plana de Ben Hecht y Charles MacArthur, sólo pudo estrenarse en el TNC la temporada pasada por razones de producción. Ni un teatro privado es capaz de poner en escena un texto, por mucho que conecte con el gran público, con un reparto de veinte actores...

-Galcerán ha construido una comedia sobre la competencia laboral, Mamet escribió una tragedia sobre el mismo tema. ¿Creen que coinciden en el mensaje final?
-T.T: Sí, pero Galcerán no hace crítica social, simplemente juega.
-S.B: No sé si coinciden en el mensaje o no. De hecho, tanto Galcerán como Mamet son autores que desconfían de los "mensajes". Sólo muestran situaciones que trazan retratos brutales y contundentes de la sociedad capitalista. Mamet hace siempre con sus obras algo que Galcerán también trabaja en el Métode Grünholm: "metonimias" (aquello de "la parte por el todo"). De la misma manera que Mamet satiriza a la sociedad capitalista explicando una anécdota de un pequeño grupo de vendedores de fincas en Glengarry Glenn Ross, Galcerán lo hace a través de una selección de personal. Me gusta esta manera de enfocar la escritura teatral. Llegar a lo "grande" a través de lo "pequeño".

-Hay escenas de extrema hilaridad, como la de los sombreros.
-T.T: Sí, tiene un sentido del humor inspirado en situaciones crueles, como la desesperación que provoca no tener trabajo. Y es curioso que la escena de los sombreros, que es precisamente el momento culminante de hilaridad, no nos hacía gracia mientras la montábamos.
-S.B: Nosotros también tuvimos problemas con esta escena. Al cabo de dos días de ensayarla no nos hacía ya ninguna gracia y dudábamos de su eficacia. Teníamos tentaciones de hacer cosas diferentes. Al final, les dije: lo dejamos como está. Y cuando llegaron los espectadores... aquello fue una fiesta. Es que Galcerán escribe pensando mucho en el espectador. Si el espectador no llega enseguida, aquello parece no tener sentido. Eso es un autor de teatro.

-La escritura de Galcerán ¿no es más cercana al cine o la televisión que al propio teatro?
-T.T: Galcerán es un experto en jugar con la credibilidad que deposita el público en sus personajes; se corre el riesgo de que si llevas a estos un poco más lejos, el público deje de creer en lo que hacen y son. A mí eso me parece muy muy teatral.
-S.B: Es un teatro que se nutre tanto del cine como del teatro pero ¡es teatro! Grünholm es una obra que respeta escrupulosamente la famosa y mal entendida regla aristotélica de las "tres unidades". No hay nada más teatral, más genuinamente dramático. Y más difícil de escribir. Aunque parezca sencillo.

-Cuatro personajes, entre los que destaca Fernando por ser el más cínico de todos. ¿Por qué los personajes cínicos son tan eficaces?
-T.T: Al cínico siempre se le reservan las frases más brillantes y, además, Fernando, dice lo que está pensando el público. Pero también el resto de los personajes tienen reservado su momento.
-S.B: Forma parte de la personalidad del autor. Galcerán es amigo mío y el cinismo, un cinismo sano, divertido e inteligente, es uno de los rasgos más sobresalientes de su compleja personalidad (también es un hombre "tierno" y extremadamente sensible, aunque a primera vista no lo parezca...-me va a matar cuando lea esto...-) Además, los cínicos siempre han sido grandes personajes de teatro: el Don Juan de Molière, el misántropo, el propio Hamlet, Yago, Shylock, etc... Casi se podría escribir la historia del teatro a través de los cínicos.