Teatro

Proceso por la sombra de un...

Autor: Dörrenmatt. Director: Juan Pastor

28 octubre, 2004 02:00

Intérpretes: E. Muñoz, R. Arribas, etc. Sala Guindalera. Madrid

Acaso el teatro sea esto: un espacio vacío; y unos objetos multiuso y unos intérpretes capaces de desdoblarse en un personaje y su contrario. Verbigracia, Ortiz, Carrasco, De Tomás, Arribas, Muñoz, Palomo, Dalvera, Sánchez y Lorente. Sin complejos y carentes de prejuicios. Es un gozo contemplar su dinamismo transformista. Así de sencillo ve el teatro Juan Pastor, director de Proceso por la sombra de un burro. Así se llena ese espacio, pavoroso de incertidumbre y aventura, que es un escenario. Y un texto; un texto mítico como Proceso por la sombra de un burro, referencia insoslayable de todo teatro agitador y vivo. El tono y la clave de farsa de este espectáculo refuerzan el significado del célebre proceso, un cruel espejo de la estupidez humana; y de disposición corruptora y corruptible de la justicia al servicio del poder.

Resulta muy oportuno en estos tiempos procelosos traer a colación las contorsiones dialécticas de una justicia que prevarica, miente y extorsiona; y que se vende por dinero o por especie carnal, la menos vituperable, si se me permite decirlo, de las corrupciones. Una justicia que trafica con influencias y se convierte en sectario y mafioso instrumento de partido. Habría que invitar a esta función de la Guindalera a jueces y magistrados a ver si se les caía la cara de vergöenza y sálvese quien pueda. Habría que poner Proceso por la sombra de un burro como lectura obligatoria a toda la judicatura, adyacentes y similares. Y habría que hacerse, sin temor a la previsible respuesta la pregunta que el burro causante del litigio por el disfrute de su sombra se hace: ¿quién es el burro de esta obra? Porque el meollo del texto de Dörremat no es sólo los jueces venales. Es también una iglesia embaucadora y una ciudadanía intolerante, manipulable e imbécil.