Image: El rey Lear a lo Tarantino y La celestina pícara y sensual

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Teatro

El rey Lear a lo Tarantino y La celestina pícara y sensual

Los dos espectáculos más esperados de la temporada llegan a Madrid

4 noviembre, 2004 01:00

José María Pou en El rey Lear

Dos de los espectáculos que mayores expectativas han levantado esta temporada, La Celestina y El Rey Lear, llegan a Madrid tras su estreno en Barcelona. El primero desembarca el día 6 en el teatro Español. Se trata de una producción española que ha permitido a Nuria Espert asumir un nuevo reto: trabajar a las órdenes del canadiense Robert Lepage. Además de ella, es obligado subrayar el trabajo de todo un elenco en el que brillan Carmen del Valle (Melibea), Nuria Moreno (Elicia), Nuria García (Areusa) o Roberto Mori (Pármeno). Por otro lado, el teatro Albéniz recibe desde el 4 de noviembre, y hasta el día 14, el último trabajo de Calixto Bieito, El rey Lear, protagonizado por José María Pou. María José Ragué analiza estas producciones, dos relecturas bien distintas de dos clásicos.

Robert Lepage (Québec, 1957), fundó "Ex machina" (1994) con vocación de multidisciplinareidad. En España nos deslumbró con Le polygraphe (1987-1990), Les sept branches de la Rivière Ota (1994), Elsinor (1995-1997) y recientemente con la Trilogie des dragons (1985-2003). Su personalidad imprime en sus espectáculos una refinada estética cercana al zen y un aire de ritualidad que da valor a objetos y materiales, metáforas visuales subrayadas con míticas iluminaciones y armonizadas con la música. Y si de todos es conocida la trayectoria de la gran actriz Nuria Espert, que elige con esmero sus interpretaciones y trabaja siempre con directores de importante peso específico, no sorprende que Lepage, queriendo dar actualidad a ese primer clásico de nuestro teatro que es La Celestina de Fernando de Rojas, haya querido dirigir a Nuria Espert en el papel protagonista.

De Rojas traducido al castellano
La primera sorpresa la tenemos ante la "traducción al castellano de álvaro García Meseguer" cuando de un clásico castellano estamos hablando. Pero Lepage quería una versión moderna del texto, y la encargó a Michel Garneau; por ello fue necesario volver a traducir admirablemente al castellano una versión que mantiene siempre el interés e, incluso clarifica y lima algunas desigualdades del texto original que, eso sí, tal vez hubiera sido posible hacer mayor uso de los fragmentos del texto que se adaptan a la versión.

El inicio del espectáculo, muy cinematográfico, nos muestra el final del argumento. Melibea se tira de una torre y Pleberio recita su responso mientras Viola entona un lamento, acompañado de unos sones renacentistas de tintes árabes y judíos. Se despliega luego con aires de ritualidad, una espectacular escenografía (Carl Fillion) iluminada por doradas luces, que abarca todo el marco del escenario y constituye un laberinto de cubos y plataformas de diversas medidas capaz de albergar diferentes escenas a la vez o de dibujar espacios distintos en diferentes niveles. Todo el movimiento se establece con el protagonismo de ese gran artefacto, con colorido de madera y luz dorada, que evoluciona mientras los personajes saltan, trepan, aparecen y desaparecen por trampillas o escotillones, una bellísima escenografía que deslumbra pese a que su protagonismo pueda incluso cansar a lo largo de las casi cuatro horas del espectáculo, duración un tanto excesiva. Por otra parte, aunque hay humor y un cierto ritmo interno en el montaje, éste al final decae un tanto.

Violenta sexualidad
La Celestina es obra sobre judíos y conversos, sobre el poder del dinero, sobre el enfrentamiento de los mundos de los criados -y de Celestina- y el de la familia de Melibea. Son temas eternos y actuales, adecuadamente subrayados. Por otra parte el claro erotismo de la obra de Fernando de Rojas, adquiere aquí tintes sorprendentes de clara y violenta sexualidad rebajando el nivel del texto clásico, en escenas que tanto contrastan con aquel "Melibea soy, en Melibea creo" que caracteriza el amor de Calixto por Melibea. Concretamente, me parecen un tanto desmadradas las escenas de Elicia y Areusa con Centurio (Manuel Puchades). Nuria Espert, sin dejar esa característica tan propia de poner el acento tónico en la última sílaba de la frase, nos ofrece una Celestina más alegre y humanizada que la del personaje clásico. Es pícara, cercana, loca y sensata, vieja pero sensual. Es divertida y apasionada y se mueve con agilidad entre las complejidades escenográficas. Carmen del Valle es una Melibea con todos los matices. Quizá David Selvas, en Calixto, a fuerza de ser renacentista se aproxima a cierta cursilería. Pep Molina es un genial Sempronio y Roberto Mori un excelente Pármeno. Marta Fernandez Muro es una deliciosa y vivaz Lucrecia; Nuria García es una Areusa muy vital; Nuria Moreno es una Elicia desmadrada y arpía que nos sorprende por la fuerza de su interpretación y se nos descubre como gran actriz. Todo el conjunto de intérpretes está bien. Pese a las mínimas objeciones señaladas, esta Celestina es tal vez la mejor que hemos visto hasta ahora.

Resulta curioso que otro gran director internacional pero de nuestro país, estrenara también este verano en Edimburgo una versión de La Celestina. Por lo que sabemos del espectáculo, se trata de una versión diametralmente opuesta a la comentada; con música rumbera y once pantallas, se sitúa en un bar subterráneo de un barrio popular de Barcelona. Con referencias buñuelescas, una cabeza de toro dice "Yo soy Pepe". El padre de Melibea es un funcionario pequeño burgués y Celestina, una puta, drogada, alcolizada capaz de entregar la virginidad de Lucrecia a un espectador. Es el estilo Bieito que "destripa" a los clásicos con una violenta modernidad gore, que más que acercarnos a los grandes textos del teatro y de la ópera, nos los lanza ensangrentados con la fuerza de unas esencias que desvelan siempre los motores que rigen el mundo de la ambición y el poder sempiternos.

Shakespeare gore
Su Rey Lear es espectacular, en la línea "a lo Tarantino", con rock y heavy-metal. En el escenario de metálicos tonos grises, los actores se mueven con un vestuario hortera con abundantes abrigos de piel (Mercé Paloma). La violencia impera. Hay "gore" en el ketchup con el que se recubre Edmond (Francesc Garrido) para simular sus heridas; hay sexo inútil como la masturbación de Edgar (Lluís Villanueva), hay motosierras grotescas para la batalla final entre Edgar y Edmond, hay desnudez absoluta en casi todos los actores, hay sexo violento en la ambición de Goneril (Angels Bassas) y Reagan (Roser Camí) que fijan sus objetivos en Edmond y muestran su maldad con artificiosa estupidez; hay horror en Cornwal (Santi Pons) -pese a estar de espaldas al público- cuando le saca los ojos a Gloucester (Carles Canut), hay energía y esfuerzo físico en todos los actores, colgado largo tiempo en el aire el conde de Kent (Pep Cruz), con una tempestad que les cae encima a todos durante más de un cuarto de hora. Todo el reparto cumple.

Un Lear vestido de cocinero
Pero este Lear no sería lo que es sin Josep María Pou, dando prueba de un enorme talento en todos los niveles, ofreciéndonos una interpretación extraordinaria. Bieito, que sitúa este Lear en una dictadura actual, ha organizado una rampa que sube al escenario desde la mitad de la platea; por ella entra violentamente Lear-Pou vestido de cocinero para repartir el pastel entre sus hijas. Es magnífico observar la transfomación de Pou a lo largo de la tragedia. Es emocionante verle convertido en un "homeless" con su carrito de supermercado, desposeído de todo, sólo con su bufón (Boris Ruíz), acompañado al final por Cordelia (Anna Ycobalzeta), la única hija que le amó y cuya muerte precede a la suya; lo es verle salir luego derrotado tras la muerte de Cordelia.Los temas de esta gran tragedia son el absurdo, la degradación, la ambición, el egoismo personal, la miseria y la vejez. Son, evidentemente, temas importantes que el Lear de Bieito refleja con claridad, crudeza y espectacularidad. Es una puesta en escena arriesgada que, sin la majestuosidad trágica del texto clásico, consigue convertirse en otro gran éxito de Bieito, de su personal y contemporáneo estilo de relectura de los clásicos. Este Rey Lear-Bieito-Pou y esta La Celestina Lepage-Espert coinciden en el alto nivel de interés y profesionalidad que ambos alcanzan siendo dos relecturas de los clásicos muy diferentes.