Image: Locura entre fogones

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Teatro

Locura entre fogones

Juan Dolores Caballero estrena en Sevilla "La belle cuisine"

16 diciembre, 2004 01:00

La compañía Del Velador en la Belle Cuisine

La compañía Teatro del Velador hace gala de un estilo esperpéntico y oscuro que la diferencia del resto de formaciones. Hoy estrenan en el Teatro Central de Sevilla La belle cuisine, de Juan Dolores Caballero "El chino", que también la dirige. Personajes marginales asaltan el escenario sevillano entonando una denuncia social articulada con un lenguaje inventado y que reivindica el poder del gesto.

La belle cuisine es otro trago largo de "teatro bruto", inspirado en Jean Dubuffet y servido por Juan Dolores Caballero con el sabor de la locura. "Refleja un submundo poblado por personajes marginales que no son definidos psicológicamente sino de forma inmediata por sus acciones. Están creados con trazo grueso", define el autor, que además dirige el montaje y es el vértice de la compañía Teatro del Velador, con sede en Sevilla.

Una de las muchas peculiaridades de La belle cuisine es la ausencia de texto comprensible, pues los personajes -llenos de "rarezas"- hablan entre sí un lenguaje inventado que recuerda al francés pero que resulta incomprensible para el espectador. En escena hay movimiento, sonido, acción, gestos... Aparece aquí una de las características de la compañía: la gestualidad. "Las palabras engañan -comenta el director-, y el cómo se dice es más expresivo que lo que se dice. Como nuestros personajes son de acción, la palabra es innecesaria". Esta puesta en escena, como las de otras obras de Caballero, tiene una gran influencia de Kantor, del género circense y de la coreógrafa francesa Maguy Marin.

Personajes esperpénticos.
Todo bulle en esta cocina: los fogones derrochan su lava en un universo donde los platos son los astros y los cocineros, pinches y fregaplatos mera comparsa. El de esta Belle cuisine es un mundo surrealista delimitado por ollas y hornillos que arden en la oscura trastienda de la sociedad de diseño a la que llena sus tripas. Inmigrantes, disminuidos psíquicos, tullidos y mujeres andróginas se convierten, en esta obra poco complaciente de Caballero -apodado "El chino"- en ingredientes principales de un plato de difícil digestión.

Por la cocina desfilan en el transcurso de un día personajes esperpénticos que, sin embargo, humanizan ese universo de olores y sabores: un chef borrachín, una mujer de la limpieza coja que ha adoptado a una gallina, una camarera permanentemente frustrada porque le hubiera gustado ser bailarina, una mujer andrógina, etc.

Difícil asimilación.
Son seres desconocidos para sí mismos, que no tienen tiempo de conocerse. "Son todos marginales y están interpretados por actores griegos, rumanos, árabes... Esta característica de outsider era necesaria para reflexionar sobre la hipocresía de la sociedad de diseño que guarda en su cocina aquello que no le interesa. El Primer Mundo triunfa a costa del Tercer Mundo".

Esta crítica a la sociedad de consumo se hace a través de una estética deforme y absurda que, sin embargo, dota a la obra de un gran sentido del humor, algo que Caballero reconoce que no estaba presente en sus anteriores montajes. Desde que en 1990 creara la compañía Teatro del Velador, sus obras han estado marcadas por el esperpento y la dureza. Montajes como P.I.T.T. El recreo, El jorobado y Svozos "contenían una fuerte denuncia social, muy dura, y con poco humor".

Este teatro sin concesiones, "bruto", que transcurre en oscuros mundos parelelos al "oficial", no tiene una calurosa acogida por parte del público. "En nuestro caso, tener una estética tan definida y peculiar es una desventaja", asegura el director. Después de su exhibición en el Central realizará una gira en la que aún es una incógnita si visitarán Madrid.