Image: Teatro Público

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Teatro

Teatro Público

¿Crisis de un modelo?

24 marzo, 2005 01:00

Dibujo de Ajubel

Con motivo del Día Mundial del Teatro que se celebra el 27 de marzo, El Cultural ha reunido en estas páginas a diez destacadas personalidades del mundo escénico para analizar el siempre controvertido modelo de teatro público vigente en España. Reflejo de las preocupaciones culturales de los gobernantes de turno, el teatro estatal ha experimentado un importante crecimiento en los últimos 25 años. La importancia que las distintas administraciones han dado a la cuestión escénica se ha visto reflejada en el aumento de teatros, que asciende en Madrid a once (a los que hay que sumar la nueva sala Olimpia y el Teatro del Canal), frente a los cinco que se censaban en 1982. En total, el sector público tiene en la capital 8.766 butacas mientras que el privado posee 13.751 (sin contar las salas alternativas). A pesar de esta mejoría, los teatros dependientes del INAEM siguen funcionando según el modelo creado en los años 80 y que ahora el director general del INAEM José Antonio Campos estudia cambiar para eliminar la burocracia administrativa -lo que ya ha sucedido con el Teatro Español y el Centro Cultural de la Villa de Madrid, que son gestionados a través de la sociedad anónima Madrid Arte y Cultura, de capital estatal en su totalidad-.
José Antonio Campos, Albert Boadella, Ignacio Amestoy, Ernesto Caballero, Blanca Portillo, Ignacio García May, Fermín Cabal, Carlos Marquerie, Juan Dolores Caballero y Daniel Martínez responden a las siguientes preguntas sobre el actual modelo de teatro público: 1.- ¿Las administraciones nacionales, autonómicas y locales deben producir y/o exhibir y/o distribuir espectáculos? 2.- ¿La programación de los teatros públicos se ajusta a unos objetivos culturales o está en función de los gustos del director artístico? 3.- ¿Debe medirse el éxito o el fracaso de su gestión? 4.- ¿Cómo ha influido la creación de centros dramáticos autonómicos y de redes de distribución en la industria?

Escaparate político
1. Simplemente las administraciones deben poner medios e infraestructuras. Cualquier otra forma de intervención entra en competencia desleal con el sector privado, o lo que es aún peor, en el dirigismo artístico promovido por la empresa más potente, que es precisamente la pública. Si tantos beneficios culturales provoca el intervencionismo ¿por qué no existen unos cines nacionales? 2. Los teatros públicos son escaparates en beneficio de la administración política que los paga. A través de ellos se da trabajo a un director afín a la tendencia política que rige la institución. Todo partido tiene detrás un grupo de profesionales que firman manifiestos y asisten a sus mítines buscando esas prebendas. Cuando se escoge a alguien independiente es únicamente para hacer una exhibición a la ciudadanía del sentido tolerante de los dirigentes, pero el tributo de vasallaje forma parte implícita del contrato de un director público. 3. Con los criterios que rigen para el resto de iniciativas, de otra forma se contribuye a la inflación artística y económica del sector. Nada tiene entonces el valor real del público sino un estatus promovido desde el poder. 4. Desde el punto de vista laboral es innegable que han proporcionado trabajo bien remunerado a bastante gente, pero la contrapartida ha sido el teatro de la corrección política. Bajo la excusa del servicio público se han venido produciendo envoltorios de diseño para contenidos que estimulan la endogamia cultural elitista. En los últimos treinta años, lo único positivo promovido por las administraciones ha sido la construcción y restauración de teatros. ALBERT BOADELLA. Director y autor teatral.


La obligación del riesgo
1. Evidentemente sí, pero no para rivalizar con el teatro privado, que tiene su propia función, sino para impulsar y promocionar proyectos de interés cultural que de otra forma no podrían competir en el mercado. La administración debe arriesgar y apostar por un teatro de calidad y sobre todo por la dramaturgia contemporánea, lo que en definitiva significa comprometerse no sólo con el presente sino con el futuro del teatro. El teatro es un bien público, y como tal debe ser entendido por las administraciones y por la iniciativa privada. 2. No creo que a ninguna administración le interese contratar a un director para que satisfaga caprichos personales, entre otras cosas porque eso iría a la larga en contra de sus propios intereses. Lógicamente cada uno tendrá sus gustos, pero no hay que olvidar que detrás de cada director hay un proyecto artístico y de gestión que se elabora en torno a los objetivos que, en cada caso, se consideren prioritarios. 3. El teatro público no tiene que competir por el éxito económico, puesto que tiene que alcanzarlo de forma natural por la calidad de sus producciones. Su rentabilidad debe medirse con criterios culturales y tratando de aumentar el grado de acceso de los ciudadanos a propuestas de valor artístico comprometidas con la sociedad a la que sirve. 4. En general, la aparición de cualquier institución pública destinada a impulsar las artes escénicas incide siempre de forma positiva en el tejido teatral de una región, puesto que genera un nuevo espacio donde los creadores, ya sean autores, directores, escenógrafos, etc., pueden desarrollarse artística y profesionalmente. Además, quizá por su mayor grado de cercanía con los espectadores de cada zona, los centros dramáticos autonómicos están demostrando ser una buena herramienta para generar nuevos públicos. JOSé ANTONIO CAMPOS. Director general del INAEM.


Atención al ciudadano
1. ¡No como tales administraciones! Sí, las unidades de producción y de exhibición, ¡dotadas de autonomía! La Comédie Française; la Royal Shakespeare Company, de 1960, o los teatros de los lander, son modelos. En cierta forma, "La Abadía". 2. Los directores artísticos -cuando los hay- y los no artísticos, por no tener estos centros esa autonomía, se ajustan, por lo general, a los intereses de la política de turno. 3. ¡Claro que debe medirse el éxito del
teatro público! No midiendo la taquilla, como el sector privado, donde prima el producto; sino desde el servicio público, donde debe de primar el proyecto. ¡Atención al ciudadano, no al consumidor! 4. Se ha llegado a la obsesión por los productos. ¡No hay proyectos! La estructura de festival triunfa. ¡No hay teatros estables para compañías estables! No preocupa el futuro. IGNACIO AMESTOY. Autor teatral y profesor de la RESAD.


Búsqueda de calidad
1. Las administraciones deben proteger el teatro que llevan a cabo los creadores, fomentando su conocimiento y disfrute por parte de la sociedad. Este cuidado debe traducirse, en última instancia, en la creación de unos centros públicos dedicados a esta labor. Desgraciadamente las cosas no siempre son así. Los teatros públicos han nacido con una voluntad redentorista para, de la mano de un prestigioso director de escena, erigirse en supuesta alternativa "de calidad" . Para ello, en ocasiones no han tenido reparos en desmantelar pequeñas compañías, llevándose a sus elementos más valiosos, ni en competir deslealmente con el teatro privado. 2. Los objetivos culturales de los diferentes centros son muy genéricos: defensa de nuestros clásicos en la Compañía Nacional de Teatro Clásico, dramaturgia contemporánea en el CDN y, en el caso de los teatro municipales, lograr que acuda masivamente el público, sin que importe la línea de programación. Desde estos presupuestos tan amplios cada director de teatro institucional programa, como no puede ser de otro modo, desde su criterio. Lo que cabe exigir es que éste se base en una búsqueda de la calidad combinada con la necesidad de comunicación con la sociedad, y no se confunda con capricho, amiguismo, sumisión al poder o puro personalismo. 3. A un teatro público no se le puede exigir una rentabilidad a corto plazo ya que en España no existe todavía una demada cultural generalizada de un teatro de arte. Sin embargo, tampoco hay que dejar que el teatro público se convierta en un club de unos pocos iniciados cada vez más ajenos a la realidad. Difícil gestión para la que se requieren políticos sagaces y sutiles que brillan por su ausencia. Es importante dotarlos de mayor autonomía con relación a la Administración, y hacer balances periódicos para valorar la gestión. 4. En general los centros dramáticos autonómicos han reproducido desde su génesis las dinámicas desplegadas por los centros públicos de ámbito estatal. En principio resulta necesario y saludable que existan sólidos teatros institucionales de ámbitos local. Sin embargo, nosotros todavía no hemos sabido trazar líneas de actuación capaces de trascender los pequeños reinos de taifas. Estas políticas de campanario, unidas a la proliferanción de gestores culturales que operan como intermediarios entre las instituciones y las compañías, están dificultando sobremanera la fluida distribución de los espectáculos.
ERNESTO CABALLERO. Autor y director de escena.


Amplitud de miras
1. Pienso que básicamente deben ser centros de producción, pero también de exhibición, como servicio público deben posibilitar que los espectadores vean montajes de otras comunidades o países. La distribución de sus producciones también debe ser pública y no estar en manos de empresas privadas. 2. Inevitablemente, la opinión y los gustos de quien dirige un teatro público van a estar presentes, por lo tanto la elección de ese director ha de fundamentarse en su experiencia y su "enfoque social" del teatro. Considero fundamental la creación de un equipo asesor, formado por distintos especialistas del ámbito teatral, para que la elección de las programaciones sea algo plural. Es necesario que éstas respondan a una amplitud de miras y a un compromiso con las necesidades culturales de la sociedad y no solo al capricho personal. 3. Creo que sí debe medirse y no solo por la afluencia de público, sino por el tipo de espectadores, la amplitud del abanico de autores, directores, etc... La misión cultural de un teatro público también es ofrecer un producto para el enriquecimiento "espiritual" de los ciudadanos. 4. Creo que han fomentado el teatro de cada autonomía. No obstante, las redes deberían estar abiertas a la recepción de espectáculos de otras comunidades, para evitar que se conviertan en cotos privados. BLANCA PORTILLO. Actriz y productora.


Presencia inevitable
1. Considero al teatro como bien público. Y como es utópico pensar que las solas fuerzas de la iniciativa privada y las leyes de mercado sean capaces de atender y preservar, en toda su rica y variada complejidad, la función social y cultural que debe tener el teatro, se hace absolutamente necesaria la presencia institucional, como agente impulsor de la actividad teatral y como garante de su accesibilidad a los ciudadanos. 2. El teatro es un arte. Y los artistas su génesis y desarrollo. No podría llamarse director artístico a quien no trasladara su propia sensibilidad y su óptica personal del hecho teatral. Otra cosa es conseguir adecuar la libertad creativa y el "gusto personal" de su director con los objetivos que deben tener claros todos y cada uno de los teatros públicos. Considero que la elaboración y cumplimiento de un contrato-programa es la herramienta idónea para armonizar esa dicotomía. 3. Naturalmente. Como cualquier gestión y mucho más si es pública. Su sistema de medidas debe estructurarse en criterios que signifiquen valores añadidos a la labor de la iniciativa privada (excelencia artística, promoción de nuevos creadores, defensa del patrimonio, acción cultural, creación de opinión, etc.), sin olvidar el criterio general de todo teatro que se precie: su aceptación por los ciudadanos (el tan vilipendiado índice de ocupación). 4. La labor de los teatros municipales y autonómicos que conforman el 95% de la distribución teatral del país, fuera de las capitales Madrid y Barcelona, han sido y son fundamentales para que se pueda hablar de desarrollo teatral de España. Los Ayuntamientos, especialmente, son merecedores de un aplauso unánime. Los centros dramáticos que se han imbricado con el tejido profesional en el que inciden, configurando mapa y estrategia complementaria y correctora de la acción privada, se han convertido en motor y foco de referencia de la acción teatral de su Comunidad. Los que no, autistas. DANIEL MARTíNEZ. Productor de Focus.


Animal muerto
1. Es evidente que, si queremos que exista cierto tipo de espectáculos que no tienen posibilidad de ser acometidos por el sector privado y que sirven de plataforma para la educación y disfrute de la sociedad en su derecho a la cultura, esto debe ser abordado por la administración, produciendo y exhibiendo espectáculos que no entren en colisión con el sector privado. 2. La mayoría de los teatros se acomodan y se pegan a los intereses de los directores artísticos, capeando con verónicas cualquier objetivo cultural de orden público. 3. Sí debe de medirse su éxito o fracaso, pero no con los criterios del mercado: no porque la asistencia sea mayor, es mayor el éxito del teatro público. Los criterios serán los de calidad. 4. Desgraciadamente, siendo un gran logro la creación de los centros dramáticos en las autonomías, han ido convirtiéndose en un animal muerto al margen de la industria teatral. Las redes, en cambio, han dado la posibilidad llegar a un público que antes estaba lejano. JUAN DOLORES CABALLERO. Director y autor teatral.


Rellenar butacas
1. Ante todo debieran ser lugares para la creación capaces de articular la relación entre los artistas y su obra, con la sociedad.La realidad es otra, tanto los grandes centros como los pequeños, están muy uniformados, en una simbiosis del teatro decimonónico y los criterios del liberalismo económico reinante. Mantienen políticas que marginan a sectores de la creación y de la sociedad; asumen ser parte del mercado sin intención de modificarlo; los criterios artísticos son cuestionables, cuando los hay, y potencian los valores históricos y obvian la creación actual; carecen de cualquier política social y cultural, que aspire a una democratización del acceso a la cultura; y fomentan la cultura del ocio y del entretenimiento. 2. En la mayoría de los casos dudo que existan objetivos más allá de rellenar una programación y el patio de butacas, intentando no molestar a nadie. Los gustos personales de los directores: o no existen, o todos se visten en el mismo sastre. 3. Por su puesto que debe analizarse la gestión de un teatro. Los conceptos éxito o fracaso siempre son falsos cuando se habla de arte, porque normalmente responden a criterios comerciales. Pero por ejemplo existen otros aspectos analizables: Relación de los artistas con el entorno social donde esta situado el teatro. Asistencia de inmigrantes y publico no habitual. Políticas de creación y programación para satisfacer estos intereses. Utilización sostenida de los recursos propios y del entorno. 4. De igual manera que antes existía un teatro para provincias, hoy hacen su aparición los "productos" para el mercado. La red de teatros públicos en España ha copado presupuestos e iniciativas, uniformando la oferta. Ha potenciado el aspecto industrial y mercantil del teatro en prejuicio de su valor artístico y social. CARLOS MARQUERIE. Autor y director de escena.


El enigma del CDN
1. En principio sí: siempre que lo Público no se convierta, como está sucediendo desde hace veinte años, en una competencia profundamente desleal contra lo privado. 2. Sin duda ninguna, está en función de los gustos personales, con independencia de que sean buenos o malos (y los gustos pueden medirse). Y la situación seguirá siendo la misma mientras se elijan personas y no proyectos. 3. Naturalmente que debe medirse.Porque si no, ¿qué es el mandato de un director? ¿Unas vacaciones? Pero para poder medir antes hay que establecer las medidas: unos estatutos para los centros públicos como dios manda que acoten lo que puede o no puede hacerse dentro de un teatro público. Que nos recuerden que el centro Público es Público porque pertenece a todos regularizando medidas que obliguen a la diversidad en la programación y con comités de dirección que sustituyan el personalismo actual, como pasa en el National Theatre de Londres. Insisto, si en vez de nombrar personas lo que se establece es una competición de proyectos la cosa irá a mejor inmediatamente. Un enigma: ¿Por qué cada vez que llega un director nuevo al CDN se cambian los logos y la imagen corporativa, con el dineral que eso supone, si lo que cambia es el director y no el centro? 4. Primero: aquí no hay industria teatral porque en vez de establecer una auténtica red que permitiera el viaje de los espectáculos por la geografía española, lo que se ha hecho es darle alas al aldeanismo, como si no tuviéramos bastante ya de eso. IGNACIO GARCíA MAY. Autor y director de la RESAD.


Leviatán estatal
1. Sólo donde no llegue la iniciativa privada debe actuar el Estado. Si hoy el Estado no pinta cuadros, ni graba discos, ni edita libros, ni rueda películas, ¿por qué tiene que producir obras de teatro? Creo que hay otras maneras de fomentar la creación artística, pero el Leviatán no quiere fomentarla, sino controlarla. 2. Nuestra tradición en los teatros públicos es cortijera. El señorito de turno hace y deshace y no rinde cuentas a nadie, mientras no se salga de la raya. Entonces se le decapita. Echo la vista atrás y veo que no se ha dado ningún caso. Todos se han portado muy bien hasta la fecha. 3. Lo mejor sería que no hubiera teatros públicos. Ahora, si los hay, no me opongo a que los midan. Pero yo hablaría también de medir la política cultural de un gobierno con un objetivo más amplio. Veo la cartelera de hoy en Madrid y , aunque ya me lo esperaba, me quedo pasmado: Brecht, Monty Python, el show de Garfield, Brisville, Peter Pan, El hombre de la Mancha made in Broadway, Darío Fo, Simón Williams... ¡ hasta Mark Twain! ¿Dónde están Buero, Sastre, Rodríguez Méndez, Sanchis, Arrabal, Miralles, Campos, Alonso de Santos, Sierra, Belbel, Onetti, Plou, Pedrero, Caballero, Del Moral, Zurro, Planell, Cunillé, Diosdado, Salom, Martín Recuerda, ... ? ¿Sabrá de quién estoy hablando la señora ministra? Y si lo sabe, ¿no le da vergöenza? Que mire la cartelera de París, de Londres, de Berlín, de Estocolmo, de Moscú, de Tokio, de Buenos Aires, de Nueva York, a ver si se entera de lo que es la "dramaturgia nacional". 4. En un arrebato mimético-socialista copiamos los planes del señor Lang hace veinte años y el remedio ha sido peor que la enfermedad. En París hay diez teatros de titularidad pública, pero hay 150 privados. Hagan las cuentas en Madrid... ¿No es un escándalo? Y no hablemos del resto de España, donde la distribución ha quedado prácticamente en manos del Estado, como si estuviéramos en una democracia popular de aquellas del Telón de Acero. FERMIN CABAL. Autor teatral.