Image: Lindsay Kemp

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Teatro

Lindsay Kemp

“Llevo toda mi vida esperando interpretar a Elizabeth I”

31 marzo, 2005 02:00

Lindsay Kemp. Foto: Yarmen y Alberto G. Ibañez

Ha sido Nijinski, Isadora Duncan y Salomé, pero tiene tanto de ellos como de Peter Pan. Lindsay Kemp trajo el reino de Nunca Jamás a los escenarios con su mítica Flowers a finales de los años sesenta, y desde entonces no ha abandonado sus coreografías coloristas de gran belleza visual donde la palabra cede ante la danza, la música y la imagen. El coreógrafo, bailarín, mimo y director regresa a la interpretación con Elizabeth I. El último baile, que se estrena el 1 de abril en el Palacio de Festivales de Cantabria. Muerte y vida se mezclan en esta obra onírica donde Kemp interpreta a la reina virgen en las últimas horas de su vida.

De pequeño transformaba su paraguas en un miriñaque y contaba historias para escapar de la grisura de su Liverpool natal. Así se fraguó el creador que tantos estereotipos ha roto a lo largo de su carrera. Flowers, Nijinski, Alice o Salomé son algunas de sus coreografías más representativas, a las que se le suma la dirección de óperas como La flauta mágica, Iris, La Traviata y Madame Butterfly -ésta última estrenada también en el Palacio de Festivales de Cantabria, que coproduce El último baile junto con otros cuatro teatros españoles-. Después de tres años sin interpretar, Kemp (1938) vive con excitación las horas previas a su regreso a la escena.

-El personaje de Elizabeth I ya le subyugó a los cinco años cuando vio en el cine Las vidas privadas de Isabel y Essex. ¿Por qué se ha hecho esperar tanto este montaje en su carrera?
-Todas mis obras se nutren de mi experiencia vital, pero el caso de la reina Elizabeth I es, quizás, el más contundente pues siempre ha sido una obsesión para mí. Toda mi vida he estado fascinado por su persona y por todo lo que ella representa: el glamour, la efervescencia cultural -representado especialmente en el teatro de Shakespeare- y el amor apasionado. Todas esas facetas ligadas a su persona me interesan mucho.

-¿Es éste el papel de su vida, más que su Divine de Flowers?
-Digamos que es el papel que lleva toda la vida esperándome. Y ahora soy lo suficientemente viejo como para interpretar a la reina Elizabeth I en esta etapa de su existencia. Siempre me ha fascinado su figura, desde su capacidad de liderazgo hasta su apasionada vida amorosa.

-¿Qué rasgos comparte con la llamada reina virgen?
-La pasión por la vida, el amor por la belleza, la tolerancia, la búsqueda de la inspiración... todo eso que conduce a la felicidad. Ella era muy apasionada, y creo que eso va a ser perfectamente comprendido por el público español, que también lo es.

La reina se muere
-¿Cuál es el retrato que hace de la reina en la obra?
-El de una gran líder que agoniza, que vive sus últimas horas sumida en los recuerdos de lo que fue su vida. Es el viaje a la mente de una mujer en el filo de la muerte que pasa revista a una existencia en la que están presentes el amor, la angustia, las dudas, el miedo y la tragedia -algo que vivió con la ejecución de su prima María Estuardo y de su amante el Conde de Essex-. Esta obra tiene un estilo muy surrealista y onírico, puesto que esos sentimientos se confunden en su memoria. Su vida es a la vez una danza dolorosa y apasionada. Ella baila porque presiente que la muerte esta próxima.

-Si Flowers fue el montaje revelación de su juventud ¿es este último baile su obra de madurez?
-Esta obra es el resumen de toda mi vida, especialmente del ahora, porque no me gusta perder el tiempo pensando en el ayer ni en el mañana. Retrata cómo me siento ahora y cómo enfoco mi arte ahora.

-¿Es éste también el último baile de Lindsay Kemp?
-No. Habrá muchos bailes después de éste, se lo puedo asegurar, aunque sigo los consejos de mi madre y bailo con la misma energía como si fuera el último, por si acaso.

-La muerte es una constante en su obra, presente en personajes como Salomé, Nijinski, Isadora Duncan, en óperas como Madame Butterfly... ¿Cómo la aborda?
-Estoy fascinado por la muerte al igual que lo estuvieron Genet, Baudelaire, Rimbaud... Es muy teatral. Me gusta su ritual y desde pequeño me interesó: las flores, los llantos, los rezos. Yo sólo intento transformar toda esa parte terrible en arte.

-Sin embargo sus espectáculos son a la vez muy luminosos y vitalistas, con un toque naïf. ¿No cree que se podría malinterpretar este estilo como frívolo?
-Sé que a veces mis montajes pueden parecer un poco frívolos pero eso es porque soy un clown, y el clown disfraza la seriedad de frivolidad. Al público le seduce más ésto que lo primero. Pero incluso mi frivolidad es seria. El ser humano necesita también divertirse; créame, ser formal cansa mucho. Hay que jugar porque tenemos tantas cosas de las que preocuparnos que o buscamos un equilibrio entre los dos polos o estamos perdidos. De vez en cuando me gusta ser infantil y sentirme como un Peter Pan que se divierte en el mundo de los niños, un universo lleno de espontaneidad y confianza. Y eso se refleja en mis espectáculos.

-¿La finalidad del arte debe ser el puro entretenimiento o se le debe exigir un compromiso con la realidad que lo rodea?
-No debemos constreñir el arte a un solo significado porque eso lo empobrece y limita su esencia. Para mí es, entre otras cosas, un medio de sublevación del alma, como hicieron Pablo Casals o Isadora Duncan, que tanto me han influido. Duncan nunca perdió la juventud de espíritu y transformaba todo estímulo e inspiración en arte para conectar con los sueños del público y darle alas. Para mí ése es su verdadero sentido: animar los sueños del público y que sueñen conmigo.

El don de la danza
-Jacques Lecoq dijo que el silencio sólo podía ser roto mediante la palabra o la acción. Usted ha elegido lo segundo, ¿por qué?
-Para mí la danza es mucho más importante que las palabras y es la puerta abierta a los sueños y la forma con la que mejor sé comunicar mis pensamientos. Afortunadamente la danza es universal, y creo que esa es la clave que me ha permitido llegar a un público tan variado y tan amplio. Yo soy un poeta cuya lengua es la danza, al igual que García Lorca comunicaba sus anhelos y miedos a través de la palabra. La danza es mi don, carezco de la destreza de las palabras, así que he tenido que labrar mi elocuencia a través del baile. Nunca he sido muy bueno con las palabras, incluso de pequeño cuando me empeñaba en interpretar Shakespeare no podía recordarlas.

-¿No cree que el mimo está desprestigiado en la actualidad?
-El mimo se ha vendido y por eso tiene ese desprestigio. Su grandeza ha sido prácticamente olvidada. Sólo Marcel Marceau sobrevive como el último eslabón de esa gran línea pero le han salido muchos imitadores, lo que ha contribuido al estancamiento del arte. Se ha convertido en algo superficial y dependiente de la técnica, y ese es un gran error. Por eso lo encuentro tan aburrido. Para mí la gran mímica está más cerca de la danza que de ninguna otra cosa.

-¿Cómo nació el personaje de Lindsay Kemp?
- Como Sherezade, de la necesidad de contar historias. Imagínate, para un niño que ha nacido y pasado su juventud en una ciudad como Liverpool, las historias eran la única forma de sobrevivir y de protegerme a mí mismo. Sin el humor tampoco habría podido sobrevivir.

-¿Por qué le gusta tanto interpretar personajes femeninos?
-Lo que me gusta es el acto de la transformación. Me divierte transformar mi aspecto en una mujer, explorar los aspectos femeninos de mi personalidad y ver cómo conquistan al resto porque eso requiere de una gran técnica. Sucede lo mismo cuando doy vida a un villano. Los malos son más divertidos de interpretar. Prefiero encarnar a Ricardo III que alguno de esos ídolos de "matinée", porque además no tengo la presencia necesaria. Me gusta presumir de mi masculinidad pero también meterme en la piel de personajes como Divine. Elizabeth me fascina porque lo encarna todo: lo masculino y lo femenino.

-En la década de los 70 revolucionó la escena con apuestas como Flowers. ¿Qué lugar cree que ocupa su teatro hoy?
-La vanguardia, en el fondo, es lo clásico. Igual que Picasso y el cubismo.

Inspiración ancestral
-¿De ahí que su inspiración esté en las fuentes clásicas?
-Sí. Lo que me inspira es lo ancestral, lo oriental -como el Kabuki y el Noh-, el teatro griego, los musicales, la comedia del arte, y la filosofía popular de La Barraca lorquiana. Yo comencé mi carrera actuando en la calle, por eso me gusta tanto el teatro popular.

-¿Qué le parece la danza que se hace actualmente? ¿Qué artistas le interesan?
-Los grandes nombres de la escena, Nijinski, Martha Graham, Paul Taylor... ellos son mis héroes. Yo veo muy poco teatro pero lo poco que veo no me inspira casi nada. Todo ese movimiento postmodernista es tan feo... Pina Bausch es de las pocas que han conseguido conmoverme. Ella tiene un espíritu hermano al mío, tiene un sentido del humor muy estimulante. Un nombre que me ha sorprendido es el de Rafael Amargo, su trabajo es sorprendente. En general, me gustan mucho los bailarines de flamenco.

-¿Cuál cree que ha sido su principal aportación al mundo de la danza y el teatro?
-Creo que mi continuación de las tradiciones ancestrales. Me gustaría pensar que he restaurado los ingredientes esenciales del teatro que amo. He aprendido de todos esos grandes bailarines anteriores a nosotros, y esa enseñanza es la que intento transmitir a mis alumnos cuando les digo que lean esos libros, o que escuchen esa música del pasado, que tengan en cuenta el cine... Hay que devolverle al teatro una de sus funciones esenciales, la de entretener, y parte de lo que hoy veo en el teatro -que no es mucho- es muy aburrido. Hay que recuperar la diversión, el glamour, la belleza, la
poesía y el alma. Es necesario conmover desde la escena y lo que veo no tiene la belleza y la magia suficiente. La gente ha dejado de creer en el poder de los sueños.

-Teniendo en cuenta su amor por la lírica y España, ¿para cuándo una zarzuela?
-¡Eso es algo que me encantaría hacer! Me entusiasma su espíritu y belleza, y creo que estoy preparado para hacerlo. (Se despide tarareando La verbena de la paloma).


La compañía de Kemp
Lindsay Kemp formó su compañía en 1964 y desde entonces ha ido sumando repertorio y colaboradores. éstos últimos son vitales en sus creaciones, asegura el director. Entre las "personas de confianza" de Kemp destaca fundamentalmente David Haughton, director, dramaturgo y actor irlandés que desde 1974 firma junto a Kemp las puestas en escena y la organización de todas sus producciones.
La presencia de Sandy Powell ha sido vital en la definición estética de montajes como Nijinski o este Elizabeth I. La diseñadora, que empezó estudiando con Kemp, ha desarrollado una carrera paralela en el cine que le ha valido dos Oscars por sus trabajos en Shakespeare in Love y El aviador.
En España, país por el que siente auténtica devoción, Kemp ha encontrado la que considera su musa: Nuria Moreno. Hija de Nuria Espert, la actriz y bailarina se incorporó a su compañía en 1981. Para ella, Kemp ha creado los personajes de Alicia, Cenicienta y la Marie de Variétè. En Elizabeth I da vida a María Estuardo y Lettice Knowles.
La pasión de Kemp por el flamenco le llevó a incluir al coreógrafo y bailarín Marco Berriel en su compañía, para la que ha creado coreografías como Rosita para Dreamdances o esta Elizabeth I. Berriel, que ha trabajado con el ballet de Bejart y la Compañía Nacional de Danza, interpreta aquí al Conde de Leicester.