Image: Terrorismo

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Teatro

Terrorismo

La Abadía lleva a escena una obra del nuevo teatro ruso

7 abril, 2005 02:00

Carlos Aladro dirige un ensayo con Lidia Oton e Israel Elejalde. Foto: Ricardo Cases

Con Terrorismo, obra que hoy se estrena en Madrid, La Abadía da a conocer un ejemplo de la actual escritura teatral rusa que representan los Hermanos Presnyakov. La obra, una reflexión sobre cómo es vivir bajo el yugo del miedo, tiene algo de visionaria, pues fue escrita un año antes del 11-S. Tras ser escenificada en numerosos países llega al nuestro en una producción dirigida por Carlos Aladro e interpretada por el elenco de La Abadía.

Durante la centuria dominada por el totalitarismo soviético casi ningún autor de teatro -quizá Bulgakov sea la excepción- trascendió en Europa Occidental, de forma que Chejov quedó durante ese largo paréntesis como el eslabón final del teatro ruso. Algunas grandes compañías y directores (Taganka dirigida por Lubimov) lograron alcanzar los festivales occidentales pero, casi siempre, con textos clásicos. Y es ahora cuando comienza a conocerse una fecunda generación de autores teatrales que, herederos de la gran tradición literaria de su país, se muestran interesados por abordar desde la escena las preocupaciones del mundo que les ha tocado vivir. La Abadía nos sirve una obra de dos de estos autores, los hermanos Presnyakov: Terrorismo, un texto estrenado en Rusia en 2002, una semana después del asalto al teatro moscovita, y que llegó al Royal Court Theatre de Londres en 2003; luego ha sido representado en numerosos países de Europa, en Australia y próximamente lo hará en Nueva York.

La producción española está interpretada por el elenco de La Abadía y ha sido dirigida por Carlos Aladro, quien define la obra como una "comedia negra teñida de un humor farsesco, a veces en la línea de Gogol, pero también una comedia de ideas. Es una obra de metáforas en donde las cosas no son lo que parecen, pues asuntos como el racismo, la corrupción o el nacionalismo se filtran en escenas que en principio parecen situaciones cómicas. En este sentido sigue la tradición de Chejov, quien se sirve de historias aparentemente domésticas para ofrecer un retrato mucho más amplio de la sociedad en la que vive".

Sin connotaciones políticas
Es evidente que una obra con un título así tiene un gran eco en nuestros días; además, permite al público hacerse una idea inmediata sobre lo que trata. Pero quizá sea una idea equivocada porque la pieza no tiene nada que ver con unas víctimas o unos verdugos con reinvindicaciones políticas, sino con una sociedad infectada por la violencia y con unos personajes que viven situaciones sociales y personales de histeria y horror. Esta amplia interpretación del terrorismo que hacen los Presnyakov, exenta de connotación política, es la filosofía que inspira la obra, tal y como expresa uno de sus personajes al final del texto: "Nos engañamos a nosotros mismos con el rollo de que alguien ahí afuera va a matarnos, cuando lo cierto es que nosotros mismos nos estamos matando".

Por la fecha en que fue escrita, un año antes del 11-S, se ha calificado a los autores de visionarios, ya que el tema que plantean -"cómo vivir bajo el yugo del miedo-", es un asunto que se ha acrecentado en los últimos años a raíz de la globalización del terrorismo. Los Presnyakov explican de esta manera las razones que les empujaron a tratar este tema: "Sentimos un ambiente en nuestra sociedad de miedo, de tensión, de desesperación. Nosotros escribimos un texto sobre gente que intenta vivir en este ambiente".

Como señala Aladro, "los autores han sido premonitorios porque han abordado una preocupación que hasta después del 11-S no se había instalado en la conciencia de la gente y que ahora se ha hecho global. Y, en este sentido, encuentro también un paralelismo con Chejov, cuando en Tío Vania plantea un problema ecologista, la tala de los bosques, a finales del siglo XIX".

Comedia de intriga
Terrorismo es también una comedia de intriga. Aladro establece conexiones no sólo con Chejov y Gogol, también con el trabajo de otros hermanos, los Coen, en la película Fargo. La obra contiene seis escenas que aparentemente no parecen ligadas, aunque sí lo están por la idea que las inspira: todas plantean situaciones de violencia, algunas son muy cómicas, otras absurdas, con personajes guiñolescos. La ligazón de estas escenas crece conforme la obra avanza, ya que los personajes saltan de unas a otras, mostrando parentescos inesperados. Es una estructura caleidoscópica que despierta en el espectador la curiosidad por descubrir las relaciones de los personajes y, a la vez, le ofrece una anatomía de la violencia y la brutalidad imperante desde distintas situaciones.

Para el desenlace los autores ofrecen una ruptura espacio-temporal que acrecienta la intriga: "En la correspondencia que he mantenido con ellos me dicen que cualquier opción por la que opte el director para explicar esta ruptura es válida; ellos no aclaran cuál es su intención", dice Aladro, "y nosotros hemos optado por una que no voy a desvelar".

Se abre el espectáculo con un hombre que intenta entrar en el aeropuerto pero un cordón policial se lo impide; han encontrado unas sospechosas maletas y los pasajeros deben esperar a que el asunto se investigue. A continuación una escena en la que dos amantes mantienen peligrosos juegos de cama. En la tercera estamos en una oficina, ha aparecido ahorcada una de las empleadas. Pasamos a dos ancianas que planean envenenar a la hija y al yerno de una de ellas. En los vestuarios de una división policial varios policías comentan los acontecimientos del día. En la última escena asistimos a una conversación entre tres pasajeros. Para esta estructura de diversos escenarios, Aladro y la escenógrafa Ana Garay se han inspirado en las famosas muñecas rusas que se encierran una dentro de otra. "La escenografía son pedazos de realidad que coinciden en un mismo espacio y que ofrece una visión de una ciudad contemporánea". Ernesto Arias, Israel Elejalde, Elisabet Gelabert, Luis Moreno, Inma Nieto, Lidia Otón, Rafael Rojas y Chema Ruíz, los miembros del elenco, dan vida a los diversos personajes protagonistas de las seis escenas.

El nuevo teatro ruso
Los Presnyakov, junto con Vassily Sigarev, son los dramaturgos más populares del nuevo teatro ruso. Este último, con apenas 27 años, ha publicado una decena de obras, entre las que destaca Plasticine y Black Milk. Su teatro bebe del simbolismo y huye de lo político, y tiene algo de la melancolía que inunda los textos de Chejov. Por el contrario, esta melancolía está ausente en las textos más oscuros y satíricos de los Presnyakov. Aunque estos son los autores más representados, gran parte de su éxito lo han cosechado fuera de su país: "Rusia vive una nueva época, una nueva era con libertad.Es una epoca interesante pero muy difícil", afirma Sigarev, "para quien cuando algo está acabando en América, algo comienza en Rusia". Por su parte, los Presnyakov se muestran más moderados sobre las posibilidades que su país ofrece: "En arte, las antiguas generaciones siguen siendo las más representadas y a los jóvenes nos cuesta trabajo entrar".


Los hermanos Presnyakov, Vladimir (1974) y Oleg (1969), y Vassily Sigarev (1978) son los dos nombres más destacados del teatro ruso actual. Los tres tienen en común ser deudores de la gran tradición literaria rusa de Pushkin y Chejov. Los Presnyakov, -nacidos en Siberia y hasta hace poco profesores de la Universidad Gorki de los Urales en Ekaterimburgo- son profesores de Historia de la Literatura y Psicología. Son también fundadores del Teatro Joven de la Universidad Gorki, y algunas de sus obras (Playing the victim, Floor convering, Bed Stories...) se han estrenado en el Teatro de Arte de Moscú. Recientemente, han dirigido Terrorismo en Hungría.