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Image: Bob Wilson tentado por el gospel
Bob Wilson tentado por el gospel
El director norteamericano convierte "La pasión de San Antonio" en una ópera-gospel
19 mayo, 2005 02:00Carl Hancock Rux (izquierda) da vida a San Antonio
El director norteamericano Bob Wilson convierte La pasión de San Antonio de Flaubert en una ópera-gospel. La obra se presenta el 25 de mayo en el Teatro Español de Madrid protagonizada por Carl Hancock Rux.
Mucho se ha escrito sobre el arte de Bob Wilson y mucho queda aún por decir mientras el director texano siga experimentando con los lenguajes artísticos sin constreñirse a las definiciones de manuales, mientras flirtee con el minimalismo junto a su amigo Phillip Glass y siga abarcando desde el diseño de mobiliario, la escultura y la pintura a la danza y la dirección de óperas. Con La tentación de San Antonio Wilson se zambulle en el mundo flaubertiano y en la música negra, utilizando para el montaje una partitura de Bernice Johnson Reagon "que abarca desde los espirituales a los himnos protestantes, pasando por el gospel, el blues y el hip-hop", dice el director.
No es habitual ver bailar y cantar en la recta final de los montajes de Wilson a los espectadores, que normalmente se quedan pegados a la silla digiriendo las altas dosis de belleza y de experimentación con que el director les sorprende a lo largo de varias horas de representación. Pero en La tentación de San Antonio Wilson tiene el acierto de envolver la obra en la calidez de la partitura de Johnson y de fijar la paleta de colores en los amarillos, rojos y verdes, subiendo la temperatura emocional en la recta final, cuando San Antonio vuelve a casa después de su odisea en el desierto.
Confiesa el creador que la figura del ermitaño le interesa desde hace 20 años. "él representa la dicotomía entre dios y el diablo, pero no lo había abordado hasta ahora porque llevar a escena temas religiosos es siempre muy complejo".
Bastante más tiempo estuvo este personaje en la mente de su creador, Gustave Flaubert; digamos que toda su vida, pues el tema goetheano de la prueba de fuerza con el diablo le persiguió desde su juventud, y con apenas 14 años llevó esa obsesión al papel en Viaje al infierno; dos años más tarde, en 1837, volvió a repetir temática en Sueño de infierno y en Smarh (1839) , considerado el embrión de La tentación de San Antonio, de la que realizó tres versiones (en 1849, 1856 y 1874). Las lecturas de Byron, Quinet, Chateaubriand y, especialmente, de Goethe le llevaron a crear la fábula de este ermitaño tentado por el diablo que, al contrario que Fausto, se resiste a vender su alma. La obra rezuma espiritualidad y Wilson ha establecido en este montaje un paralelismo entre el viaje de San Antonio y "la historia de la música y la cultura afroamericana. Existe una complejidad y una dualidad parecida entre ambas odiseas; son igual de contemporáneas".