Image: 100 años, 10 claves y 1 propuesta, por Emilio de Miguel

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Teatro

100 años, 10 claves y 1 propuesta, por Emilio de Miguel

Miguel Mihura, centenario

21 julio, 2005 02:00

Tono y Mihura con Marquerie y López Rubio vestidos de bomberos, celebrando las 100 funciones de ni Pobre ni rico...

Mihura ya me parecía un autor singular y digno de atención el año pasado, cuando sólo se cumplían 99 años de su nacimiento. Pero es ahora, al alcanzarse el centenario, cuando resultan obligadas las reverencias. Cumplamos, pues, con los ritos y, puesto que los números redondos son tan impactantes, contribuiré a conmemorar esos 100 años lanzando 10 rápidos flashes sobre su producción.

1. Mihura no procede del estudio ni de la lectura. No viaja del libro al escenario. Viene de la praxis humorística y del mundo del espectáculo. Hijo de un hombre de teatro, sabe que fabricar piezas teatrales es calcular repartos, escribir a la medida de tal o cual actriz o actor y combinar recursos para conseguir que la pieza triunfe. Profesional del teatro, escribió siempre con un ojo puesto en la taquilla. O sea, como todos los autores del mundo. Sólo que él, ajeno a poses intelectuales, lo proclamaba.

2. Mihura nació al teatro con dificultades, en caso extraño de parto no precoz sino supertardío. Postrado en cama por enfermedad durante casi un año, aprovechó el tiempo para escribir su primera obra, Tres sombreros de copa. La sorpresa llegó al rechazarle los empresarios esa pieza ("es un humor muy moderno, muy vanguardista"), que sólo subiría a los escenarios veinte años después. La espontaneidad creativa quedó herida y ya siempre hablaremos de una evolución condicionada, de acomodación a los usos comerciales.

3. Tardíamente aceptado en el teatro comercial, fue dando productos a cuentagotas. él lo atribuyó siempre a su pereza o explicando que sólo volvía a la escritura cuando desde el banco le anunciaban números rojos. No nos engañe ese modo de encubrir con pudor su autoexigencia. Si no escribió más es porque, aun habiendo claudicado para circular con éxito por los escenarios comerciales, conservó siempre un sentido de la dignidad artística que le impidió fabricar productos nacidos simplemente de una fórmula taquillera.

4. Sin aura literaria, sin bagaje libresco, sin ínfulas intelectuales, aquel autor que forcejeaba para abrirse paso en los escenarios, nunca recurrió a tópicos regionalismos de cliché, a astracanismos facilones. En época de los Quintero, el primer Arniches, Vital Aza o Muñoz Seca, prefirió dialogar con los cerebros de sus espectadores y buscar un humor dirigido siempre a la inteligencia.

5. Hijo legítimo de su época, no deja testimonio válido de la misma. No busquemos en su teatro valor documental alguno. Mihura nos ha legado personajes que son producto exclusivo de su singularísima inventiva. Unos mendigos que son sólo sus mendigos (Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario) o unas putas que sólo son sus putas (por favor, entiéndase la frase en todos sus sentidos). Quienes leemos a Garcilaso sin teorizar sobre la sociología de los pastores y a Lorca sin exigir el ADN a sus gitanos, leeremos a Mihura sin aspiraciones de saber cómo fue la vida en el franquismo.

6. Ese autor que innovó sin jugar a iconoclasta y sin escribir o suscribir proclamas teóricas sobre el género, fue capaz de idear personajes que escaparon al maniqueísmo simplón de buenos y malos. La única clasificación que admiten es aquella que los divide en marginados y acomodados o, lo que es lo mismo, en listos (los primeros) y tontos (los que convierten el rol que les toca representar en sociedad en razón única de su valía, confundiendo máscara y ser).

7. Solterón empedernido, algún superficial le tildaría de misógino o, cuando menos, podría suponerle radicalmente opuesto al matrimonio. Al matrimonio condena, desde luego, a sus personajes débiles (a la cabeza de todos, a Dionisio, de Tres sombreros de copa); al matrimonio deja llegar al inteligente que negocia e impone condiciones (Mi adorado Juan), porque el matrimonio, en definitiva, es utilizado en su teatro como símbolo de la sumisión a las imposiciones del sistema. Recuérdese en Tres sombreros de copa la prédica de Don Sacramento enumerando las estúpidas obligaciones del futuro casado y se entenderá el desprecio de Mihura por el emparejamiento burocrático. Y ya que el lector está en aquella obra, magnífico embrión de todo el teatro mihuriano, preste atención a la deliciosa Paula, como luego a tantas paulas de su producción, y no tendrá la menor duda de que estamos ante un enamorado de la mujer, ante un escritor tan monotemático que pudo decir: "Mi teatro soy yo y una mujer enfrente". Enfrente, matizo, mientras ideaba cambiar ese adverbio por una o algunas preposiciones.

8. Nombré arriba el franquismo -manera segura de entristecer la página- y aprovecho para subrayar que este autor a quien la sublevación franquista pilló en el Madrid republicano, pero que en cuanto pudo pasó a la España de los golpistas, aun viviendo tiempos absolutistas y dogmáticos, cultivó con maestría el arte de la relativización que en épocas de dictadura tiene mucho de alivio y de aire fresco. Que sus personajes sean militares, pero poco; que algunos de ellos estén casados, pero poco; que otros asesinen, pero poco… Todo ello crea un clima de escepticismo que trasciende con mucho lo que serían simples golpes de humor.

9. En tiempos como aquellos, de moralidad tan unívoca, tan impuesta y tan innegociable, Mihura escapó a filiaciones, no dictó normas de conducta. A su manera, practicaba desde su teatro un modo personal de embromar el sistema de valores impuesto. Quien, por ejemplo, en La decente, hacía que la protagonista prefiriera asesinar a su cónyuge para, libre de obligaciones de fidelidad, iniciar una relación que ya no sería adúltera, estaba contribuyendo a airear la atmósfera gris de aquellos años (como pedí arriba, entiéndase el gris en todas sus acepciones).

10.Planteó conflictos que afectarían a muchos y dio soluciones aplicables sólo por muy pocos. Supo contra qué estaba, de qué se burlaba, y se desentendió de la obligación de ofrecer modos sustitutivos de conducta o esquemas alternativos de pensamiento. Nihilista de derechas, podríamos llamarle. Ya sé que se repelen los términos de la definición. Pero también sé que son un reto a la lógica la frescura irreverente de Ni pobre ni rico sino todo lo contrario, la pulla a convencionalismos que contiene Maribel y la extraña familia o la genialidad temprana de Tres sombreros de copa. Texto este que, escrito en 1932, absurda, ilógicamente hubo de esperar, como dije, veinte años a que un grupo universitario lo desempolvara en 1952.

(Por cierto, atendiendo a esos veinte años de creación libre que le robaron, ¿por qué no postergamos veinte años la celebración del centenario de Miguel Mihura y lo pasamos a 2025? Ya no coincidiría con cumpleaños alguno de El Quijote y el gran Miguel no dejaría en penumbras al nuestro. Y aunque ni con esa segunda oportunidad es seguro que se dieran por enterados los responsables culturales de este país, sería un guiño apropiado a quien tanto coqueteó con el absurdo).

Emilio DE MIGUEL

[Emilio de Miguel es autor de El teatro de Miguel Mihura.]


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