Image: La Scala baila en el Real

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Teatro

La Scala baila en el Real

El ballet italiano se presenta el 6 de septiembre con piezas de Balanchine, Béjart y Robbins

1 septiembre, 2005 02:00

Escena de La Consagración de la Primavera, de Maurice Béjart

El Teatro Real comienza la nueva temporada con el Ballet del Teatro de La Scala de Milán, compañía cuya larga e ilustre trayectoria está íntimamente ligada a la historia del ballet europeo. El programa reúne coreografías de Balanchine, Robbins y Béjart.

Desde que el teatro de La Scala fue inaugurado en 1778 su Ballet ha aportado a la danza figuras clave como el innovador Salvatore Viganó, -que desarrolló el papel del cuerpo de baile-, el bailarín, maestro y teórico Carlo Blasis, -que tuvo un papel decisivo en el desarrollo de la técnica del ballet clásico-, y más adelante el gran maestro Enrico Cecchetti, tan importante para la formación de los bailarines rusos y, en la última etapa de su vida, director de la ilustre escuela del Ballet de La Scala. La apertura de la compañía italiana a bailarines internacionales y la exportación de figuras ilustres de la danza procedentes de La Scala, especialmente durante la Rusia imperial, tuvieron una gran importancia para el desarrollo de la danza escénica occidental. Bailarinas asociadas con La Scala y su escuela fueron Marie Taglioni, Carlotta Grisi, Fanny Cerrito, Lucile Grahn, Pierina Legnani, y más recientemente la gran Carla Fracci, Luciana Savignano, Paolo Bortoluzzi o Alessandra Ferri. La compañía guarda en su repertorio grandes clásicos (incluídos varios montajes realizados por Rudolf Nureyev) y obras destacadas de los coreógrafos más representativos del siglo XX, entre ellos Michel Fokine, Léonide Massine, George Balanchine, Roland Petit, John Cranko, Kenneth Macmillan, John Neumeier, Maurice Béjart, Jerome Robbins, Jiri Kylian o William Forsythe.

Para su temporada en el Teatro Real el Ballet de La Scala, bajo la dirección de Fréderic Olivieri, ha elegido un programa triple: Tema y Variaciones de Balanchine, The Cage de Jerome Robbins, y como contraste al repertorio estadounidense, La Consagración de la Primavera de Maurice Béjart, todos incorporados el año pasado en el repertorio de la compañía. En 1947 Balanchine recibió un encargo de los directores del American Ballet Theatre: la creación de un ballet con la música del último movimiento de la Suite n°3 en Sol Mayor para orquesta de Tchaikovsky que podría aprovechar la técnica y elegancia del bailarín Igor Youskevitch. La obra, de media hora, con 12 variaciones para la pareja principal, solistas y cuerpo de baile, fue creada en un tiempo récord de 39 horas y le aportó al coreógrafo renovador la oportunidad de rendir un inteligente homenaje a la gran tradición del ballet ruso que le había formado, a Petipa y al compositor, en cuya partitura se apoyó Balanchine.

Insectos como inspiración
Cuatro años más tarde el New York City Ballet, dirigido por Balanchine, estrenó un nuevo ballet del americano Jerome Robbins, coreógrafo estable de la compañía, conocido también por sus excelentes creaciones para el teatro musical en las cuales la danza asumía un papel principal y orgánico. Se trataba de The Cage (La Jaula), con música de Igor Stravinsky, una dramática y despiadada visión del mundo de los insectos donde las hembras devoran a los machos una vez terminada la copulación. El crítico Edwin Denby describió The Cage como "implacable, disciplinada, de visión clara y precisa".

Para terminar, una lectura particular de La Consagración de la Primavera, estrenada con gran éxito en 1959, en la cual un joven Béjart, que hasta entonces prefería investigar corrientes más contemporáneas, volvió a una partitura compleja ya explorada por otros coreógrafos, para convertir la historia del sacrificio ritual en un himno vitalista y universal al amor.

Las seis actuaciones de la gran compañía italiana (los días 6, 7, 8, 9 y 11) constituyen el 50% de la programación anual de danza del coliseo, que más adelante se completará con la invitación al English National Ballet. La creación de un público interesado por la danza, fiel, informado y capaz de realizar una crítica fundamentada es una labor de años. Requiere una visión comprometida, paciencia y voluntad presupuestaria y mediática. Cuesta comprender por qué uno de los pocos teatros públicos de España capaces de realizar una programación de gran formato relega la danza a una presencia meramente simbólica.