Teatro

Domingo Miras

“Sé que si escenifican mis obras las degradarán”

5 enero, 2006 01:00

Domingo Miras. Foto: Antonio Heredia

La Asociación de Autores de Teatro (AAT) ha reunido en dos volúmenes los 19 títulos más destacados de la obra dramática de Domingo Miras. Artífice de un teatro "para ser leído más que representado", Miras ha rastreado a menudo la Historia de España en busca de episodios que le facilitaran hablar del tema que preside todo su teatro: la lucha por la libertad.

Domingo Miras (Campo de Criptana, 1934) se queja de que no tiene tiempo para leer, que tiene pendiente muchas "relecturas, sobre todo, de clásicos"; se ha alejado de la escritura. Su última obra es del pasado año, Los que obedecen, "una pieza pequeña, contenida también en los dos volúmenes de la AAT, que escribí y con la que quise conmemorar el año cervantino". Así que el autor volvió al siglo XVI y al XVII, un periodo en el que suele ambientar sus obras, con la excepción de sus títulos más tempranos y de los mitológicos.
-Me resulta gratificante personarme en estos periodos y como leo con mucha frecuencia a los clásicos y estoy muy familiarizado con ellos, me divierte entrar en su mundo. Cuando se escribe, más que la facilidad se busca la diversión.

-Funcionario de profesión, usted fue un autor tardío.
-Sí, bastante tarde, para mi la literatura fue siempre un objeto de lectura. Me aplico el dicho de que leyendo recibo y escribiendo doy y yo soy egoísta, prefiero recibir.

-¿Por qué eligió escribir teatro?
- Quizá fue porque el teatro me planteaba un desafío especial, tiene unos requerimientos técnicos muy específicos que no se dan en la novela. Cuando empecé a escribir quise saber si era capaz de dialogar sobre un determinado tema. Lo hice, fue bien recibido y después ya me sentí en la obligación de cumplir con un compromiso. Es decir, que se abre el camino fácilmente al principio y cuando te quieres dar cuenta ya estás en ese camino. Pero pienso muchas veces que hubiera preferido escribir literatura. Me da envidia ver a mis amigos que cuando acaban de escribir un libro nadie lo toca, mientras en el teatro son muchos los que lo manosean.

-Pues los autores de teatro se quejan de que nadie toca su obra.
-Se supone que cuando uno acaba el texto, es cuando éste debe comenzar a vivir. Pero yo de eso nunca me he ocupado, soy un vago terrible. algo que considero incorrecto. Si se ha escenificado mi teatro es porque han venido a interesarse por él.

-¿Eso explica que su obra haya sido poco escenificada?
- Creo que me han montado más de lo que merezco, pues casi todas mis obras han sido representadas. Y creo que me han montado más todavía si me comparo con mis compañeros de generación, con las excepciones de aquéllos que están en compañías o en grupos de teatro.

-Cuándo habla de su generación ¿a qué autores se refiere?
-Yo me considero un híbrido de dos generaciones, de la realista encabezada por Buero Vallejo, y de la llamada del Nuevo Teatro Español o generación simbolista.

-Su obra más simbolista, de De San Pascual a San Gil (ambientada en el final de la monarquía de Isabel II) fue una obra polémica.¿Por qué?
-Se estrenó en un momento muy especial, aunque la escribí antes de la muerte de Franco. Era una sátira directa, una obra muy agresiva y cuando se estrenó, en 1980, provocó mucho escándalo. Por eso, pensé que sería menos virulento seguir por el sendero del siglo XVII.

-¿Fue el sortear la censura lo que le llevó al teatro histórico?.
-Cuando se estrenó de San Pascual a San Gil la censura oficial ya no existía, sino que se trataba de esquivar la censura del público en general, de la gente que se asusta, una censura espontánea, congénita. Pero bueno, el tema de mis obras siempre ha girado en torno a la libertad, de aquellos que pueden alcanzarla y de los que pierden su oportunidad, y lo mismo da que sea en el siglo XVII que en el nuestro. Si uno analiza la Historia del Teatro se da cuenta de que, por ejemplo, Eurípides ambienta sus tragedias en un tiempo muy anterior al suyo, como Lope o Shakespeare. En cambio, los cómicos siempre hacen un teatro de la actualidad, se burlan de asuntos del momento, lo hacía Aristófanes.

El presente desde el pasado
-¿Está de acuerdo cuando clasifican su teatro de histórico?
-Yo no hago tanto un teatro histórico de sucesos que están documentados, sino historicista, ya que evoco fenómenos que pueden haber ocurrido o han ocurrido. En Las brujas de Barahona me baso en un episodio histórico que trato con ironía, mientras en La Saturna son elementos novelescos que desarrollo por mi cuenta. Pero el común denominador de una u otra tendencia es que están situados en el pasado. La historia tiene una ventaja, los datos y los hechos que cuenta están cerrados, concluidos, se conoce su desenlace. En cambio, en la comedia, no, pues llega un momento en que sus temas dejan de interesar. Con un asunto histórico se puede hablar del presente.

-En sus obras hay también una imitación del castellano antiguo.
-Sí, lo imita. Procuro evitar el vocabulario antiguo y opto porque sea la sintaxis la que sugiera ese lenguaje. Las acotaciones son divertidas para el autor, pero también sé que son lo primero que tachan los directores. Hace relativamente poco escribí precisamente una obra corta sin ninguna acotación, sólo diálogo: Dos monjas. Luego me arrepentí.

-En su obra los personajes femeninos destacan por encima de los demás, y entre ellos, sobresalen las brujas. ¿Por qué?
-Porque las mujeres tradicionalmente han sido privadas de libertad y, por tanto, la han reivindicado con mucha energía, al menos aquellas que les ha interesado, eso me parece ejemplar. Y un caso típico de mujeres privadas de libertad han sido las brujas que la han buscado por un camino totalmente heterodoxo: si la sociedad dominante les impone unas reglas, hacen todo lo contrario; si hay que vivir de día, ellas de noche...en definitiva, ejercen la libertad.

-Y a todas aguarda un destino trágico.
-Sí, claro, cuando se escribe con afán de provocar la catarsis, hay que irse a lo triste.

-¿Sigue pensando que Las brujas de Barahona es su obra más ambiciosa?
-Sí, en cierta forma, fue una obra que concebí con una gran ambición. La escribí después de La venta del ahorcado, en la que aparece una sedicente bruja totalmente inofensiva, un personaje con el que disfruté mucho y que me llevó a pensar en las ocasiones en que habían salido las brujas a escena, y comprobé que éstas aparecen siempre de una forma fugaz, a pesar de que, por ejemplo, en Macbeth deciden la función. Decidí crear una obra en la que las brujas fueran las protagonistas, llevaran todo el peso de la obra. Yo me preguntaba por qué antes no se había escrito algo semejante; seguramente, porque las brujas son unos seres con una vitalidad tan agresiva que sería insoportable que estuvieran todo el tiempo en escena; pero lo que antes daba miedo ahora no lo da y, por tanto, podría intentar hacerlo. Y escribí la obra. Pero claro, la obra no se puede montar.

Brujas, sapos y culebras
-¿Por qué?
-Bueno, en las acotaciones se indica que en la escena del aquelarre aparecen sapos y arañas que saltan por encima del público y todo eso.

-La obra ya se montó en la Expo de Sevilla, ¿no?
-Sí, pero no me convenció.

-Y ahora ¿le han pedido montar alguna de sus obras?
-No. Es lógico que se monten aquellos autores que trabajan con compañía. Pero los autores tradicionales que escribían en su torre de marfil, los autores de "gabinete", siempre pensaban que iban a ser objeto de una especie de pública adoración; los realistas, en el sentido literal de la palabras, es decir, los que no tenemos grupo y hemos escrito cosas difíciles, ambiciosas, con muchos personajes y espacios, sabemos que si nos montan va a ser una degradación del espectáculo que tenemos en nuestra cabeza y, entonces, no me da ninguna pena que no me monten. En general no he quedado demasiado contento, alguna excepción hay, con los espectáculos de mis obras.

-Parece como si escribiese para ser leído, más que escenificado.
-A juzgar por el resultado que he obtenido en los montajes, diría que sí. Pero en principio, no: escribo para ser montado y cada vez que lo hacen me da ilusión.

-¿A qué achaca esa dificultad para escenificar su obra?
-Quizá sea culpa mía. Escribo un teatro más literario que teatral.

-Como Valle.
-Sí, Valle es otro caso típico, no he visto todavía una obra suya que me guste más que leída. Mientras que las obras mediocres se pueden hacer grandiosamente, las grandes obras son difíciles de montar. De Shakespeare, que precisamente escribía al pie del escenario, no he visto ningún Hamlet que supere su lectura.

-¿De qué depende pues la existencia escénica de un autor?
-Cada época tiene sus modas y en la actual depende de que el autor esté interrelacionado con un medio escénico. con una compañía; más que autores son gente de teatro. En cuanto a los autores que escriben en su gabinete, esos no tienen nada que hacer ahora, pertenece a un periodo histórico muy concreto que fue el de la deificacion de la literatura.