Teatro

Don Duardos

Gil Vicente entra en la Compañía Nacional de Teatro Clásico

9 febrero, 2006 01:00

Foto: Antonio Heredia

El repertorio de la CNTC se amplía y da entrada al teatro renacentista de Gil Vicente. Su Tragicomedia de Don Duardos, ejemplo de un teatro más lírico que dramático y portavoz del ideal del amor cortesano, sube el 9 de febrero a la escena del teatro Pavón de Madrid. Es la tercera obra del autor que dirige la joven Ana Zamora.

La perseverancia de Ana Zamora con el teatro de Gil Vicente la convierte hoy en una de las directoras jóvenes más singulares de nuestra escena, empeñada en investigar el escasamente divulgado teatro renacetista y en acertar con una fórmula para su escenificación. Tratándose de un teatro más lírico que dramático, testigo de una sensibilidad alejada cinco siglos a la de nuestros días, la cosa no es fácil. Pero la buena recepción que tuvieron sus dos espectáculos previos, Auto de la sibila Casandra y Auto de los cuatro tiempos, en los que la directora conjugó actores, títeres y música, la animaron a seguir por el camino iniciado. Ahora se enfrenta a la más ambiciosa de las obras escritas en castellano por el autor portugués, Tragicomedia de Don Duardos. En esta ocasión no es una producción sufragada por su compañía de nombre vicentino, Nao d’Amores, sino un encargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) que dirige Eduardo Vasco y de la que es ayudante de dirección. Si la mayor disposición de medios distingue esta producción de las citadas, también la forma de trabajo que ha seguido. Desde que la CNTC ha recuperado la fórmula de compañía de repertorio, con tres elencos estables, se busca una mayor implicación de los equipos. "El elenco ha defendido una dramaturgia hecha a su medida, entrando y saliendo con pasmosa naturalidad de distintos registros interpretativos, cantando, bailando, tocando instrumentos, trabajando luchas de espadas, manipulando títeres. El resultado es un verdadero trabajo de compañía, que ha requerido el abandono de egos y lucimientos personales para trabajar en una dirección común", explica la directora. Un equipo que, además, ha contado con la colaboración de David Faraco, un experto en títeres y habitual de Zamora y Vasco, y por Alicia Lázaro, para los arreglos musicales.

Caso de bilingöismo
Gil Vicente fue un autor portugués (¿1460-1536?) que escribía también en castellano y que incluso mezclaba los dos idiomas. De las 44 obras dramáticas que nos han llegado, once son en castellano y quince en portugués. Citando a Paul Teyssier, hay tres razones que explican este bilingöismo. Por un lado, la tradición literaria seguida; Tragicomedia de Don Duardos, por ejemplo, se basa en la obra de caballerías española Primaleón, por lo que Gil Vicente utiliza la lengua de su modelo. Hay también un propósito de verosimilitud, ya que el autor se inspira en tipos humanos que lleva a la ficción en su idioma original, ya hablen el dialecto salmantino "sayagués", castellano, francés o en jerga gitana y aún cuando los otros personajes de la obra hablen portugués. Y, por último, en el siglo XVI la literatura castellana fue mucho más rica que la portuguesa y un hombre culto como Gil Vicente la conocía; además, la corte lusa fue también bilingöe, pues las tres mujeres del rey Don Manuel fueron españolas, así como la de Juan II, y Gil Vicente era su dramaturgo oficial. Se encargaba de organizar los espectáculos para las fiestas religiosas y profanas que se representaban en palacio y no se limitaba a escribirlos y dirigirlos, participaba en ellos como actor y también como músico. Como dice Zamora, "era un hombre de teatro total".

Idea del amor
Escribe para la corte, pero su teatro bebe de fuentes diversas. De las mascaradas y momos portugueses que él mismo organiza en palacio (especie de espectáculos previos a la celebración de justas o torneos y que están en el origen mismo de Don Duardos), pero también de los actos litúrgicos, de los cancioneros populares y de los libros de caballerías. Su teatro tiene también referencias de coetáneos suyos como Juan de la Encina o Lucas Fernández. Ensaya varios géneros (autos, farsas, alegorías, comedias románticas) y la temática abarca desde cuestiones religiosas, a asuntos morales o comedias románticas. La Tragicomedia de Don Duardos, escrita en 1522, recoge el espíritu renacentista que se abría paso en su época; su concepción idealizada del amor y la mística del dolor que produce ese amor es propio de la poesía provenzal.

Un ilustre estudioso de la obra del autor y del castellano que empleaba, Dámaso Alonso, dijo de Tragicomedia de Don Duardos que es "una de las obras más poéticamente bellas". Ahora habrá ocasión de comprobarlo servido por un elenco de 18 actores y cuatro músicos, en el que figuran Francisco Merino, Fernando Cayo, Clara Sanchis, Arturo Querejeta o Nuria Mencía, entre otros. Es el mismo elenco que ha protagonizado El castigo sin venganza y que, operando ya como compañía de repertorio, estará en disposición de alternar estas dos piezas.


Ana Zamora
"No estoy en la Compañía para hacer rockanroles"

-¿Cómo explica la presencia de un escritor renacentista y portugués en el repertorio de la CNTC?
-Tiene que ver con la propuesta de Eduardo Vasco de abrir el repertorio a los antecedentes de nuestro teatro barroco como es el caso de Gil Vicente, pero también a sus sucesores, como Ramón de la Cruz, de quien la Compañía representará sus Sainetes y que dirigirá Ernesto Caballero. Gil Vicente es un caso extraordinario de bilinguismo, ya que siendo portugués escribía en las dos lenguas y hemos tenido la suerte que escribiera Don Duardos en castellano.

-¿Cuál ha sido la dificultad de montar una obra casi parateatral?
-Don Duardos tiene más de lírica que de dramática y, claro, no es una comedia al estilo de Lope, no desarrolla una acción. Por el contrario, alcanza momentos muy intelectuales y, aunque dice cosas maravillosas siguiendo el modelo del amor cortesano, me planteaba el problema de su recepción en los espectadores de hoy. Es una obra muy simbólica, hay que analizar sus símbolos; en nuestra adaptación, he tenido que armar una dramaturgia, hacer un trabajo de cortar y pegar, con la finalidad de retomar el espíritu renacentista de la pieza y hacerlo comprensible.

-Dice que no ha querido hacer un montaje vanguardista ni transgresor, sino experimentar con una teatralidad primitiva y básica.
-Creo que cuando Eduardo Vasco me llamó para colaborar en la Compañía fue para que siguiera en la línea que habíamos empezado a investigar, la del teatro renacentista, no para hacer rockanroles o lanzar proyecciones en el escenario. Este teatro está concebido para ser dicho, se fundamenta en la palabra no en el adorno.

-Este elenco alternará la representación de este espectáculo con el de la tragedia de Lope El castigo sin venganza, ¿Cómo se apaña la Compañía con dos estilos interpretativos tan distintos?
-Viajo con ellos en la gira de El castigo sin venganza y hemos aprovechado los ratos libres para ir preparando este montaje, pues queríamos que el elenco viviese el proceso de producción desde sus orígenes, que tuvieran tiempo para formarse. Han participado en un taller de danza clásica a cargo del especialista Lieven Baert, autor de las coreografías, también en uno de verso a cargo de Vicente Fuentes. Creo que es un trabajo muy distinto al que habitualmente se hace en otros teatros nacionales de nuestro país. Hemos ensayado casi dos meses y hemos querido que los 18 actores, los cuatro músicos y todo el equipo técnico trabajase en una dirección común. La Compañía nos ha dado todas las facilidades y medios del mundo y no sé cómo será el resultado, pero si sé que ha sido un trabajo hecho desde la coherencia.