Teatro

De Filippo vuelve con la ternura animal de Filomena Marturano

2 marzo, 2006 01:00

Concha Velasco y Hector Colomé protagonizan la obra, en la que actúa también Selica Torcal (Izda.)

A pesar de lo popular que es en Italia, Eduardo de Filippo no ha sido un autor muy difundido en nuestro país. Angel Fernández Montesinos ha rescatado la misma obra que estrenó en 1979, con Concha Velasco de protagonista: Filomena Marturano. La actriz, que hoy se siente desde el punto de vista personal más cercana al personaje que entonces, vuelve a liderar el elenco. La obra se presenta mañana y pasado en el Teatro Cuyás de Las Palmas, dentro de una gira que la llevará también a Orense y Zamora.

Eduardo de Filippo no es autor que goce en España de una reputación entusiasta y un reconocimiento popular, pese a algunas incursiones en su teatro de grupos de alcance reducido y pese al eco de Filomena Maturano hace un cuarto de siglo. Angel Fernández Montesinos y Concha Velasco pusieron en 1979 Filomena Marturano; y esa es una referencia incuestionable en nuestro país. Otros ecos han llegado de este hombre de teatro, puro y primigenio, hombre de cine también, a nuestra ambiente cultural: Sergi Belbel estrenó en 2002 en el Teatro Nacional de Cataluña Dissabte, diumenge i dilluns (Sábado, domingo y lunes), protagonizada por Mercedes Sampietro y, luego, en su reposición, por Anna Lizaran; el libro de Isabel Fernández Valbuena, Eduardo de Filippo, un teatro, un tiempo; y una edición de la Asociación de Directores de Escena de El arte de la comedia. Es ésta una de las piezas más representativas o, cuando menos, de más clara filiación pirandelliana , de Eduardo de Filippo. Pirandello es, sin duda, una de las fuentes nutricias del autor napolitano; pero son sus raíces farsescas y humorísticas y su condición de teatrero total -autor, director, actor- lo que define su verdadera naturaleza escénica. Para el genio lúdico e irreverente de Fellini era esa totalidad sin fisuras la esencia del fecundo y plural teatrista. El cineasta lo recuerda como piedra angular de sus emociones de adolescente. Y, con admiración indisimulada, evoca su imagen: un agitador insurgente y festivo en un clima generalizado y asfixiante de parafernalia fascista: la hipérbole desenfadada de la farsa contra el fascismo hiperbólico y grotesco; la golfería napolitana contra la retórica de los jerarcas del fascio.

Para algunos -Isabel Fernández Valbuena cita entre ellos a Silvio D’Amico- el entronque de Filomena Marturano con el mundo pirandelliano reside en la afectividad y el sentimiento familiar; Filomena Marturano representa la vertiente sentimental de la familia, "la paternidad reconocida sobre todos los hijos del pecado". Filomena es una prostituta, madre de tres hijos de diferentes padres, cuyo amante y protector, Doménico, la margina en beneficio de una esposa joven. En 1979 fue un éxito, uno de esos éxitos que marcan una vida. Cuenta Concha Velasco en el libro de Andrés Arconada, Diario de una actriz, que cuando le ofrecieron el mítico papel, estaba enamorada y embarazada de Francisco Marsó y que todo le parecía maravilloso. Sucedió aquel espectáculo en el año 1979, en plena transición de la dictadura a la democracia. Y aunque muchos presagiaran ya funestos augurios, los albores de la libertad parecían a casi todos maravillosos y llenos de esperanza. Como a Concha su indómito amor por Paco Marsó, su exultante embarazo y su jubilosa maternidad.

Amante vieja y esposa joven
Con esa carga inmensa de felicidad sobre los hombros, parecía difícil que Concha Velasco pudiera hacer un personaje como el de Filomena, una puta resabiada; pero lo hizo. Y hubo que envejecer su aspecto pues la edad de Filomena está más cerca de los sesenta que de los 39 años que la Velasco tenía entonces. De lo demás se encargó su talento de actriz. Sazatornil, Saza, hacía el Doménico, Arteche la adaptación y Angel Fernández Montesinos, firmó, como director, uno de los mejores trabajos de su vida. Vuelve el equipo, menos Saza, que ya no está para trotes, danzas y compromisos con amante vieja y esposa joven; arduo trabajo conciliar espolones y ternuras. Concha Velasco ya no es la misma, y habrá de verse si lo somos nosotros, los nerudianos de entonces. Concha Velasco tiene 26 años más y, en sus ojos, menos lumbre y felicidad que entonces; no está ni radiante ni embarazada y, al parecer, Paco Marsó, su gran amor, ya no la quiere.

Todo esto la aproxima a las amarguras de Filomena y no sé si le facilita el material suficiente para la revancha de un personaje envenenado de rencores y frustracciones. Concha Velasco considera que a su edad, 39 años que tenía en el estreno del 79 más los 27 transcurridos desde entonces, puede identificarse mejor con las tristezas de la infortunada Filomena. Angel Fernández Montesinos también lo cree. Respecto a Héctor Colomé, su escuela está muy lejos de la comicidad de Sazatornil; es es un actor sólido y roqueño. Pero esto ya se sabe que no es lo más importante; en teatro, vivir, sentir y sufrir "de verdad", las peripecias de un personaje, importa menos que la capacidad y la técnica para transmitir con verosimilitud, los sentimientos: paradojas del comediante. Esto podrá hacer pensar que algunas cosas deben de haber cambiado en el enfoque del montaje. Si han sido para bien o para mal lo veremos no tardando mucho.

Mientras tanto hay que celebrar la presencia de Eduardo de Filippo, muerto en 1984, en plenitud de su gloria y tras haber sido ascendido por Sandro Pertini a la dignidad política y social de senador vitalicio.

Filomena Maturano es una piedra de toque para una gran actriz; así lo ha sido y así seguirá siéndolo. Dicen que con ella pasó a la posteridad, con gloria inmarcesible, Titina de Filippo, hermana de Eduardo, muerta del corazón en 1963, tras un tiempo retirada de los escenarios. Eduardo fue el inspirador y alma rectora de la troupe de los De Filippo hasta que las desavenencias con su hermano Peppino empezaron a cuartear la fecunda asociación. Peppino apuntaló la vena popular, cómica y napolitana, tan cara a Federico Fellini; Eduardo prefirióo acentuar un sesgo dramático e intelectual de mayores ambiciones. Como ya está dicho Eduardo de Filippo entronca con Pirandello sin renunciar del todo a lo popular y cómico: el teatro como materia de sí mismo, teatro como reflejo de la calle, teoría y locuacidad, gesto y reflexión, llanto y risa ; la vida, en suma.

La ficción escénica
En El arte de la Comedia, por ejemplo, hay un homenaje explícito, un reconocimiento a la cumbre pirandelliana, de Seis personajes en busca de autor; en ella se plantea el problema de la identidad entre personaje y actor, entre realidad inventada y verosimilitud realista. Realidad y representación, un juego de espejos que va más allá del "teatro dentro del teatro" y de sus contradicciones posiblemente insalvables.

A fin de cuentas, todo es teatro; aunque juguemos a inventarnos distintos planos y distintas configuraciones, éstas siempre confluyen en una sola: la ficción escénica. Desde dentro, desde el discurso íntimo del autor y el actor, son meros recursos que amplían las posibilidades creadoras; desde fuera, para el espectador interesado en los intríngulis teatrales o para el espectador a secas, son una complejidad más, un nuevo enigma unido a otras enigmas y complejidades. De todo este mundo es exponente Eduardo de Filippo y bienvenido sea. Y bienvenidas 27 años después, Filomena, la puta amantísima y resabiada, y Concha Velasco, la jubilosa actriz del cine y el teatro, la mujer triste que empieza a pedirle cuentas a la vida, tras haberla vivido a tope. En definitiva, aquí no se dilucida el paso del tiempo ni la verdad de la vida. Está en cuestión algo consustancial a todo el teatro y, en especial, al de Eduardo de Filippo: la verdad fingida del arte.