Teatro

Irán

Portulanos

27 abril, 2006 02:00

En los Zurkhane, las Casas de la Fuerza, donde tiene lugar la tradicional lucha persa, el público es recibido por músicos que les entretienen tocando antiguas melodías. Después, el murshed o murabbi se sube a un pequeño púlpito y declama fragmentos del Shah Nameh, El Libro de los Reyes del gran poeta Firdusi, el equivalente persa de Homero. Entonces los luchadores, los pahlawans (acaso George Lucas sacó de aquí el nombre de los aprendices jedi), se inclinan y besan el suelo antes de iniciar el combate. El novelista Larteguy, testigo de una de estas sesiones, la comparaba, estupefacto, con un combate de boxeo en el que el árbitro recitara a Shakespeare y los boxeadores fueran artistas. Nunca hablamos del teatro persa, e incluso hay quien cree que en aquel lugar del mundo no existe tal cosa; son bárbaros, ya se sabe. Pero ya el rey sasánida Koshro Parviz apreciaba a los cómicos, y el arte de la época recoge su actividad. Cuando Peter Brook acudió al Festival de Shiraz se sintió fascinado por el ta´zyeh, ese espectáculo tradicional que, desde hace siglos, narra el martirio del Imán Hussein, nieto del Profeta, durante una lucha entre chiítas y sunitas. Resulta que sí hay teatro y que además nos sirve para entender algunas de las cosas que pasan por allí... Brook descubrió también el ru-hozi, el teatro cómico persa, basado en los arquetipos locales y en la improvisación. Algunos investigadores consideran que es una variante oriental de la commedia dell´arte; en todo caso, y en términos dramatúrgicos, son parientes cercanos. De Persia vienen también aquellas danzas enigmáticas que Gurdjeff enseñó al mundo, y que Lepage reprodujo documentalmente en La geometría de los milagros, danzas cuya misión no es la de entretener al espectador, sino enseñarle las medidas sobre las que se articula la tradición, el orden primero de las cosas. Un día de estos, algún hijo de puta bombardeará Irán, con la excusa de que allí no hay más que malvados e incultos terroristas. Entonces, los pijos de siempre buscarán en la Espasa para mirar dónde queda Teherán y poder así escribir el nombre, correctamente, en alguna pancarta sin utilidad alguna.