Teatro

La inteligencia

Portulanos

8 febrero, 2007 01:00

Resulta asombroso, y muy gratificante, comprobar la atención con la que el público sigue, a teatro lleno, las representaciones de El enemigo del pueblo en el CDN. Hay razones para ello: en primer lugar, el montaje es espléndido en todos sus aspectos, desde un reparto inspiradísimo hasta un espacio escénico que consigue ser espectacular sin volverse nunca caprichoso. Además, el texto ibseniano, con sus 120 años a cuestas, mantiene intacta, no ya su actualidad, sino su contundencia, trasmitida ejemplarmente por la puesta en escena. El aplauso clamoroso que los espectadores dedican a los actores en el saludo final no es sólo una muestra de aprecio hacia su labor interpretativa, sino también algo mucho más importante: una manifestación de agradecimiento de ciudadanos que se sienten tratados con respeto e inteligencia. Pero es que unas cuantas calles más arriba, en el Bellas Artes, sucede lo mismo con ¿Quién es Sylvia?, esa cruel ¿comedia? de Albee con título shakespeariano en la que un hombre se enamora perdidamente de una cabra poniendo en cuestión, con ello, la autenticidad de ciertas poses tolerantes, y de la cual sale el público debatiendo en voz alta. Según cierto discurso seudoprogre muy en boga, el único teatro interesante se hace hoy en los espacios alternativos, mientras que los teatros públicos se dedican al amiguismo y el escaparatismo y los privados a la cínica fabricación de billetes. Pero tenemos aquí sendos ejemplos, y no son en absoluto excepcionales, de un teatro público y otro privado que obligan al espectador a reflexionar con entusiasmo mientras el alternativismo se hunde cada vez más en un esteticismo manierista que no lleva a ninguna parte. Aunque el tema aquí es éste: si la gente está volviendo al teatro, y está volviendo, y no sólo a los musicales, digan lo que digan los agoreros, es, entre otras cosas, porque, cuando es bueno, se constituye en un ejemplo de cómo tratar al espectador como un ser pensante, y no como un idiota. Que aprendan las teleseries, los programas basura, los medios de comunicación y los políticos.