"¡Gertrudis! ¿Es cierto lo que se rumorea sobre tu relación con Claudio?" Ella, muy digna, responde: "Claudio y yo sólo somos buenos amigos". La periodista insiste: "¿Cómo están las cosas con tu hijo Hamlet? Dicen que ha pasado por Elsinore sin hacerte ni siquiera una visita". Ante tan malvado ataque, la mujer responde con su mejor sonrisa: "Hamlet y yo tenemos una relación maravillosa, como cualquier madre con su hijo". La periodista, tozuda, vuelve a la carga: "¿Continúa su compromiso con Ofelia?" Gertrudis, algo tensa: "Eso tendréis que preguntárselo a él". La plumífera: "¿Y qué opinas de lo que se ha dicho sobre su amistad con Horacio?" Gertrudis se ha envarado de pronto: "No tengo más que decir", balbucea, y entra en el coche oficial dándole con la puerta en las narices a la entrevistadora. Esa misma semana salió en televisión una señorita de muy buen ver, una italiana llamada Julieta Capuleto que ya había dado que hablar unas semanas antes cuanto el presidente Berlusconi le alabó las piernas en público. Era de otra obra y no tenía nada que ver con Dinamarca pero, ¿a quién le importa eso? Toda seria, declaró que había coincidido con el príncipe Hamlet mientras éste estaba secuestrado por unos presuntos piratas y que había tenido "una relación" con él. A mitad de la entrevista hubo una llamada en directo al plató de un tal Romeo Montesco, antiguo novio de la zagala, acusándola de mentir como una bellaca porque, siempre según él, Julieta había estado a su lado durante la época del secuestro de Hamlet, y "por tanto no podía haberle conocido". Dijo que era "una mitómana, que se inventaba esas cosas para llamar la atención y porque quería ser famosa". Ella se echó a llorar y contestó que Romeo estaba celoso porque le había dejado plantado simulando su propio fallecimiento (¡!) y que eso le había sentado fatal. A todo esto, en su camerino, un español llamado Don Juan esperaba su turno para intervenir en el programa. "A ver si acaba ya esta pelma", dijo, "¡que yo tengo muchas cosas que contar!"