Image: Y Federico Luppi pisó el escenario

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Teatro

Y Federico Luppi pisó el escenario

Aterriza en Málaga y Madrid con 'El guía del Hermitage'

17 enero, 2008 01:00

Federico Luppi en 'El guía del Hermitage'

Hasta ahora no ha habido muchas oportunidades para ver a Federico Luppi en el teatro. Sobre todo, se ha prodigado en el cine. El 18 y el 19 de enero actúa en el Cervantes de Málaga con 'El guía del Hermitage', original de Herbert Morote. A partir del 24 estará en el Bellas Artes de Madrid.

Federico Luppi es lírico cuando habla, de largo discurso. A la pregunta de por qué decidió protagonizar El guía del Hermitage, responde con una extensa narración sobre su emigración de Argentina a España después del "corralito": "Hacía mucho que no hacía teatro, desde el año 98 que hice El vestidor, de Isherwood, y que giré por España. Luego vino esa perversión que fue el corralito y en el que millones de argentinos fueron despojados de sus ahorros. Yo entonces quedé en una situación desastrosa y venir a España fue una salvación, no estar parado, en la vertical. Tenía trabajo y me rehice bastante, sí, la verdad... pero no abundaban tanto los proyectos de teatro, sino que he hecho películas". Luppi se casó poco después con una riojana de Fuenmayor, -una tierra que alaba no solo por sus extraordinarios caldos-, se estrenó como realizador de Pasos (vapuleada por la crítica), se nacionalizó español y al tiempo que la escena española incorporaba a un extraordinario y soberbio actor, también lo hizo la izquierda política pues supo amortizar sus declaraciones en una manifestación de hace un año: "Nos va la vida en crear un cordón sanitario para que esta derecha cerril no se adueñe del pensamiento español". Concienzudo actor, Luppi es también un actor concienciado con las causas sociales; acaba esta entrevista hablando del tema que el Gobierno no deja de airear: las "injerencias" de los obispos en la política.

En España a Luppi se le conoce básicamente como un actor de cine. Ahora ha hecho un descanso para El guía del Hermitage, quien lo ha devuelto a los escenarios. Y de ellos habla como si se tratara de una extensión de su propia casa. "En contraste con el cine, el teatro es algo casero, siempre es algo posible"; no exige ni de la tecnología ni del crédito bancario y, por cómo habla, le debe resultar pasmosamente fácil actuar.

El asedio de Leningrado
Original del peruano Herbert Morote, la obra se basa en una vida real que el autor rescató del ensayo-reportaje de Montserrat Roig La aguja dorada. "Es un libro", cuenta Luppi, "muy interesante en el que la novelista investiga los mil días de asedio que sufrió la ciudad de Leningrado durante la II Guerra Mundial, para concluir que se salvó no tanto por la estrategia de los generales del Ejército Rojo como por la tozudez de sus ciudadanos, que murieron a miles. En el libro aparece un señor que existió al que yo interpreto, Pavel Filipovich, guía del museo Hermitage. No se sabe muy bien por qué, Filipovich decide continuar con las visitas guiadas y explicar los cuadros que había y que ya no están porque fueron evacuados por los rusos antes de que llegaran los alemanes". La pasión con la que el guía explica los cuadros hace que los visitantes crean verlos y apreciarlos; "el autor", continúa Luppi, "no se inventa un personaje loco, sino una especie de chamán del arte que se confronta con un segundo personaje, Igor, a quién Pavel Filipovich trata de ignorante porque se niega a compartir su mundo y a perseguir su ilusión". Este antagonista lo interpreta Manu Callau, mientras Ana Labordeta acompaña en escena a Luppi en el papel de una esposa mucho más joven que él, restauradora del Museo.

Escrita con un hermoso lenguaje, y haciendo una recreación "fantasmática" del ambiente, según Luppi, la obra tiene la gran virtud de jugar a que el público también vea las obras que el protagonista va describiendo; descripciones para las que su autor se documentó profundamente, recorriendo y escogiendo los cuadros más interesantes del Museo Hermitage. ¿Es entonces ésta una obra que habla de la función del arte, en el caso de que éste tuviera alguna? "Bueno", dice Luppi, "lo mejor del arte apunta siempre a preservar la facultad creadora, de estimular lo mejor del hombre. Y si como usted dice, el arte tuviera alguna función, yo creo que sería la de despertar lo mejor de la gente, porque los artistas han tenido la virtud de predecir lo que se avecinaba..., el arte funciona como una especie de metereología del espíritu de la sociedad". Pena que la historia del siglo XX demostrara lo contrario: la cultura no nos salvó de la barbarie.

Preguntado Herbert Morote sobre el asunto central de El guía del Hermitage dice que se tratan varios temas, pero lo que "yo he querido poner de manifiesto es cómo hay personas que recurren al arte como una forma de resistencia, como una reafirmación de lo que uno es. Y he querido también reflexionar sobre cómo la amistad y el amor pueden crecer para enfrentarse juntos a la tragedia".

Jorge Eines, director
Producida por Pentación, la puesta en escena ha sido posible gracias a otro latinoamericano, Jorge Eines, otro argentino residente en España desde hace muchos años a quién Morote remitió la obra para que la leyera. "No le conocía, pero vi su trabajo en El precio y decidí enviarle el texto. Eines me llamó al día siguiente y se interesó por montarla. Conseguir que Luppi la protagonizara fue todo un lujo". También para Luppi ha sido la primera vez que trabajaba con Eines y, según dice, "como en toda experiencia ha habido feroces encuentros que, lógicamente, se resolvieron". La obra llega al teatro Bellas Artes de Madrid el día 24. Antes recalará en el teatro Cervantes de Málaga los días 18 y 19.

Hebert Morote, el autor plagiado por Bryce Echenique

Herbert Morote ganó con El guía del Hermitage el premio Kutxa Ciudad de San Sebastián en 2003. Es su primera obra de teatro porque Morote es sobre todo ensayista y narrador (en estos momentos, Bolívar, el libertador y enemigo número uno del Perú es un éxito de ventas en su país de origen, Perú). Instalado en España desde hace veinte años, Morote conoció la historia del guía del Hermitage y la investigó, "pero no tenía la técnica dramática para desarrollarla como una pieza teatral". Por ello, se puso a estudiar dramaturgia en la desaparecida Escuela de Letras de Madrid con tres de los autores más sobresalientes: Sanchis Sinisterra, Juan Mayorga y Yolanda Pallín. "Era un lujo, porque éramos cinco alumnos y tres profesores, y qué profesores. Cuando le dije a Mayorga que tenía una historia sobre la que quería escribir me dijo: ‘Escríbela, porque si tú no lo haces, lo haré yo’". Morote ha escrito otras obras teatrales después, pero le parece excesivamente largo el tiempo que transcurre desde que se escriben o editan hasta que se ponen en escena. Así que sigue con el ensayo y el relato y también esperando que se resuelva el contencioso que mantiene con el que fue su amigo Alfredo Bryce Echenique. Según Morote, le pasó un manuscrito para que lo leyera y Bryce extrajo párrafos para un artículo periodístico.