Image: Woyzeck, crónica de un pobre hombre

Image: Woyzeck, crónica de un pobre hombre

Teatro

Woyzeck, crónica de un pobre hombre

El CDN la estrena en el María Guerrero, dirigida por Gerardo Vera

11 marzo, 2011 01:00

Escena de Woyzeck.

El Cultural se adentra en los entresijos de un ensayo de Woyzeck y, al modo de su escritura fragmentada, ofrece una visión del montaje que hoy se estrena en el María Guerrero. La obra es según Javier Gutiérrez, el actor que la interpreta,"el Hamlet de los parias"; según Gerardo Vera, su director, "la historia de un hombre que vive boca abajo en un mundo que está patas arriba", y según Juan Mayorga, autor de la versión, "la de un ser que pelea por encontrar su lugar en el mundo".

Allá por el convulso año 1976 Juan Margallo dirigía un Woyzeck en la Sala Cardaso de Madrid y un joven actor llamado Gerardo Vera interpretaba el papel del doctor. En 1987 José Carlos Plaza montaba la ópera de Berg/Büchner en el Teatro de la Zarzuela y el joven actor -en esos momentos, escenógrafo de prestigio- firmaba un impresionante espacio abstracto a doble altura a partir de madera y metal. El montaje de Plaza le sirvió a Vera para empaparse de Büchner (Alemania (Darmstadt 1813-Zurich, 1837) y acceder al tuétano de la historia de un pobre hombre que mata a su mujer en un ataque de celos. Ahora, veinticuatro años más tarde, la dirige en el Centro Dramático Nacional. La música dodecafónica de Berg no termina de convencerle ("no casa bien con el trabajo que busco del actor. No le ayuda. Necesito algo mucho más emocional y violento", confiesa Vera) y en cuanto a la escenografía, hace ya algún tiempo que delega en otros creadores (en esta ocasión repiten Max Glaenzel y Estel Cristià con una sugerente y enfermiza ciénaga de aguas y emociones estancadas). Y es que, quizás ahora, Gerardo Vera ya no sea el mismo de antes: hay mucha más serenidad, lucidez y reflexión en su trabajo aunque en el fondo de su mirada siga latiendo la chispa del niño impulsivo e inquieto que debió ser.

Fragmento primero
Diálogo entre Gerardo Vera y Juan Mayorga
G.V. Büchner escribe un drama emocional y violento cuya influencia ha configurado gran parte del teatro contemporáneo...
J.M. ...logrando que un paria, un hombrecillo al que nadie prestaría atención fuera de él...
G.V. ...un ser inocente y elemental...
J.M. ...alcance la envergadura trágica de los héroes griegos o de los reyes shakespeareanos...
G.V. ...y emprenda un camino doloroso hacia la soledad y la destrucción. Büchner no se pregunta qué es el hombre, sino en qué se convierte bajo determinadas presiones sociales.
J.M. Woyzeck sacude nuestras conciencias con una mirada asombrada ante la injusticia de un mundo que no entiende, intentado descifrar todos los enigmas que le rodean y que le conducen irremisiblemente a la locura...
G.V. Y surge así el primer drama social y existencial. Se trata de una obra teatral incompleta en la que, a través de fragmentos, asistimos a la vida de un hombre común que mata a su mujer en un ataque de celos...
J.M. ...una obra que, como los grandes textos de la historia del teatro, se ocupa de la fragilidad del ser humano. Hay obras en las que sientes la vida latir en carne viva y ésta es una de ellas.

Fragmento segundo
En el escenario del Teatro María Guerrero
Gerardo y Chevi Muraday (Premio Nacional de Danza 2006 y responsable de la coreografía) trabajan mano a mano en la escena de Marie (Lucía Quintana) con el Tambor Mayor (Markos Marín). Se trata de una de las escenas más sexuales del texto. Marie y su amante bailan un tango. "Gerardo quiere que el movimiento parta de la zona más visceral y primitiva del actor. En esta escena estamos trabajando a partir de la deconstrucción de un tango. El trabajo de Lucía es de una animalidad brutal. Siempre tuve una imagen muy clara: el rostro cándido y angelical de Marie con el puño del Tambor Mayor en su boca mientras le dice: ¡Más! ¡Más!", cuenta Muraday.
Luego entra ese pequeño hombre Woyzeck a escena y dice: "Que Dios apague el sol de un soplo para que todos os revolquéis, unos sobre otros" y se te hiela el corazón. No es fácil hallar en un texto teatral poesía sin retórica y que esa poesía forme parte de la misma piel del personaje. Y aquí hay poesía sin un gramo de grasa. A borbotones. ¿Desde dónde irradiarán algunos actores el texto para lograr tal transmutación en escena?, se pregunta uno después de ver a Javier Gutiérrez y Lucía Quintana en escena.
Al final del ensayo, Gerardo Vera le dice a Javier que no veía una transformación de esa magnitud desde que trabajó con Alfredo Alcón en Rey Lear. Continúa el ensayo. Vera busca lo esencial de cada escena. Interviene. Interpreta. Bromea con los actores. Maneja con soltura la composición espacial: yuxtaposición, multiplicidad y simultaneidad de planos. "Parece que esta función me está saliendo con mucha facilidad", comenta mientras busca un caramelo Ricola con sabor a eucalipto.

Fragmento tercero
Juan Mayorga en el Bristol Bar
Falta media hora para que comience un pase completo en el María Guerrero. Nos encontramos en el Bristol Bar. Le animo a tomar un gin-tonic antes de ver el ensayo pero él se decide por un agua tónica. "Leí el texto en su lengua original", explica. "Y me encontré con una lengua en carne viva. El alemán era muy despojado, muy sucio. Los personajes hablaban mal pero tampoco se trataba de una jerga lumpen. Yo diría que, más bien, el lenguaje no les abrigaba. Dicho de otro modo, la menesterosidad marginal de los personajes incidía en la propia lengua", concluye. El autor, que piensa que "las obras las llevamos siempre a cuestas y que, siempre y cuando pensemos que podemos mejorarlas, hemos de volver a ellas", quiso ser fiel a esta carnalidad y presente una versión transparente, lúcida y dolorosa que nos permitirá descubrir un Woyzeck insólito hasta la fecha.

Fragmento cuarto
En el despacho del director del Centro Dramático Nacional
El espíritu enérgico e incansable de Vera aprovecha el descanso para subir a su despacho y firmar algunos documentos pendientes. En su mesa de trabajo: La Costa de Utopía de Stoppard, las obras completas de Ibsen, Shakespeare y Valle-Inclán, diferentes manuscritos de autores españoles contemporáneos, una invitación para recoger el premio Ercilla a la mejor creación dramática de 2010 por Platonov... "Tengo un problema", suelta como el que no quiere la cosa, e intento huir de él. Se trata del preciosismo. Hubo un día en que todo el equipo parecía encantado haciendo fotos del montaje con los iphones. Todos comentaban lo bonito que quedaba el espacio con la luz. Esa misma noche, en estado de duermevela (que es donde yo lo veo todo con más claridad) descubrí que Woyzeck no podía ser el Sueño de una noche de verano".
-¿Y cómo es su Woyzeck?
-Es sórdido y feo.
-¿Feo?
-Quiero decir todo lo feo que Max (se refiere al escenógrafo) y yo podemos hacerlo (que no es feo en realidad).
"Al día siguiente", continúa el director, "desperté a todo el equipo a las nueve y media y comenzamos a hacer cambios que afectaban principalmente a la luz y al espacio en busca de algo mucho más rotundo. Estoy cada vez más convencido de que el trabajo del director consiste en escuchar la voz del autor y dejarse guiar por ella. Büchner me ha llevado de la mano hacia el dolor y la locura de Woyzeck".
-Comentan sus compañeros lo claro que tenía usted el montaje desde el principio...
- Sí, es verdad, pero a día de hoy (aún falta una semana para el estreno) seguimos buscando, limpiando y perfilando matices en la interpretación y en el espectáculo. Dice Woyzeck: "El ser humano es como un abismo. Da miedo cuando te asomas dentro de él".
-¿Cómo se lleva usted con el elenco?
- Estoy muy feliz con todo ellos. En raras ocasiones me he encontrado con un actor de la generosidad de Javier Gutiérrez. Con Lucía Quintana he descubierto a una actriz muy libre que ama profundamente el riesgo. Helio Pedregal, Jesús Noguero, Trinidad Iglesias, el músico y pianista Mariano Marín y, en definitiva, todo el reparto, se han entregado en cuerpo y alma.

Fragmento quinto
En el camerino de Lucía Quintana
A Lucía Quintana el texto de Woyzeck le ha tocado zonas extrañas y dolorosas. "Es una pieza muy complicada, hecha de fragmentos y retazos. No hay desarrollo de personajes y todo es muy inmediato. De ahí que no tengas tiempo suficiente para prepararte. En cada escena has de lanzarte a la piscina", cuenta la actriz.
"Marie es una mujer libre que no se ajusta al estereotipo femenino. Por un lado, no es nada reflexiva. Siente algo y lo lleva a cabo. No mide la consecuencia de sus actos. Es una kamikaze. Una yonqui del Tambor Mayor. Persigue el deseo aunque éste se le escurra de las manos. Por otro lado, no puede vivir con la idea de culpa y necesita un castigo que la libere". Así describe Lucía a su personaje.

Fragmento sexto
En el camerino de Javier Gutiérrez
"Interpretar personajes de esta altura dramática es muy gozoso pero muy humillante al mismo tiempo: por mucho que lo intentes sabes que nunca llegarás a la cima. Gerardo me ha ayudado muchísimo en este sentido y a su lado he crecido como actor. Con este personaje he realizado todo un viaje lisérgico", confiesa. "Woyzeck es un pobre hombre sin salida que habla de forma carnal y deliciosa al mismo tiempo, un personaje que está en el mundo de cuerpo presente pero no de alma. A Woyzeck se le atragantan los pensamientos y se sorprende de todo lo que dice. Es un personaje que está aquí y al mismo tiempo mucho más allá". Así ve Javier a su personaje.

Último fragmento
En un palco del Teatro María Guerrero. Diálogo entre Gerardo Vera y Ana María Ventura
G.V. ¿Cuántas obras de teatro has hecho tú?
A.M. No las recuerdo.
G.V. Pero ¿no guardas los recortes de periódicos?
A.M. No, porque se ponen amarillos y me entristecen. Prefiero recordarlos. Ana María Ventura (gran actriz que bajo la dirección de José Luis Alonso bordó papeles inolvidables en los 60 y 70) caracterizada de vieja, -de la muerte-, contempla en silencio todo lo que ocurre al otro lado de la escena (un constante trasiego de fotógrafos, técnicos, regidores, maquinistas, iluminadores, etc.) y un escalofrío te atraviesa el espinazo. Como Woyzeck, la Ventura parece buscar un lugar en el que cobijarse.