Sanzol o la crisis a bocajarro
Aventura!, una reflexión sobre la crisi y el alma humana. Foto: David Ruano
El miedo, la cobardía, la pérdida de soberanía, el sálvese quien pueda. Alfredo Sanzol pone el dedo en la llaga de la dispersión colectiva que vivimos en Aventura!, una obra que llega el jueves a los Teatros del Canal para contar la historia de un grupo de socios que venden algo más que su empresa.
"Quería reírme de la angustia, de la ansiedad que me estaba produciendo la crisis. Necesitaba hacer una comedia para vengarme de la situación a la que unos pocos han llevado a muchos", explica Sanzol, que presentó el montaje hace dos años en el Festival Temporada Alta y que el próximo jueves, 8, lleva a los Teatros del Canal de Madrid. "No he espantado ningún fantasma porque el teatro no quita ni pone fantasmas pero sí sirve para abrir nuevos caminos".
Sanzol repite experiencia escénica con T de Teatre tras Delicadas, que recorrió nuestras carteleras hace tres años y que conecta con Aventura! a través del sentido del humor. "Nos apetecía repetir, hacer algo nuevo juntos. Nos sentimos bien. La única fórmula es comprometerse con las cosas que nos producen alegría". Como la que le produjo programar el año pasado en el CDN Esperando a Godot o en el Fernán Gómez La importancia de llamarse Ernesto, producida por el Teatro Gayarre de Pamplona.
Aventura! cuenta la historia de seis socios de Barcelona que tienen una empresa que funciona con normalidad. Al recibir una oferta de compra por parte de un gigante chino deciden abandonar su rutina y venderla en previsión de lo que pueda ocurrir en un futuro. El problema vendrá cuando en lugar de vender la empresa acaben vendiendo a una de sus socias... "He indagado en la relación de un grupo de socios que además son amigos, y, aunque son sólo seis, como en los experimentos de laboratorio, lo que pasa a escala pequeña se puede extrapolar a toda una sociedad".
Para Sanzol, la falta de etiqueta de la obra puede ser uno de sus principales activos: "Espero que mucha gente diga que hemos hecho una comedia, otros que una tragedia y alguno más que se encuadra mejor en la tragicomedia. Espero que todo esto haga reflexionar después de la función, que sirva para abrir las vías de comunicación y tomar conciencia de lo que somos, una comunidad".
Al autor de obras como Risas y destrucción (2005), Sí, pero no lo soy (2008), Días estupendos (2009) y En la Luna (2011) le angustia cómo reaccionamos como sociedad ante situaciones de crisis como la que atravesamos: "Me preocupa como a todos pero lo que realmente me obsesiona es si tendremos la inteligencia colectiva y la capacidad comunitaria de gestionarla. El problema no es sólo económico, es también ético-ideológico-político. Pienso en la cobardía que se apodera de nosotros, en el ‘sálvese quien pueda' y en la desorganización. De eso trata ahora Aventura!". Quizá por todos esos desvelos Sanzol se convierte sin quererlo en un autor al pie de la actualidad, al menos de temáticas muy cercanas, que, entre la comedia y la denuncia, pone sobre las tablas aspectos de nuestras vidas que surgen a bocajarro. Mientras termina de escribir La calma mágica para estrenarla en octubre con Tanttaka en el CDN, Sanzol rehúye definirse como un autor pegado a lo contemporáneo: "Esa idea no tiene que ver ni con los temas ni con las formas sino con la decisión de crear una ficción para intentar saber cómo te sientes con lo que te está pasando ahora. Por eso también se es contemporáneo haciendo textos clásicos, porque también nos hablan de cómo nos sentimos en estos momentos".
Mamen Duch, Marta Pérez, Carme Pla, Albert Ribalta, Jordi Rico y Àgata Roca serán los actores encargados de defender sobre el escenario la obra que Sanzol ha escrito y dirigido y en la que ha volcado buena parte de su personalidad como dramaturgo. Sobre la experiencia de crear todo el proceso explica: "Me gusta pensar que la escritura del texto es el primer paso para iniciar la creación de un espectáculo, y que los ensayos y la puesta en escena forman parte del periplo para construir la narración". Sanzol en estado puro. Por eso, mientras busca la vida y encuentra la forma, el autor disuelve su creación en sus propias palabras, fragmentarias o no, para perderle el miedo a ese mundo que nos acosa.