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Teatro

La compañía Kamikaze cierra el Teatro Pavón

La pandemia ha puesto la puntilla a un proyecto económicamente inviable, a pesar de su prestigio, del Premio Nacional de Teatro y del apoyo incondicional del público

21 diciembre, 2020 18:09

Un desolado Miguel del Arco atiende a El Cultural al otro lado del teléfono. Se ha reservado la tarde para agradecer las muestras de apoyo de los seguidores de Kamikaze y explicar con detalle a los medios los motivos que han llevado a la compañía a cerrar el Teatro Pavón, donde en estos cinco últimos años han desarrollado un proyecto de “teatro privado con vocación de teatro público”, como tantas veces han dicho y como repiten una vez más en un largo comunicado en el que han hecho pública su decisión y en el que la palabra más repetida es "gracias".

La compañía Kamikaze se va del Pavón parafraseando a Shakespeare: "Era nuestra pretensión apurar el tiempo hasta la finalización del contrato de alquiler, en julio de 2021, con el objeto de encontrar un espacio alternativo que nos permitiera dar continuidad al proyecto, pero quién podía prever que en el invierno de nuestro descontento se haría fuerte una pandemia que precipitara el final".

En efecto, la pandemia ha dado la puntilla a una situación económica insostenible. A pesar del elogio unánime del mundo del teatro y de la cultura por una labor reconocida con el Premio Nacional de Teatro de 2017, eso no se ha traducido en un apoyo público ni privado suficiente para mantener el proyecto a flote. Los ‘kamikazes’ (qué bien eligieron el nombre de la compañía) ya lo habían advertido en otras ocasiones y de hecho en 2018 ya anunciaron su intención de irse del Pavón en cuanto encontrasen un nuevo espacio. Finalmente ese momento ha llegado, pero sin haber encontrado otro sitio en el que establecerse.

Ya nos habían hablado de su precariedad e incluso han explicado abiertamente sus cuentas, imposibles de cuadrar. Entre ellas, un alquiler de casi medio millón de euros anuales, un gasto que no llegaban a cubrir ni con las subvenciones públicas que reciben, a lo que hay que añadir los suministros y los gastos de funcionamiento de la compañía.

“Mucha gente que tenía que haber respondido no ha respondido”, señala Miguel del Arco, uno de los cuatro fundadores del proyecto, junto a Israel Elejalde, Aitor Tejada y Jordi Buxó. “Nosotros hemos apostado por un teatro para la nueva dramaturgia, algo que en Madrid no había, pero siempre hemos dicho que para que el proyecto fuera sostenible necesitábamos cubrir un 33 % de los gastos con la taquilla, un 33 % con la aportación de las administraciones y un 33 % de empresas, pero no hay Ley de Mecenazgo que lo haga posible y las administraciones nos han dado lo justo para callarnos la boca”, lamenta el director de escena.

Fachada del Teatro Pavón Kamikaze, en Madrid

"Nos habría gustado llegar a tener un modelo público-privado como el Lliure o La Abadía para que el proyecto tuviera continuidad", dice Del Arco. Lo que más rabia le da es que el Pavón Kamikaze cierra "en todo lo alto" a nivel artístico, "plenamente instalado" en la comunidad escénica, "aceptado por el público y premiado".

Los cinco meses de cierre a partir del decreto del Estado de Alarma han pesado como una losa en las cuentas del Kamikaze. No obstante, fue de los primeros teatros en reabrir tras el confinamiento, en agosto, con aforos incluso más reducidos de lo que exigía la ley. Aunque durante la pandemia las rebajas en los alquileres han sido un gesto habitual de los propietarios hacia los inquilinos, no ha sido así en el caso del Teatro Pavón. "No hubo ni un gesto de comprensión por su parte ante una situación excepcional como esta, sabiendo que estábamos cerrados al público. Su política ha sido siempre la del show me the money". Según Del Arco, los dueños del teatro tampoco han mostrado en estos cinco años ningún interés por mantener el edificio en buenas condiciones. "Lo hemos ido parcheando con nuestro exiguo presupuesto, pero el teatro está que se cae".

El teatro seguirá abierto al público hasta el 30 de enero. Hasta el día 10 seguirá en cartel Las canciones y el último espectáculo, del 13 hasta final de mes, Yo soy el que soy. A partir de ahí, el calendario en blanco se abre como un abismo a los pies de la compañía. Una cosa tienen clara: “Seguiremos haciendo teatro”. No obstante, “la perspectiva de hacerlo sin casa propia es desoladora para mí en este momento”, confiesa Del Arco, que se siente “aturdido” por la situación y sin fuerzas para pensar en ningún plan concreto. Tampoco cree en los milagros de Navidad al estilo ¡Qué bello es vivir! y descarta la posibilidad de que un ángel de la guarda vestido de institución o patrocinador privado venga a rescatarles. "Con todo mi corazón y la depresión de mi alma, no tengo ninguna esperanza de que eso suceda. Les he explicado nuestra situación por activa y por pasiva, con todos los envoltorios posibles, a políticos de un color y de otro, y ninguno ha querido nunca recoger el guante”.