Image: Obras completas

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Letras

Obras completas

Juan Antonio Gaya Nuño

6 septiembre, 2000 02:00

Ilustración de Grau Santos

Editado por Consolación Baranda. Biblioteca Castro.Madrid, 1999 y 2000. 2 volúmenes. 879 y 705 páginas.

Si no hubiera tenido noticia previa de que estaba en marcha la publicación de la narrativa de Juan Antonio Gaya (1913-1976), habría sido una gran sorpresa encontrarlo en la Biblioteca Castro, alternando con los clásicos inevitables y con esos otros no consabidos pero básicos para restablecer el pensamiento literario de nuestro
país, donde reside el mérito capital de la colección. La valiente y acertada apuesta de incluirlo en esta "Pléiade" española devuelve al narrador soriano el merecido reconocimiento, aunque tardío y póstumo, de que nunca gozó en vida.

Gaya Nuño fue prestigioso historiador y crítico del arte. Sus saberes en esta disciplina quedaron estampados en multitud de páginas, artículos y libros, que, según él mismo bromeaba, le robaban el tiempo para su otra dedicación más gustosa y, a la postre, preferida, la literaria. Por eso su escritura creativa alcanzó un volumen más bien discreto, al menos en cuanto a obra difundida, pues ahora comprobamos que lo inédito abulta tanto como lo conocido, sin que haya entre lo uno y lo otro grandes desigualdades que expliquen hipotéticas resistencias del autor para editar todo ello.

La obra narrativa entera de Gaya Nuño ocupa dos nutridos tomos de Obras Completas. El primero agrupa cuatro cuentos sueltos y sus cinco libros: El santero de San Saturio, Tratado de mendicidad, Historia del cautivo, Los gatos salvajes y Los monstruos prodigiosos. El segundo contiene los textos desconocidos, todos relatos más o menos breves, género que le atrajo tardíamente pero que cultivó con mucha afición, y que prolongan las peculiares preocupaciones que hacen de él un narrador un tanto excéntrico. Esta recuperación global se debe al esmero de la profesora Baranda, quien firma también unos afortunados y necesarios prólogos. En ellos se describe la trayectoria biográfica e intelectual del autor y se analizan sus narraciones con cordialidad y rigor, aunque en algo discrepo: no hay razón alguna para confrontar Historia del cautivo con la novela social al uso en los años 60. La novela de Gaya vale lo que valga -que es mucho, a mi parecer-, pero la comparación resulta improcedente porque se trata de planteamientos que no guardan entre sí nexo alguno.

También tengo una reserva con la escueta bibliografía: debería recoger el artículo sólo aludido de Félix Grande muy negativo hacia la perspectiva de Gaya sobre los mendigos, y hubiera sido de justicia mencionar un trabajo de Francisco Ynduráin doblemente importante, por su certero repaso de la prosa del soriano y por ser una de las solitarias muestras de acercamiento perspicaz e independiente desde ámbitos académicos a una labor creativa que padeció, además de incomprensiones, enemistades sectarias. Son matices de poca monta frente a un serio trabajo reivindicativo e iluminador que incluso tiene la inhabitual modestia de dar como de pasada un hallazgo que explica la génesis de Historia del cautivo, unos artículos de época en la prensa local que Gaya utilizó para sostener -remontándose al modelo galdosiano que admiraba- la peripecia del protagonista de este nuevo "episodio nacional".

La narrativa de Gaya anda entre el testimonio crítico y la invención culturalista. Hay en ella unas constantes temáticas: autobiografismo, recuperación de la guerra y la postguerra y fabulación personal volcada, por ejemplo, en un bestiario contemporáneo. Hay también un criticismo satírico -de raíz biológica, me parece- que denuncia innumerables falsedades, sobre todo en gentes relacionadas con la cultura. Adopta Gaya, en general, una postura antivanguardista frente al relato, reivindica la capacidad fabuladora como sustancial al arte narrativo y se entronca con un costumbrismo irónico de estampas un algo a lo Larra. En fin, gusta de un castellano clásico que, sin caer en el pastiche, consigue una prosa rica, flexible y sonora.

Entre esas páginas jugosas, serias y divertidas, casi siempre ácidas, destaca la mencionada Historia del cautivo, una estremecedora novela cervantina (ya lo sugiere el título) centrada en el desastre de Annual y que alcanza una altura no menor que los celebrados relatos de Sender ("Imán") o Barea ("La ruta") acerca de nuestros descalabros en Marruecos. La sabia mezcla de crónica e imaginación, la aguda sensibilidad política y social, y la maestría de un estilo vigoroso y creativo la convierten en uno de los libros capitales de postguerra. Se publicó en México en 1966 y aquí pocos tuvimos la suerte de conocerla en su momento, pues no pudo circular por su fundado antimilitarismo. Así que esta nueva salida viene a ser, más que un rescate, una primicia que no debieran perderse los amantes de la buena literatura.