Image: El corazón de los pájaros

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Letras

El corazón de los pájaros

Elsa López

7 febrero, 2001 01:00

Planeta, Barcelona, 2001. 265 páginas, 2.400 pesetas

Ninguna edad es mala para acometer nuevos retos y, en literatura, madurez y espera suelen ser sinónimos de buenos resultados. Lo demuestra Elsa López (1943), la autora de esta novela, que pese a ser una debutante en el terreno de la narrativa de ficción, tiene una dilatada experiencia a sus espaldas, básicamente como guionista cinematográfica -con el aval de varios premios- y también como poetisa y ensayista. Experiencia que, sin duda, late en todas y cada una de las páginas de una primera novela que no habría podido escribirse sino desde la observación del mundo, la propia vivencia y la asunción de un planteamiento estético. Y de todo esto hay en El corazón de los pájaros.

La trama nos sitúa en los últimos años de la colonia española en Fernando Poo. Cabe subrayar que la autora sabe bien de qué habla: ella misma nació allí, y vivió en áfrica durante los incipientes años de su vida, para luego trasladarse -igual que su protagonista en la novela- a las Islas Canarias y, más tarde, a Madrid. El trasfondo histórico puede leerse también como el trasunto de la novela, que explica el desarraigo de una joven, Valeria, de casi todo cuanto le rodea, excepto de lo que le ata a la tierra añorada.

Esa nostalgia está personificada en la ficción por una abuela matriarcal y algo garcíamarquiana, que "tenía la costumbre de decir que no había nada más tembloroso y quebradizo que el corazón, pequeño y suave, de los pájaros". Unos pájaros que son el símbolo de Valeria misma, que es, como afirma uno de los personajes "como un pájaro asustado". Todo ello se nos cuenta en una gran analepsis o salto atrás en el tiempo justificada por el balance que de sus días hace la protagonista cuando ve acercarse su final.

Con este talento para crear imágenes y para tejer atmósferas, Elsa López urde la historia de la vida de una mujer a partir de sus distintas pasiones: las familiares, las territoriales y -cómo no- también las sexuales. Pero es en este terreno donde la novela más cojea: se echan de menos ciertos énfasis, cierto nervio a la hora de hacer avanzar el engranaje de la acción, excesivamente limada, y también más fuerza en el desarrollo de las escenas y los diálogos. Todo ello, unido a los ecos de importantes novelas en esa tradición, como la magnífica Mirall trencat (Espejo roto), de Mercè Rodoreda, junto con hallazgos más recientes y más comerciales -de Susana Tamaro a Espido Freire- hacen que ésta sea una historia bien contada, bien escrita y, en suma, correcta, pero que no tenga nada muy especial, de único, que aportar a sus lectores.