José Antonio Marina
Que Dios se hiciera bueno fue un gran progreso
28 noviembre, 2001 01:00Todo está en su jardín. En su jardín plantó José Antonio Marina hace años su idea sistemática de la filosofía, y todos los otoños, siempre en otoño, recoge la siembra. Lleva ya ocho o diez años de buenas cosechas: la inteligencia creadora, la ética para náufragos o el laberinto sentimental han sido quizá las más abundantes y celebradas. Son, desde luego, las que se encuentran en la zona soleada de su jardín, a la que todos acudimos cuando nos referimos a este filósofo estimulante y distinto, que disuelve entre metáforas y a plena luz del día todas esas cosas que nos afectan. Pero ahora Marina se ha empleado a fondo en la zona más peliaguda de su huerta y, por obligación, porque así correspondía en su plan de estudio filosófico, nos habla de religiones y creencias. Ahora tocaba Dios, y allí se ha ido. Sin unción y sin furia. Marina, que no tiene un temperamento religioso, publica la semana que viene en Anagrama su Dictamen sobre Dios y, para empezar, ha llegado a dos conclusiones: que las religiones deben someterse a un marco ético y que precisan de una buena poda iconoclasta. En su jardín hablamos.
-Sí, tanto que místicos de todas las religiones afirman que no se puede hablar de él, es El Innombrable. "Si dices algo de Dios, ya no es de Dios de quien hablas" es una afirmación que se da en todas las culturas.
-¿Entonces?
-Mi admirado José Saramago suele decir que él no ha necesitado nunca ni hablar, ni pensar ni contar con Dios. Sin embargo, la humanidad sí lo ha necesitado. Y esto es un tema enormemente interesante. ¿Por qué la religión es un fenómeno tan absolutamente universal? Hay tres posibilidades: esa posibilidad puede fundarse en un Ser real, puede fundarse en una estructura mental humana o puede ser un fenómeno que surja de la relación de la inteligencia humana con la realidad. Desde la filosofía creo que ésta es la afirmación más seria.
Las vidrieras de la catedral
Sostiene Marina que el siglo XX nos ha dejado en herencia, entre otras cosas, dos dominios separados. él los llama Círculo Religioso y Círculo Profano y cada uno de ellos se basa en un tipo de experiencia. Asistido por la metáfora, como siempre, y con el afán didáctico que todo lo domina, Marina lo explica así:
-El Círculo Profano tiene como núcleo de legitimidad la ciencia. El Círculo Religioso, las experiencias de fe. La comunicación entre ambos es difícil. Ya en un ensayo sobre religión que apareció en las "Crónicas de la ultramodernidad", ponía la metáfora de las vidrieras de una catedral. Quien está dentro -quien está en el Círculo Religioso- ve los cristales coloreados por el sol. Quien los ve desde fuera -desde el Círculo Profano- sólo ve unas superficies grises y emplomadas. Cada uno dice lo que ve y dicen cosas distintas. La única solución para resolver la discrepancia es entrar en el Círculo Religioso. Pero ¿es posible hacerlo? ¿Es inteligente hacerlo?
-ésa es mi pregunta.
-Creo que lo propio de la inteligencia es adentrarse por los cuatro dominios de la experiencia: científico, ético, estético y religioso. En el caso de la religión con ciertas cautelas. Todos vivimos bajo un doble régimen de verdad: hay verdades universales, públicas (la ciencia y la ética, por ejemplo) y verdades privadas (quiero a una persona, confío en ella, pienso que mi proyecto personal es X). A todos nos interesa estar seguros de estas cosas, justificar nuestras decisiones personales, no equivocarnos. Pero yo no puedo convencer a los demás de por qué quiero a X. La religión pertenece al campo de las verdades privadas. Esto trae como consecuencia lo que llamo "Principio ético de la verdad". Ninguna verdad privada puede aducirse para criticar una verdad pública, ni para guiar un comportamiento que pueda dañar a otra persona. De aquí nace el derecho a la libertad de conciencia que es, por supuesto, un derecho limitado.
Como coda, José Antonio Marina añade que este principio puede aplicarse también a los nacionalismos: "la verdad privada del nacionalista, que es perfectamente válida en su ámbito íntimo, pierde ligitimidad cuando quiere imponerse como verdad pública".
Todo comenzó leyendo a Mircea Eliade, el gran historiador de las religiones y un hombre, según él, no especialmente religioso. Primero le llamó la atención una afirmación muy rotunda que hacía: "la comprensión de las religiones produce inevitablemente un cambio en la mente del estudioso. Desvela significados que no se podían captar antes". Para ver si eso era verdad y también para vigilar que posibles prejuicios suyos no se metieran en la redacción del libro, ha llevado "un diario de campo", es decir, un diario de trabajo, con resúmenes de libros, notas, esbozos, índices posibles. Ocupa cientos de folios. ¿Y ?
-Creo que Eliade tenía razón. Hay aspectos de la realidad, de la estructura básica de las culturas, del dinamismo mental, que veo ahora más claramente que antes. Por ejemplo, la importancia filosófica, estética y religiosa de la noción de "existencia". También he visto con claridad cómo la idea de Dios se ha ido moralizando. En sus orígenes, la figura de Dios no estaba relacionada con la bondad, sino con el poder. Que Dios se hiciera "bueno" fue un gran progreso. Otra sorpresa, que era sin embargo previsible, fue constatar que nadie ha influido más en la marcha de la humanidad que un pequeñísimo grupo de genios religiosos: Jesús de Nazaret, Buda, Confucio, Lao Tse, Mahavira, Zoroastro, Mahoma y muy pocos más. Ellos fueron los gigantescos innovadores culturales.
Dios como objeto cultural
-
Resumiendo mucho, ¿cuál es su dictamen sobre Dios?
-Hablo desde la filosofía. Creo que la filosofía puede justificar la existencia de una dimensión divina de la realidad, de la realidad material que es la única que conocemos realmente. Esta dimensión divina es la que ha sido conceptualizada por las religiones, fundamentalmente de tres maneras: como Dios, es decir, como un ser personal (el cristianismo), como un absoluto, impersonal (las religiones hinduistas, el budismo); como una legalidad que dirige la naturaleza (el Tao chino, por ejemplo). La filosofía puede hablar de la existencia, pero no de la esencia de Dios.
-Dice usted en el libro que Dios es el más poderoso objeto cultural.
-Sería más exacto decir que las religiones son un componente esencial en el nacimiento de la cultura. Es un fenómeno universal. En Occidente, la religión gira alrededor de Dios. No hay posibilidad de entender la cultura sin saber cuál ha sido la historia de Dios. Vivimos en una sociedad laica, pero que ha sido alumbrada por una sociedad religiosa. Si se corta este lazo no se entiende nada. Por ponerte un ejemplo, acabo de leer Los orígenes religiosos de la Revolución francesa. La revolución francesa no sólo fue laica, fue laicista extremada. Sin embargo, no puede explicarse sin entender que las nociones de persona, de igualdad, de respondabilidad, de libertad han tenido un origen religioso.
-Pero en estos tiempos la religión parece más un peligro, una fuente de conflicto que una salvación...
-El problema no es nuevo. Europa ha sido asolada por persecucuiones, guerras de religión, inquisiciones, cruzadas. Los árabes emprendieron la conquista del mundo y llegaron a Francia. Cuando India alcanzó la independencia, estalló un enfrentamiento entre hindúes y musulmanes, que sólo se resolvió con la creación del Estado de Pakistán. Las religiones, que han sido fuerzas humanizadoras de primera magnitud, pueden convertirse en fuerzas destructivas.
Dice Marina que el mal viene cuando las religiones se alían con el poder y se convierten en signo de identidad nacional. "La actual guerra de religión no es religiosa, aunque lo parezca. Es política. Es una guerra de identidades culturales. Una parte de los conflictos recientes tienen un componente religioso: Bosnia, Irak, Sri Lanka, Argelia, Israel, Armenia, Azerbayan, Sudán, Cachemira, Timor, Chechenia y muchos más. Los nacionalismos utilizan la gigantesca fuerza religiosa para cohesionar una nación. Sabino Arana dio un fundamento religioso a su nacionalismo. Su lema fue Jaungoikua eta Lagi Zarra: Dios y Ley Vieja. Pero Federico Krutwig Sagredo, un ideólogo que influyó en el nacionalismo vasco, se lamentaba de que el pueblo vasco fuera católico, porque tener una religión común con sus enemigos debilita la propia identidad. Sin duda, tenía razón. La facilidad con que la religión se instrumentaliza es una razón más para hablar de ella".
-Habla usted como si metiera en el mismo saco a todas las religiones
-No. No creo que sean todas iguales. De hecho, a riesgo de parecer petulante, he esbozado unos "criterios para evaluar las religiones", esbozo sin duda incompleto, y que irritará a muchos, pero que está hecho con gran humildad, y que me parece un buen camino de progreso. Supongo que veremos la aparición de unas "religiones de segunda generación", las mismas que hay ahora pero purificadas de adherencias. Las religiones necesitan una poda iconoclasta.
Un positivismo feroz
-¿De dónde viene esa creencia de que la religión es asunto de personas poco reflexivas intelectualmente?
-Una persona no puede considerarse "culta" si no tiene un conocimiento serio del fenómeno religioso. El analfabetismo religioso me parece inaceptable. Ahora bien, lo menos inteligente es cerrar el Círculo Profano. Eso nos mete en un positivismo feroz. En un utilitarismo desaforado. Aparece la lógica económica como gran mecanismo. Weber lo dijo hace muchos años: "La ciencia ha desencantado al mundo". Y los listillos se regodean: "Esto es todo lo que hay". Ese Círculo Profano tan altanero y miserable queda roto por dos creaciones que brotan de él, y no dejan que cierre su dogal del todo: la ética y la metafísica. Podría decir que también el arte pero tengo mis dudas. Una gran parte del arte entra en el círculo económico y refuerza las estructuras de este mundo desencantado. Se limita a adornar o a describir una realidad terrible o ramplona.
Ama la claridad y sospecha de lo numinoso. Dice que la proliferación de religiones le abruma, que las torturadas teologías le aburren y que las mezclas espiritistas, lo mismo que las espirituosas, le marean sin extasiarle. José Antonio Marina quiere serle útil al lector y esa "utilidad" es considerada a veces por algunos filósofos como "falta de profundidad". ¿Qué les diría a esos "santones"?
-Creo que cuando se explican problemas filosóficos a filósofos se cae con facilidad en las falsas claridades de los tecnicismos. En vez de hacer filosofía de la realidad se hace filosofía de la filosofía. A mí eso no me interesa. Los filósofos que deseen sentir "la ebriedad de las grandes profundidades" pueden sumergirse. En la noche del absoluto todos los gatos son pardos, y a mí me encanta la claridad.
-Se ha definido alguna vez como un lingöista utilitario. Parafraseando a Wittgenstein, ¿qué es más el lenguaje para usted, límite o camino?
-Creo que Wittgenstein tiene un prestigio que no merece. El lenguaje es camino. Por eso inventamos lenguajes nuevos. Cuando el lenguaje natural ha sido ineficiente para hablar del mundo físico, se ha inventado el lenguaje matemático, que también es un lenguaje.
-A pesar de lo mucho que le gusta ir por libre, ¿de quién se siente más cercano: de los tecnófobos o de los tecnófilos, de los apocalípticos o de los integrados?
-De los tecnófilos. La técnica me parece una maravillosa creación de la inteligencia. Que también exige estar dentro del gran marco de la ética para que no nos convierta en aprendices de brujo. Sin embargo, la religión y la ciencia son dos círculos separados. Ni la religión tiene nada que decir a la ciencia, ni la ciencia tiene nada que decir sobre la religión. Te voy a contar una anécdota: un periodista preguntó al gran genetista británico J. B. S. Haldane: "Usted, como biólogo, ¿qué puede decirnos sobre Dios? Haldane contestó: "Pues que al parecer siente una gran simpatía por los escarabajos". Tiene razón, si consideramos que hay más de trescientas mil especies de escarabajos.
Someterse al marco ético
-Hace años, se preguntó y nos preguntó Y después de la cultura, ¿qué? ¿Cómo respondería ahora a esta cuestión? ¿Ha viariado su análisis?
-Los acontecimientos me confirman en mi posición de entonces. Después de la cultura -lingöística, estética, científica, en otro sentido, occidental, islámica, china, hindú- tiene que venir la ética, que es transcultural, pero que defiende las peculiaridades culturales. Una de las conclusiones del Dictamen sobre Dios es que las religiones tienen que someterse a un marco ético. Sé que esto resultará escandaloso a muchas personas, pero creo que, al final, las religiones lo comprenderán.
Mil ideas estimulantes corren por el jardín de Marina. Que entre las actividades creadoras está, sobre todo, la bondad, es una de ellas; que debemos transformar el esfuerzo en gracia, que se estudia para pensar con soltura y que"cuando hablo de ética ya sabes que lo hago a lo grande, como la gran creación de la dignidad humana, como el esfuerzo de la inteligencia por apartarse de la selva, por inventar modos de vida estimulantes, justos y alegres" son otras.