Letras

Se alquila una mujer

Álvaro Colomer

13 marzo, 2002 01:00

Martínez Roca. Barcelona, 2002. 250 páginas, 10’50 euros

álvaro Colomer (Barcelona, 1973) hace años que flirtea con la escritura, a ratos con el periodismo y a ratos con la ficción. Por eso no es de extrañar que su primer libro sea deudor de ambos, a pesar de estar más anclado en el primero, aunque quiera el autor jugar a la ambigöedad genérica que tanto estimula a lectores y editores.

Colomer ha realizado un exhaustivo trabajo entrevistando a prostitutas de todos los ambientes -y a unos pocos personajes relacionados con ellas, como chulos o clientes- y luego ha pulido esa gran cantidad de material en la elaboración de la casi veintena de textos que forman este volumen. Textos elaborados "a partir de" y no "con" los testimonios aportados. Textos, lo advierte el autor, filtrados por la pátina de la ficción. Lo cual, en mi opinión, tal vez reste naturalidad y frescura a las historias, que hubieran resultado mucho más verosímiles en la voz de sus protagonistas, aunque hubiera sido en detrimento del tempo narrativo y de la eficacia, terrenos donde la ficción suele resultar superior.

Colomer no engaña a nadie: advierte que su libro es diferente a otros que pueden parecer escritos con la misma finalidad y luego se demora en explicaciones acerca de cómo realizó su trabajo y con qué tipo de reticencias topó por parte de las profesionales. Lo mismo hace con los distintos ambientes que amparan la prostitución y con los distintos pelajes de las profesionales entrevistadas. El libro se convierte en la muestra de cuántas caras posibles puede tener el llamado oficio más viejo del mundo, y también en un catálogo de historias a cuál más desgarradora, que son lo mejor. Y prostitutas dispuestas a la sinceridad las hay de toda ralea: retiradas y en activo, desengañadas y felices, ricas y pobres. A algunas se las hace hablar en primera persona mientras que otras lo hacen a través de un narrador en tercera persona (¿por qué esta distinción?). Lo común e indiscutible es el interés de sus historias. Como indiscutible resulta el mérito periodístico del trabajo de Colomer.