Image: Una caña de pescar para el abuelo

Image: Una caña de pescar para el abuelo

Letras

Una caña de pescar para el abuelo

Gao Xingjian

6 febrero, 2003 01:00

Gao Xingjian, por Gusi Bejer

Trad. Laureano Ramírez. Ediciones del Bronce. Barcelona, 2003. 120 páginas, 15 euros

La carrera literaria de Gao Xingjian fue truncada por la revolución cultural, que hizo de él un proscrito como la pareja de novios protagonista del primer relato, "El templo de la Bondad Perfecta"

La concesión del Premio Nobel de Literatura al escritor chino Gao Xingjian ha contribuido sobremanera a paliar ciertos desequilibrios en lo que concierne al conocimiento occidental de todas las literaturas y a la comparación posible entre ellas que ya había denunciado en 1963 un ilustre académico francés recientemente desaparecido, René étiemble. Como un dato paralelo a la nula difusión en nuestro continente de las letras orientales contemporáneas, étiemble no dudaba en calificar de chovinista y provinciana la actitud de los comparatistas que, en el mejor de los casos, se daban por satisfechos con un bagaje de lecturas anclado en un decaglotismo reductivamente europeo. Para ampliar, como era de justicia, nuestros horizontes hacia una auténtica Weltliteratur étiemble no le hacía ascos a las traducciones, y a ello ha contribuido sin duda, no solo en Francia sino también en España, la decisión de la Academia sueca en el año 2000.

Las dificultades de la tarea son advertidas en el prólogo de Una caña de pescar para el abuelo por Nüel Dutrait, y el traductor español incorpora al final un glosario básico que sirve para aclarar, sobre todo, determinados pasajes del último texto de los seis que se reúnen en este libro de relatos, el más extenso de todos y el único fechado en París. Porque la carrera literaria de Gao Xingjian fue truncada por la revolución cultural, que hizo de él un proscrito como la pareja de novios protagonista del primer relato, "El templo de la Bondad Perfecta". Todos sus escritos anteriores a 1980 fueron destruidos por el propio autor, que desde finales de los ochenta vive exiliado en la ciudad del Sena. Desde allí continúa escribiendo sobre su país y en su lengua, incluso con un gesto más enfáticamente castizo que cuando lo hacía en Pekín, de lo que da buena muestra aquel otro relato titulado "Instante", suma de párrafos impresionistas que desarrollan de forma inconexa varias situaciones aparentemente independientes, entre el onirismo y el absurdo pero con inconfundibles referencias léxicas que el cumplido glosario final ayuda a descifrar.

En los cuentos de Gao Xingjian se percibe un fenómeno, tan esperable como significativo, que encontramos también en otros escritores de su misma lengua y similar trayectoria, como, por caso, Zhang Xianliang, cuatro años más joven que él. Me refiero a que los elementos narrativos que ambos utilizan, siendo homólogos a los de nuestra propia tradición, se combinan de acuerdo a fórmulas inusitadas. Lo que para los grandes nombres de la novelística europea y americana de hace un siglo representó el llamado "stream of consciousness" se convierte en Gao Xingjian, según Dutrait, en un verdadero "caudal del lenguaje" que ha hecho de él un destacado renovador de la narrativa china, tal y como se percibe sobre todo en "Instante" (y el recuerdo de las "epifanías" de Joyce, Proust o Valle no es impertinente aquí), pero no solo en él.

Las otras cinco piezas se modulan, en este sentido, de modo muy diferente. Desde el relato puntual y objetivista de "El accidente", que en su último párrafo da un sorprendente quiebro metanarrativo, hasta el plateamiento puramente oral de la relación que en "El templo de la Bondad Perfecta" el recién casado hace de un episodio irrelevante de su viaje de novios ante un inconcreto auditorio y ante su propia mujer, que tercia en una situación narrativa similar a las repetidas en el gran éxito literario y fílmico de Dai Sijie Balzac y la joven costurera china.

Más convencionales resultan "El calambre" y "En el parque", resuelto este último a modo de puro diálogo entre dos antiguos amantes que se encuentran -y desencuentran de nuevo- años después de haber roto. Y en cuanto al texto restante, no es difícil colegir las razones por las que el escritor ha tomado su título para encabezar todo el volumen. Fechado en Pekín en julio de 1986, no mucho antes de la matanza de Tien’anmen y del definitivo exilio de Gao Xingjian, su tono elegíaco no vela un talante sumamente crítico hacia la situación del país. El narrador que regresa a la ciudad de su infancia denuncia la destrución de la naturaleza en aras de un desarrollismo autocrático y, a la vez, tanto el aniquilamiento de las pasiones humanas más positivas, entre ellas la solidaridad, como la alienación definitiva de los individuos, dos de las ideas fundamentales de la última novela de Gao Xingjián traducida al español, El libro de un hombre solo.