Pocas figuras tan presentes en el imaginario popular como los doce primeros emperadores. Admirados, odiados y temidos, todavía nos fascinan las figuras de Julio César o de Augusto, de Tiberio o Calígula. Lo más pintoresco que de ellos sabemos procede de las biografías de Suetonio, que quizá no fue un gran escritor, como afirma Alfonso Cuatrecasas ("desde el punto de vista estrictamente literario, su obra es bastante mediocre"), pero que tantos siglos después se sigue leyendo con el mismo gusto y la misma pasión con que lo leyeron sus contemporáneos. Y con idéntica morbosa curiosidad.