Tercera novela del escritor surafricano, premio Nobel de Literatura de 2003, la peripecia del viejo magistrado que se opone a la brutalidad del Imperio contra la población indígena constituye una meditación sobre el poder, cuyo alcance no se agota en la referencia al apartheid. Una escritura precisa y no exenta de lirismo se interna en las perversiones inherentes a las relaciones de dominación. Lejos del realismo social, la caída del magistrado, que pierde sus privilegios al intentar redimirse mediante la ternura y la servidumbre con una nativa torturada por los soldados, trasciende el marco temporal. Coetzee consiguió con esta historia su madurez como escritor.