Sin juicio
María Folguera
15 enero, 2004 01:00Sin juicio plantea una anécdota interesante: un grupo de adolescentes inventan, para combatir el aburrimiento de las vacaciones estivales, un juego peculiar: celebran juicios en los que unos actúan como acusados y otros como acusadores, ante la mirada de un juez y un jurado imaginarios. El asunto empieza a revestir mayor importancia cuando la experiencia de los chavales sale a colación, convirtiendo el juego en reflejo de sus existencias. Todo ocurre en un pueblo manchego, Campo Verde, detalle trascendente por la caracterización que hace la autora del habla coloquial de sus habitantes y del ambiente claustrofóbico de una comunidad pequeña, donde es imposible mantener un secreto.
La historia se estructura a partir de diálogos casi constantes. La acción tarda tanto en arrancar que más de un lector se quedará en ese yerto camino de más de cincuenta páginas en las que apenas ocurre nada. La acción avanza tan despacio que es inevitable pensar que no le habría venido mal eliminar algunas páginas. Y se hace indispensable una corrección ortográfica, gramatical y de estilo. Pero no todo son signos de imperfección o inmadurez: la autora demuestra abilidad al contar lo más dramático sin cargar las tintas. Las cualidades apuntadas en esta primera obra hacen sospechar que su nombre puede dar que hablar, si trabaja y sabe esperar.