Terrorismo, víctimas y medios de comunicación
VV. AA
25 marzo, 2004 01:00Foto: Jaime Villanueva
"Al Qaeda ha utilizado el territorio español como una de sus principales bases europeas. Es probable que sus ciudadanos y gobernantes se conviertan en blanco del terrorismo global" (Fernando Reinares, Terrorismo global). "En los últimos meses se han manifestado temores a que se produzcan atentados islamistas en suelo europeo y es posible que algunos se hubieran producido ya de no haberlo evitado oportunas actuaciones policiales. Tales temores tienden a incrementarse ante la perspectiva de una posible intervención occidental en Irak"(Juan Avilés, El desafío de la seguridad)."Las víctimas... son siempre las primeras en ser olvidadas" (Jorge A. Rodríguez, Terrorismo, Víctimas y Medios de Comunicación).
El orden en el que un lego o no iniciado se adentra en el estudio de un fenómeno tan complejo y de triste actualidad en España como el terrorismo, sobre todo el terrorismo internacional, es importante para no perderse en la confusión o en el pesimismo. De las tres obras citadas, aconsejo empezar por Terrorismo global, la mejor introducción publicada por un autor español sobre el fundamentalismo islamista.Ya en el prefacio reconoce la enorme dificultad para vincular "el nuevo terrorismo de dimensiones planetarias y cuantas miserias padecen de una u otra manera la mayoría de los seres humanos". En diez capítulos, con una breve pero bien seleccionada bibliografía, define el fenómeno del terrorismo y su trasnacionalización, retrata a Al Qaeda, aclara los interrogantes del 11-S sin recurrir a fantasmagorías, sitúa esos atentados en el contexto de la posguerra fría, desvela con precisión y sencillez el paso de la yihad al terrorismo y las razones del suicida, desentraña las raíces del islamismo violento y da algunos consejos útiles para responder a las nuevas amenazas. Hay que irse fuera de España, a autores como Bruce Hoffmann o a obras colectivas como la coordinada por Isaac Cronin tras el 11-S, para encontrar un texto tan claro y útil sobre el enemigo que, sólo o acompañado, determinó los resultados de las últimas elecciones en España tras llevarse por delante a más de 200 vidas. Afganistán demostró que una red como Al Qaeda se puede debilitar, pero nunca destruir sólo con la fuerza militar.
Avilés señala en El desafío de la seguridad las diferencias en tecnología, motivación y organización entre terrorismos como el de ETA y el de Al Qaeda. Cotejando su crónica de las detenciones de terroristas de Al Qaeda en España hasta comienzos del año pasado y los informes del Centro Nacional de Inteligencia publicados el 18 de marzo por el Gobierno saliente es inevitable concluir que los asesinos del 11-M pertenecen a la rama marroquí del Grupo Salafista de Predicación y Combate. "Cabe esperar un recrudecimiento de la amenaza terrorista si es que se produce la guerra contra Irak, una amenaza que afectará preferentemente a los países que participen en ella", concluía 16 días antes del comienzo de la invasión.
El mismo autor, en otro capítulo sobre el declive de ETA, advierte lo difícil que es eliminar un movimiento terrorista una vez que ha arraigado. "Resulta contraproducente cualquier vía contraria al Estado de derecho", escribe. La atribución precipitada a ETA del 11-M ha sido, junto al encuentro con Carod-Rovira a primeros de enero en Perpignan, el balón de oxígeno más importante que ha recibido ETA desde que el PP llegó al poder en España en 1996. Semejantes regalos en tan poco tiempo podrían convencer a los dirigentes etarras de la utilidad de ampliar su reciente tregua de Cataluña a toda España. Pondría al nuevo presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, ante un dilema similar al que afrontó Aznar tras la tregua-trampa del 98.
A caballo entre los dos capítulos de Avilés, el libro recoge un análisis de Rafael Bardají, subdirector del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, sobre la lucha internacional contra el terrorismo desde el 11-S que vale perfectamente para el 11-M. Los atentados materializaron algo que hasta ahora sólo pertenecía al mundo de las sombrías predicciones, a saber, "que las sociedades abiertas y democráticas son tan fuertes como vulnerables y que hay gente dispuesta a dar su vida para acabar con ellas". Los atentados del 11-S y del 11-M, que muchos han calificado de hiperterrorismo, resultan tan pavorosos por su crueldad y alcance como por su fanatismo suicida. Acabar con Bin Laden y con Al Qaeda, y restablecer la seguridad en Afganistán e Irak son, en opinión de Bardají, condiciones indispensables para frenar la amenaza del terrorismo global. La invasión de Irak, escribía meses antes de su comienzo, sólo tiene sentido si hay un plan claro para el día después y se limitan las repercusiones políticas en el universo árabe. Las condiciones no se cumplieron y hoy pagamos las consecuencias.
La desastrosa gestión informativa por el Gobierno del PP del 11-M hace más necesarios que nunca textos como el de la Fundación Víctimas de Terrorismo. Lo sorprendente, cuando se compara la campaña de acoso y derribo de la Ser contra el Gobierno mientras todavía se contaban los muertos en Madrid, es lo fácil que resulta predicar y lo difícil que es dar trigo. Lo peor que podría suceder ahora es intentar ocultar la relación directa entre el 11 de marzo, la guerra de Irak y el retorno del PSOE al Gobierno por la mala conciencia de unos u otros.
La balanza de pagos del terror
Loretta Napoleoni, consultora del Fondo Monetario Internacional y corresponsal del "Corriere della Sera", analiza en Yihad (Urano) cómo se financia el terrorismo en la nueva economía. Porque el dinero "es el oxígeno del terrorismo", en palabras de Colin Powell. La primera fuente de financiación de estos grupos son los emigrantes. Por ejemplo, la OLP "cobra un impuesto del 5 por ciento sobre las rentas de todos los palestinos que viven fuera del país. De manera similar, a finales de los años 90 los emigrantes albaneses de Alemania y Suiza remitían el 3 por ciento de sus ingresos para financiar a los combatientes musulmanes de Palestina" (pág. 285). Otras fuentes de financiación son las organizaciones benéficas. Según Napoleoni, "las de confesión islámica, en particular, canalizan todos los años miles de millones de dólares hacia la red islamista. [...] varias entidades presididas por simpatizantes del islamismo o miembros de grupos islamistas radicales pasaron del patrocinio en favor de los muyahidines a la canalización de fondos para los grupos armados islamistas, y en ocasiones dieron cobijo a miembros de organizaciones terroristas. Lo irónico es que muchas veces los donantes no se dieron cuenta de que había ocurrido una metamorfosis fundamental. En 1987, un rico hombre de negocios saudí, Adel Batterjee, creó la benevolence International Foundation (BIF), institución dedicada a recaudar fondos saudíes para los muyahidines. En 1993 se le concedió la exención fiscal en Estados Unidos por tratarse de una entidad benéfica. [...] En 2001, BIF recaudó más de 3,6 millones de dólares y remitió 2,7 millones a víctimas de guerra musulmanas de ocho países".
Napoleoni destaca que la combinación de "la ayuda humanitaria y la actividad ilegal es típica de las instituciones islámicas vinculadas a grupos terroristas". Pero no es la única fuente de financiación: ayudas extranjeras encubiertas, secuestros o el contrabando de petróleo, cuando no la extorsión y el pillaje son otras fuentes de financiación que permiten que las células terroristas de la Yihad permanezcan dormidas años hasta que reciben una llamada que las activa. Y asesina.