Los diarios de David Pinsent permiten recrear la juventud de Wittgenstein, esa fascinante personalidad que transitaba del entusiasmo a la desesperación, incapaz de hallar ese equilibrio que exime del infortunio. La Primera Guerra Mundial interrumpió la relación, pero las anotaciones de Pinsent nos han legado una imagen elocuente de ese pensador que se despidió de la vida, asegurando que había conocido la felicidad. Wittgenstein era apasionado, intenso, inestable. El dolor psíquico no le impidió conocer la amistad y la confidencia. Su inseguridad respecto a su obra y el temor a una muerte prematura nos devuelven la imagen de un hombre frágil y vulnerable.