Image: 30 años de poesía española

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Letras

30 años de poesía española

20 enero, 2005 01:00

De izda. a dcha.: Sergio Gaspar, ángel González, Elena Medel, José Luis García Martín, Aurora Luque, Carlos Marzal, Luis García Montero y Antonio Martínez Sarrión en el Teatro Infanta Isabel de Madri

Fue la Generación del 50, fueron los novísimos, fue la nueva sentimentalidad y la poesía de la experiencia. Muchas cosas han pasado en la poesía española desde la llegada de la democracia. El Cultural ha reunido en una ocasión única a seis poetas, uno por cada generación en activo: ángel González (1925), Antonio Martínez Sarrión (1939), Luis García Montero (1958), Carlos Marzal (1961), Aurora Luque (1962) y Elena Medel (1985), al crítico José Luis García Martín (1950) y al editor Sergio Gaspar (1954) para analizar y celebrar treinta años de versos. Venidos de todos los puntos de España, El Cultural los ha convocado para retratar, en imagen y en palabras, lo más significativo de nuestra lírica más reciente. Aquí está, en palabras de sus protagonistas principales, todo lo esencial para entender estos 30 años.

Treinta años dan para mucha poesía, para muchos encuentros y desencuentros. Sin embargo, los poetas se van reuniendo y el ambiente es cordial. Todos recuerdan la última vez que se vieron, el último tema sobre el que discutieron. Hablan del Atlético y del Real Madrid, de si Brad Pitt estaba en Troya mejor con o sin falda...

Son ocho poetas, uno por cada generación en activo, más un crítico y un editor, poetas también ellos. Son ángel González, uno de los nombres fundamentales de la Generación del 50, que ha ido reuniendo en un volumen titulado Palabra sobre palabra; Antonio Martínez Sarrión, uno de los nueve novísimos de Castellet, que se dio a conocer a finales de los 60 con Teatro de operaciones, al que siguieron títulos como Poeta en diwan (2004); Luis García Montero, uno de los teóricos de la Nueva Sentimentalidad, autor de numerosos textos de crítica y teoría poética, entre cuyos libros de poemas se encuentran Las flores del frío (1991) o Habitaciones separadas (1994); Carlos Marzal, quien a finales de los 80 se situó como uno de los principales representantes de la poesía de la experiencia y cuyos últimos títulos (Fuera de mí, 2004, el más reciente) le han convertido en abanderado del giro meditativo de la última poesía; Aurora Luque, traductora de los clásicos griegos y autora de poemarios que los actualizan, como Camaradas de ícaro (2003); y Elena Medel, autora de un único libro, Mi primer bikini (2002), uno de los más citados de la poesía última. El crítico es José Luis García Martín, que lleva décadas siendo el enfant terrible de la crítica española y además ha reunido recientemente su poesía en Mudanza (2003); y, el editor, Sergio Gaspar, director de DVD ediciones, desde donde ha apostado decididamente por la poesía más joven. También poeta, es autor de Revisión de mi naturaleza (1988).

Se habla de generaciones, de los poetas que se dicen independientes. "Cuando alguien se declara independiente", dice ángel González, "siempre me parece sospechoso de algo que no acabo de tener muy claro lo que es. Uno se compromete con una estética, con otras cosas que no tienen que ver con el compromiso tal y como lo entendía Sartre. Escribir es comprometerse". "A mí me divierte", reconoce García Martín, "escuchar a Gamoneda arremeter contra los ‘poetas de la experiencia’ que usan el lenguaje del poder mientras le aplaude Zapatero". "El único poe-ta al margen", asevera Marzal, "es el que muere inédito y desconocido".

Democracia y debilidadnicholas sapieha
-Algunos publicaron durante la dictadura, Elena ni siquiera había nacido cuando llegó la democracia.
ángel González: La democracia trajo una mayor altura en los temas, un mejor tratamiento de los planteamientos teóricos. Antes la cosa estaba más polarizada por preocupaciones sociales, por hacer una crítica de la historia, por un lado, y posiciones más esteticistas e intimistas, por otro.
Luis García Montero: Con la democracia llegó el protagonismo evidente de la calidad, sin que sirviesen las justificaciones de la politización o del sarampión esteticista.
Aurora Luque: Y supuso, sobre todo, el comienzo de la normalización de la escritura femenina, para la que fue nefasto el oscurantismo franquista.

No todos tienen tan alto concepto de lo que ocurrió tras la llegada de la democracia. Sergio Gaspar opina que "Durante la democracia se han impuesto un pensamiento, una cultura y una literatura débil. Pero, afortundamente, el público de la poesía ha seguido creciendo. Sin embargo hay una gran sombra: se han producido transiciones tremendas, como el paso de los novísimos a la poesía de la experiencia, o de la experiencia a la llamada ‘nueva metafísica’, sin debate teórico profundo".

Las personas del verbonicholas sapieha
-En 1975 aparece Las personas del verbo, la poesía completa de Gil de Biedma. ¿Resulta fundacional?
Antonio Martínez Sarrión: Hablaría yo de libro influyente, más que fundacional. En su estela, se escribió y se escribe mucha poesía banal, tal vez porque Gil de Biedma, por su retórica llana y transitiva, que no simple, era un poeta fácil de imitar.
García Montero: Gil de Biedma juega para la poesía actual el mismo papel que Juan Ramón jugó para el 27. Su legado se basa en la inteligencia, el pudor retórico o sentimental, la profundidad cultural elaborada con una difícil sencillez. Su poesía es una reflexión moral sobre la conciencia individual y sus relaciones con el mundo.
Gaspar: Las personas del verbo es un libro fundacional de lo que ha sido la línea hegemónica de la poesía en estos años. Ha habido otros libros, como Espacio de Juan Ramón, que pese a ser anterior fue igual de fundacional. Y lo es Edad, de Gamoneda, que aparece en el 87. Y hay dos libros fundacionales más, aunque anteriores: La realidad y el deseo de Cernuda y Poeta en Nueva York.
Luque: Su ciclo de estímulo para los más jóvenes se ha cerrado: con decir que es el poeta favorito de la ministra del ramo...

Novísimos a destiempo
-No tardaron en llegar los novísimos, con una estética completamente opuesta. Martínez Sarrión era uno de los antologados por Castellet.
Martínez Sarrión: Muchas estéticas se combinaban en el fenómeno novísimo, pero se rebajó todo a la utilización de discursos y modos de artes no literarias y "menores" y a algo más hediondo: con el imbécil marbete "venecianismo" se intentó una apología de la vida lujosa.
González: Los novísimos fueron una reacción a destiempo. Una propuesta esteticista cuando la dictadura aún estaba matando.
Gaspar: Pero, con todos sus errores, intentaron occidentalizar la poesía española, introducirla en el gran tronco de la lírica occidental y con los grandes líricos experimentales como César Vallejo. No creo que la herencia novísima haya desaparecido del todo. Lo llamativo es que algunos de los últimos llegados, como Villena o de Cuenca cambiaran muy pronto. También resultó fundamental la transformación de Pedro Gimferrer en Pere Gimferrer. Si hubiera seguido escribiendo en castellano no habrían desaparecido tan claramente los novísimos.
Elena Medel: Eso lo hemos recuperado los más jóvenes. La influencia de autores extranjeros (tanto hispanoamericanos como traducidos) en la poesía joven española es una diferencia importante con respecto a generaciones anteriores, de ascendencia más "casera".
Luque: Yo creo que Gimferrer, Panero y álvarez sí que se han mantenido fieles a sí mismos.

Ruptura y radicalismonicholas sapieha
José Luis García Martín: Todas las estéticas que se quieren rupturistas y radicales tienen poca vigencia: pensemos, por poner un ejemplo, en lo que pasó con el ultraísmo.
García Montero: Sí, los novísimos han jugado un papel muy parecido al de los ultraístas. Fueron creadores de actualidad literaria. Pero sus libros tienen poco que ver con los verdaderos retos de la poesía.
García Martín: Quienes llevan la ruptura y el radicalismo al extremo se callan (como Rimbaud) o se pegan un tiro (como Larra). Claro que también pueden convertir su marginación en espectáculo y andar, como Leopoldo María Panero, de congreso en congreso haciendo su numerito de hombre elefante.
Marzal: Todos los miembros de todas las generaciones se parecen al principio entre ellos mismos. Más tarde, cada cual se marcha a su obra. Puede que en los Novísimos hubiera más de operación literaria, pero los buenos poetas de esa generación siguen estando vigentes. El botín del mundo, de José María álvarez, por ejemplo, es una de las mejores obras de estos treinta años.
-La presencia de Alberti entra de lleno en este período. ¿Cuál es su influencia y la de su generación?
González: El 27 ha influido en casi todos. De ellos aprendimos cierto gusto por la obra bien hecha que ya estaba en Juan Ramón, y yo ciertos aspectos lúdicos o irracionales.
Gaspar: El autor del 27 más influyente fue Cernuda, aunque muchos accedieron a él a través de Las personas del verbo.
Luque: Sí, muchas veces se ha leído a Cernuda a través de Biedma o incluso de Brines.
García Montero: Rafael Alberti es un poeta de calidad. Lo decisivo de un poeta es escribir algunos poemas decisivos, y Rafael los tiene de sobra. Su amistad es uno de los recuerdos de más peso sentimental en mi vida. Prefiero su irregularidad salpicada de aciertos a la regularidad mediocre de otros. La generación del 27 tiene aún una influencia notable, porque su variedad de registros sirve de referencia a muy diversas tradiciones. Luis Cernuda, Pedro Salinas, etc., son poetas de hoy. Es muy claro el peso del 27 en el desarrollo de la poesía posterior, desde los primeros años de la posguerra. Se puede muy bien disfrutar de Guillén sin negar a Lorca, o de Alberti sin olvidar a Cernuda. La poesía es por fortuna es un género rico y el lector sectario pierde muchas posibilidades de emoción.
Martínez Sarrión: La presencia física de Alberti y la posibilidad de publicar su poesía prohibida fueron hermosas. Pero la influencia mayor del 27 en estos treinta años corresponde a Cernuda, aunque para mí es un poeta muy inferior a Lorca.

De Cernuda a Lorcanicholas sapieha
Medel: Yo también lo creo. La influencia predominante de Cernuda en las generaciones anteriores está siendo sustituida por la de Lorca, sobre todo por el Lorca surrealista. Si yo escribo poesía es en gran medida debido al impacto iluminador que supuso mi primera lectura de Poeta en Nueva York.
-También siguieron publicando durante esos años Celaya, Rosales, Vicente Gaos... nombres entonces mayores y hoy un tanto decrecidos. ¿Justa o injustamente?
García Martín: Celaya ha quedado sepultado bajo el peso de su propia facilidad verbal, aunque algunas etapas de su obra, como subraya siempre ángel González, no dejan de tener interés. De Vicente Gaos tengo en la memoria una estrofilla que parece de Campoamor: "La vida es dura/y no hay consuelo./Saca el pañuelo,/literatura".
García Montero: La poesía existencialista de Celaya preparó el terreno a una parte del grupo del 50. Sin Vicente Gaos, aunque se suela olvidar, no se entienden los sonetos de Blas de Otero. Y Rosales es un poeta de primera importancia.
Luque: Sí, Rosales es un poeta rico. Roger Wolfe o Miguel d’Ors, por poner dos ejemplos extremos, me han comentado por separado lo importante que fue en su formación.
González: Celaya es un poeta con una gran variedad de tonos y temas, aunque se le suela reducir a su lado más social y panfletario. Pero consiguió elaborar un modelo de lenguaje coloquial que nosotros utilizamos después.
-¿Los principios estéticos del 50 siguen en vigor?
González: Tomamos partido frente a la dictadura, pero eso no supuso obviar la obligación de hacer una poesía bien escrita. Por eso autores de la calidad de Gil de Biedma siguen siendo vigentes.
García Martín: Los que están muy vigentes son ciertos poetas del 50, que acumulan premios más o menos monárquicos y otros honores. Son los últimos dinosaurios.
Martínez Sarrión: La maniobra conjunta Gil de Biedma-Gabriel Ferrater al principio de los 60 contra Antonio Machado, Aleixandre, Claudio Rodríguez, la poesía social y la visionaria, y en favor de la instauración, sutilmente totalitaria, del modelo Cernuda, produjo esa hegemonía actual no del 50, sino de algunos de sus miembros, y no los mejores. Los mejores y más secretos serían Claudio, Barral, Valente, Luis Feria y César Simón, por ese orden.

Educación sentimentalnicholas sapieha
García Montero: La poesía del 50 forma parte de la educación sentimental de la democracia española. A mí me interesa sobre todo el hecho de que la poesía política se transformase en una poesía de pensamiento crítico, de indagación moral, que la vinculación con la historia se hiciese a través del conocimiento de la propia intimidad.
Medel: Hay grandes poetas en el 50, pero su influencia en los más jóvenes es escasa.
Marzal: La vigencia del 50 estriba en la calidad de sus poetas. Los canónicos, y los otros: C. Simón, Quiñones, Defarges, Feria, Segovia.
Antes de seguir con la charla, Elena Medel advierte del giro acaecido en los últimos años. "Los poetas más jóvenes no tenemos unos referentes comunes. Cada uno ha buscado los suyos, y los ha buscado fuera. La poesía española ha estado muy ligada a ciertos avatares de nuestra historia que ya no están tan presentes. Además, en mi caso he tenido que buscar referentes de poesía escrita por mujeres en la poesía norteamericana, ya que aquí no los había".
¿Cuál fue la significación de la nueva sentimentalidad?
García Montero: Quisimos defender una tradición poética que se olvidase de las novedades superficiales para reivindicar la transformación ideológica de la intimidad. La idea de Antonio Machado de que no puede haber nueva poesía sin una transformación sentimental me permitió unir mi militancia política, mis lecturas de Althusser y de Juan Carlos Rodríguez, y mi fe en la poesía poco panfletaria. En la indagación moral y en la defensa de un lenguaje adaptado a la naturalidad del pensamiento, los poetas de la otra sentimentalidad coincidimos con los poetas que en los años 80 se sentían cansados del esteticismo. álvaro Salvador, Javier Egea, Antonio Jiménez Millán, ángeles Mora y yo éramos militantes comunistas cansados de dogmas y apasionados de la buena poesía. Y ahí sigo, comunista, cansado de dogmas y apasionado de la buena poesía.
Luque: Yo lo viví de cerca, porque vivía en Granada en aquella época, pero tenía el corazón partido: aún me gustaban los novísimos...

Otras sentimentalidades
Gaspar: Por primera vez parecía que la gente del mundo universitario y poetas jóvenes se decidían a tomarse en serio algunos problemas fundamentales de la poesía, por ejemplo, el yo romántico estaba ya en crisis como construcción burguesa que debía ser superada, se planteaba el papel de las vanguardias en un mundo de postvanguardia, planteaban una nueva relación de la poesía con la sociedad...
-¿Qué significaron las irrupciones de autores como Blanca Andreu o Roger Wolfe?
Luque: Con Blanca Andreu se hizo visible la escritura femenina renovadora que antes no contaba.
Gaspar: De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall era un buen libro que vino a decir que los planteamientos irracionalistas de base surrealista pueden seguir teniendo vigencia. Roger Wolfe apareció con una aseveración brutal: "Toda la tradición española es una mierda". La suya fue una apuesta incluso más radical que la de los novísimos. Lo suyo era: "a partir de ahora, escribamos en castellano pero en inglés".
Medel: Para mí De una niña de provincias... es un poemario de indudable referencia, pleno de potencia imaginista.

Quitando hierro
-El Cuaderno de Nueva York de Hierro es tal vez el gran éxito de ventas de estos años.
Luque: El éxito en España se administra como los sacramentos de la extremaunción y el bautismo: se consagra a los muy jóvenes y a los que están a punto de morir.
García Martín: Hierro fue un poeta de éxito entre críticos y lectores desde su primer libro. En los últimos años se convirtió en un fenómeno de masas. Y en eso algo tuvo que ver su poesía, pero no tanto como su habilidad para dibujar con el dedo mojado en vino autorretratos y barquitos en los manteles de los restaurantes.
Gaspar: Ese éxito demostró algo muy importante: que en España durante la democracia se había formado un público de lectores de poesía que trascendía a los lectores habituales de poesía.
-En los noventa se planteó en toda su crudeza la dialéctica poesía de la experiencia/poesía del silencio.
Marzal: Lo que hubo fue la pataleta de más de uno que pensaba merecer más de lo que recibía.
Martínez Sarrión: Ese enfrentamiento fue poca cosa, chismografía del gremio. La poesía del silencio no dio mucho de sí: algún remoto silbo gomero, dos suspirillos desfallecientes y menopáusicos.

Estrategias de poder
García Montero: Todo debate estético es una estrategia de poder. A mí me interesa la polémica que discute las raíces del género, sus rumbos ideológicos. Claro que existe una tradición lírica que exalta el silencio para hablar de la divinización de la individualidad, y otra tradición que intenta devolverle al lenguaje su carácter de espació público de reflexión y diálogo. En esta polémica se juegan en el fondo las relecturas de la Ilustración y del Romanticismo. Como yo apuesto por una lectura ilustrada del romanticismo, me identifico poco con el silencio. Una cosa es saber callarse a tiempo y otra cosa es aceptar que la palabra es un territorio fracasado. Estas polémicas sí me interesan. También es cierto que hubo otra gente que se puso muy nerviosa por no sentirse bien considerada. Algunas rabietas supusieron un intento de fama, algo más parecido a Gran Hermano o a Aquí hay Tomate que a la polémica literario. El poeta discute de verdad con sus propios versos.
Luque: Pues yo creo que la poesía del silencio es una línea sólida, viva y con muy dignos representantes. Me gusta Olvido García Valdés.
-Hoy parece que esa dialéctica experiencia/silencio se ha superado. El "todo vale" actual ¿no hurta de algún modo el debate estético? ¿Existe ese debate?

¿Qué es lo que vale?
Medel: Sí que reina ese buenrollismo, un respeto por la obra ajena, un interés por estéticas muy distintas a la propia, pero igualmente válidas; tampoco hemos intentado matar al pedre, ni ser el hijo modélico...
Gaspar: Este buenrollismo tiene los días contados. A medida que unos triunfen otros se irán frustrando... Los poetas jóvenes deben plantearse qué es lo que vale. Recoger la idea de Eliot y Pound, que también estaba en García Montero, de que un poeta tiene que ser también un crítico de su poesía, de la ajena, y de la historia de la poesía en la que se inserta.
García Martín: No había antes más debate estético que ahora. Pero el debate estético sólo se hace visible cuando oculta otra cosa. Si quieres debate estético, pregúntale a Carnero que opina de García Montero, a Trapiello que piensa de Sánchez Robayna... Y no te digo nada si entrevistas a José-Miguel Ullán, a quien se debe la más memorable definición de la poesía española actual: "Es pequeña, peluda, suave. Tan blanda por fuera que se diría toda de algodón, que no tiene huesos...".


30 años de libros
La tertulia no se agota en estas líneas. Al hilo de la conversación proponemos los libros más significativos publicados en estos treinta años, como incitación a la lectura, haciendo especial hincapié en los jóvenes.

1975. J. Gil de Biedma, Las personas del verbo. A. Colinas, Sepulcro en Tarquinia. G. Carnero, El azar objetivo.
1976. Claudio Rodríguez, El vuelo de la celebración. ángel González, Muestra de algunos procedimientos narrativos...
1977. F. Brines, Insistencias en Luzbel. A. Gamoneda, Descripción de la mentira. Caballero Bonald, Descrédito del héroe.
1978. G. Celaya, Iberia sumergida. María Victoria Atencia, El mundo de MV . P. García Baena, Antes que el tiempo acabe. Sánchez Rosillo, Maneras de estar solo.
1979. L. Rosales, Diario de una resurrección. L. A. de Villena, Hymnica.
1980. José ángel Valente, Tres lecciones de tinieblas. Gloria Fuertes, Obras incompletas. Agustín García Calvo, Sermón de ser y no ser.
1981. Blanca Andreu, De una niña de provincias que se vino a vivir en un chagall. Vicente Gaos, última Thule.
1982. Rafael Alberti, Versos sueltos de cada día. J. A. Goytisolo, Palabras para Julia. Vicente Núñez, Ocaso en Poley. A. Trapiello, Las tradiciones.
1983. García Montero, El jardín extranjero. J. Siles, Música de agua.
1984. J. L. Panero, Juegos para aplazar la muerte. á. González, Prosemas o menos. L. A. de Cuenca, La caja de plata. Sánchez Robayna, La roca.
1985. C.E. de Ory, Aerolitos.
1986. F. Brines, El otoño de las rosas. Ana Rosetti, Devocionario. Justo Navarro, Un aviador prevé su muerte
1987. A. Gamoneda, Edad. C. Marzal, El último de la fiesta. Miguel Casado, Inventario.
1988. Blanca Andreu, Elphistone.
1989. R. Alberti, Canciones para Altair. Benítez Reyes, Pruebas de autor.
1990. C. Bousoño, Metáfora del desafuero.G. Carnero, Divisibilidad indefinida.
1991. Claudio Rodríguez, Casi una leyenda. García Montero, Las flores del frío. Miguel d’Ors, La música extremada.
1992. Gamoneda, Libro del frío. J. á. Valente, No amanece el cantor. Leopoldo María Panero, Poemas del manicomio de Mondragón. Roger Wolfe, Días perdidos en los transportes públicos. Benítez Reyes, Sombras particulares.
1993. J. A. Goytisolo, Elegías a Julia Gay. A. Luque, Carpe noctem. C. Bousoño, El ojo de la aguja.
1994. García Montero, Habitaciones separadas. Olvido García Valdés, Ella, los pájaros. José María álvarez, El botín del mundo. Rafael Guillén, Los estados transparentes.
1995. F. Brines, La última costa. álvaro García, Intemperie.
1996. L. A. de Villena, Asuntos de delirio. C. Marzal, Los países nocturnos. Vicente Gallego, La plata de los días. Miguel Casado, La mujer automática. Diego Jesús Jiménez, Itinerario para náufragos.
1997. J. A. González Iglesias, Esto es mi cuerpo. Martínez Sarrión, Horizonte desde la rada. A. Colinas, Libro de la mansedumbre. J. L. Piquero, Monstruos perfectos. Jorge Riechmann, El día que dejé de leer El País. Luisa Castro, De mí haré una estatua ecuestre. García Casado, Las afueras.
1998. José Hierro, Cuaderno de Nueva York. J. A. Muñoz Rojas, Objetos perdidos. Luis Muñoz, El apetito.
1999. Antonio Cabrera, En la estación perpetua.
2000. José ángel Valente, Fragmentos de un libro futuro. José Mateos, Canciones.
2001. á. Gonzalez, Otoños y otras luces. A. Trapiello, Rama desnuda. L. Oliván, Puntos de fuga.
2002. G. Carnero, Espejo de gran niebla. V. Gallego, Santa deriva. Sánchez Robayna, El libro, tras la duna. E. Medel, Mi primer bikini. Carlos Pardo, Desvelo sin paisaje.
2003. García Montero, La intimidad de la serpiente. Benítez Reyes, Trama de niebla. Ana Merino, Juegos de niños. Julia Uceda, En el viento, hacia el mar.
2004. C. Marzal, Fuera de mí. Martínez Sarrión, Poeta en diwan.