Image: 1968. El año que conmocionó al mundo

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Letras

1968. El año que conmocionó al mundo

Mark Kurlansky

24 marzo, 2005 01:00

Mark Kurlansky, por Gusi Bejer

Traducción de Patricia Antón. Destino. Barcelona, 2005. 560 páginas, 22 euros

1968 fue, para Mark Kurlansky, el punto de inflexión que marca el abandono de la modernidad y el comienzo de un mundo postmoderno regido por unos medios de comunicación en los que la televisión, que ya se empezó a transmitir vía satélite, comenzó a servir el espectáculo a domicilio. Un año en el que cambiaron muchos valores, actitudes y modos y maneras de entender la vida. Al mismo tiempo, un año que sembró la semilla de un mundo mejor.

Acierta Kurlansky cuando escribe que 1968 fue un año terrible. Pese a todo, sigue despertando nostalgia para quienes lo vivieron o curiosidad para quienes no fueron testigos del paso de sus días. La Guerra de Vietnam siguió matando gente mientras en Biafra la hambruna y las luchas de todo tipo acababan con un millón de personas. En agosto de ese año, el ejército con más potencia de fuego y mejor entrenamiento del Pacto de Varsovia entraba en Checoslovaquia a las órdenes de generales soviéticos, y acababa con la esperanza de hacer evolucionar el comunismo desde dentro. En Polonia las ilusiones de una sociedad mejor quedaron enterradas para unos cuantos años.

Los estudiantes se levantaron ese año en todo el mundo. En México, en la Plaza de las Tres Culturas, fueron masacrados, y en cualquier otro sitio apaleados y encarcelados. Los movimientos por las libertades civiles en Estados Unidos dieron un salto irreversible hacia delante. Millones de personas dijeron que ya no podían seguir soportando las injusticias, el desprecio o la desigualdad de buena parte de la sociedad, y lo mejor, quizá, fue que se extendió por el mundo la creencia de que una sociedad mejor era posible, que el mundo cabalgaba sobre los hombros de los seres humanos.

La España de 1968 aparece reflejada en unos pocos párrafos de este libro de Kurlansky. Presenta, muy de pasada, al "generalísimo Franco" como un dictador cuya represión era, sin embargo, menor que la de su vecino portugués "el autocrático António de Oliveira Salazar". Tras las "purgas sangrientas" posteriores a la Guerra Civil, Kurlansky entiende que "destruida la resistencia, la represión se había suavizado e incluso habían regresado algunos de los exiliados". La rebelión estudiantil la contempla Kurlansky como la expresión de una nueva generación de jóvenes que lanzaban piedras y gritaban "Libertad" y "Muerte a Franco". Señala que en 1968 en la Universidad de Madrid, la policía clausuró la Facultad de Ciencias Técnicas (se llamaba Facultad de Ciencias, a secas) tras los disturbios estudiantiles. No menciona ninguna de las actividades clandestinas de fuera de Madrid, ni la constante tensión de un movimiento estudiantil cuyo principal y más consistente armazón lo proporcionaba el Partido Comunista. Tampoco habla de los hombres y mujeres que lideraron la contestación al régimen de Franco y que, si bien no pudieron echarle de El Pardo, contribuyeron a preparar el cambio social y político que cristalizaría en la Transición. Sí se detiene, en cambio, en narrar el nacimiento y la primera violencia, en 1968, de ETA.

Pese al gusto deliberado de Mark Kurlansky por el fragmento, no es tan necio como para afirmar que 1968 se abre como el telón de un teatro. Es cierto que Martin Luther King es asesinado precisamente ese año, pero también lo es que la sociedad norteamericana llevaba varios años luchando por la igualdad racial. Algo semejante puede decirse respecto del cambio que supuso ese año en el modo de entender y practicar la sexualidad. En 1966, el famoso Instituto Kinsey había comenzado un estudio sobre la homosexualidad en el que se afirmaba que un 4% de los hombres y un 2% de las mujeres eran homosexuales. Poco después, el famoso informe Masters y Jonson señalaba que la mitad de los matrimonios padecían algún tipo de problema sexual.

A lo largo de estas páginas el lector se adentra en un año violento y conflictivo en todos los aspectos. En el país de referencia de 1968, Estados Unidos, el 8 de febrero fueron asesinados tres estudiantes negros en Carolina del Sur cuando intentaban acabar con la segregación racial de una bolera. El 4 de abril murió de un disparo Martin Luther King, lo que dio lugar a una semana de disturbios y saqueos en distintas ciudades. En junio asesinaron a Robert Kennedy en California. El concurso de Miss América fue interrumpido por grupos feministas.

El año que da título a esta obra trajo unas coordenadas nuevas para medir la política. Pierre Elliott Trudeau era, aquel año, a los cuarenta y seis, el primer ministro liberal de Canadá. Soltero, deportista e intelectual, coqueteó con éxito con la Prensa. Figura política con más estilo que contenido, encarnaría una manera de estar en la vida pública que años después sería, en opinión de Kurlansky, la de los presidentes Bill Clinton y Tony Blair.

La rebelión estudiantil es, tal como afirma Kurlansky, el aspecto más espectacular de 1968. Los estudiantes de todo el mundo se levantaron contra la guerra de Vietnam, contra las discriminaciones raciales y sexuales y contra los rígidos programas de enseñanza de las universidades de todo el mundo. En Estados Unidos, la Universidad de Columbia en Nueva York y la de California fueron escenario de levantamientos inauditos. En la de California, en el campus de San Diego, enseñaba Herbert Marcuse, un francfurtiano convertido en ídolo estudiantil. Cuando llegué a su seminario, una año antes de su muerte en 1979, sus preocupaciones académicas eran de índole estética, lo cual no dejaba de ser chocante vistas sus espantosas camisas de leñador.

Pese a que la rebelión estudiantil tuvo en Norteamérica una importancia considerable, fueron Francia y Alemania los países en los que tuvo mayor relevancia intelectual, política y académica. Como recuerda Kurlansky, a Rudy Dutschke, uno de los grandes protagonistas del famoso "Mayo del sesentayocho", le descerrajaron en Alemania un tiro a quemarropa.

Quizá Mark Kurlansky no se detiene lo suficiente en señalar que las distintas y numerosas rebeliones estudiantiles fueron un aspecto de un fenómeno social que tuvo además otras consecuencias. Dicho fenómeno fue el llamado baby boom, el incremento espectacular de la natalidad que se dio a partir de 1945. A esto se añadió, cuando en los 60 se producía la llegada masiva de estudiantes a las aulas universitarias, el aumento de la renta disponible. Como muy bien señala Mark Kurlansky, la nueva generación decidió romper con el mundo acartonado y autoritario heredado de la catástrofe que significó la II Guerra Mundial. Las tensiones y rupturas que supuso la entrada en escena de los jóvenes, enlatadas en el año 1968, conforman el eje y el interés de este volumen apasionante.


Mark Kurlansky se está abriendo paso en el ensayo destinado al gran consumo desde el fragmento. Al primer libro de grandes ventas en todo mundo de este periodista norteamericano, El bacalao: biografía del pez que cambió el mundo le siguió Sal: historia de la única piedra comestible. Ahora, con la aparición de 1968. El año que conmocionó al mundo, Mark Kurlansky vuelve a su fórmula: cerrar el ángulo de encuadre del objeto sobre el que reflexiona y no complicarse con el contexto histórico. Su método es independiente de que su objeto de estudio sea el bacalao, la sal o un año determinado. Cerrar foco y describir. Lo cierto es que su método ofrece la ventaja de poder engolfarte en un plato de historia cocinada a su gusto.