Katsuyuki Ogiuchi
Mi traducción del Quijote se podrá leer como un manga
6 octubre, 2005 02:00Katsuyuki Ogiuchi. Foto: D-Photon/SEEI
Tiene todos los ingredientes, y alguno más, del perfecto hispanista: al exotismo de haber nacido en Manchuria y ser hijo de un agente secreto chino, ha ido añadiendo con los años (ahora tiene 62) tal cantidad de esencias que su pasión por España es hoy un manto que lo cubre todo. Katsuyuki Ogiuchi, profesor universitario en Tokio, lleva treinta años largos atravesando nuestra mejor literatura (Cervantes, Unamuno, Lorca...), es un profundo conocedor de la Maragatería, preside una peña taurina en la capital japonesa (su ídolo es Joselito), tiene un piso alquilado en la Cava Baja madrileña y mira a España, en fin, con tanta afición y gusto como don Quijote, del que lo sabe todo. Ogiuchi culmina estos días diez años de trabajo dedicado a la traducción íntegra de El Quijote al japonés y es fácil adivinar que él mismo es todo un personaje.
-La primera pregunta es obligada: ¿de dónde nace su pasión por la cultura española?
-Es cuento largo: en 1950, a los siete años, escuché por vez primera, en la sintonía de un drama radiofónico, pronunciar la palabra "Hispania". Entonces no sabía siquiera que era el nombre de un país. Me impresionó tanto que más tarde, cuando tenía 16, en las charlas con mis compañeros del colegio decía "eso me suena a supein-go (castellano), en vez de "a etíope", que es el equivalente japonés de la expresión española "eso me suena a griego".
Entre Filipinas e Hispania
Ese mismo año 1959, en el puerto de Kobe, Ogiuchi conoció a una filipina que le recomendó aprender español y hacerse católico. Recuerda que empezó estudiando la historia de las Filipinas, "y leí el testamento escrito en la cárcel por el héroe nacional filipino, José Rizal en un ejemplar que me había mandado la muchacha. Era una edición español-inglés, y eché un vistazo a páginas en español. A medida que iba profundizando mis conocimientos sobre Filipinas, Hispania se iba perfilando como tema de mi estudio. En aquellos años, La Voz de América emitía desde Washington la voz de John F. Kennedy y la de Fidel Castro desde La Habana.
-¿Y cuando llegó Cervantes?
-En el año 62 ingresé en el departamento de Estudios Hipánicos de la Universidad de las lenguas extranjeras de Kobe, fundado ese año. Había profesores eminentes, entre ellos el ex embajador en Japón de la República, José Luis álvarez, el profesor Takahashi, autor del diccionario español-japonés más importante en aquella época y que prepa-
raba la traducción de la Segunda Parte del Quijote, y el profesor Tsutsumi, que traduciría años más tarde Cien años de soledad de García Márquez. El ex embajador nos mostró a los alumnos un entremés de Cervantes titulado La guarda cuidadosa. Lo representamos en su versión original entre todos los alumnos, que éramos 29 en total. Al empezar a ensayar no sabíamos ni jota de español. Yo fui el director y me aprendí de memoria la obra entera. El año siguiente representamos El alcalde de Zalamea, de Calderón. En el tercer año de aprendizaje de español representamos La Molinera de Arcos de Casona. En el cuarto, La Dama del Alba, del mismo dramaturgo. Mi tesina fue sobre el romanticismo en Mariano José de Larra. Pero la fascinación por Cervantes ya me había prendido.
-Creo que una figura clave en su vocación quijotesca fue Martín de Riquer.
-Sí. En 1966 fui a Barcelona para continuar mis estudios de literatura española y me matriculé en el curso de Estudios Hispánicos. Un día, en el aula magna de la Universidad de Barcelona, Martín de Riquer dio una conferencia sobre el Quijote que me emocionó tanto que salí a comprar el libro, los ocho tomos de la colección de Los Clásicos castellanos. Trabajaba entonces en un restaurante del paseo de Gracia, y frente al restaurante estaba la Librería Francesa. Era una delicia cruzar la calle y leer fragmentos de los autores más destacados.
"Don Quijote salió a agitarme"
Desde entonces anda Ogiuchi enredado con don Quijote. Es un magnífico contador de historias disparatadas, así que narra sus primeras andanzas con el genio con un repertorio de anécdotas propio del novelista que lleva dentro. Un ejemplo: "Don Quijote salió a agitarme para que yo me metiera en el grupo de estudiantes que ocupó el campus de la universidad durante seis meses, resistiendo a la policía armada. Entré entonces a trabajar en la universidad de Estudios Económicos de Tokyo como profesor de español. En ese mismo año leí Los trabajos de Persiles y Segismunda, y la traduje en 1978, y en 1987 escribí La mesa del Quijote, un libro sobre la sociedad española de la época de Cervantes". De vez en cuando, Ogiuchi se pone serio y dice que "al principio, me interesaban las notas de Rodríguez Marín más que la obra de Cervantes. A los alumnos españoles de primer curso de filología les expliqué un día el entremés de Cervantes La Guarda Cuidadosa y, ante su reacción, comprendí que los clásicos estaban muy alejados de los jóvenes, en España y en Japón. Las traducciones que había eran incomprensibles".
- Así que decidió ponerse a traducir su Quijote...
- Sí, pero no lo hice hasta 1995. Ya existía una edición íntegra del 51, directamente traducida al japonés por Yu Aida, y otra hecha a dos manos y publicada en dos tiempos: los cuatro primeros tomos los tradujo Nagata en 1929 y los dos restantes lo hizo Takahashi en 1977. Y otra tercera, aparecida en 2001 de la mano de Ushujima. En todos los casos (dos ni siquieran están ya en el mercado) se trata de traducciones literales y frustran a mi juicio las esperanzas de los lectores de conocer más aventuras que las del molino de viento. Porque no entienden nada más.
-¿Qué diferencia sustancial tiene su versión?
-La mía sigue a Cervantes en su prólogo a la primera parte: "procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y periodo sonoro y festivo". Así yo he procurado que mi traducción sea lo más inteligible posible y al mismo tiempo la más coloquial, para que sea accesible a cualquier tipo de lector. Es la gran diferencia. Intento satisfacer esa preo-
cupación común a los lectores japoneses que quieren acercarse al mundo del Quijote con un texto más comprensible. Demasiados japoneses renunciaban a seguir leyendo el Quijote por la complejidad de la traducción, que utilizaba un lenguaje arcaico heredado directamente de la época de los samuráis, y casi incomprensible hoy.
La versión de un poeta
De la traducción de Ogiuchi, que es la versión de un creador, van a editarse 3.500 ejemplares en la primera impresión y él confía que entre sus lectores estén muchos jóvenes, "porque creo que he logrado un lenguaje popular y culto al tiempo. A partir del 12 de octubre podrán leerse las aventuras del Quijote en japonés como si fuera un manga".
- Y después, ¿qué?
-Ahora estoy con el Lazarillo de Tormes. Verá, actualmente presido una tertulia literaria, donde estos tres años leemos El lazarillo en el libro original en español. Nos reunimos cada tres semanas y leemos tres horas. La edad, la profesión y el nivel de la lengua española y de la cultura española de los asistentes es variadísimo. Pero todos nos divertimos con cada aventura del libro, con cada vocablo, por muy raro que sea para un japonés. Organizamos viajes a Salamanca, a Toledo y a otros lugares relacionados con la novela.