Image: Del mar al monte

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Letras

Del mar al monte

Jorge Cela Trulock

26 enero, 2006 01:00

Jorge Cela Trulock. Foto: Archivo

March Editor, 2005. 120 páginas, 11 euros

El veterano Jorge Cela Trulock (1932) es uno de esos autores, entre tantos otros, cuyo reconocimiento público anda por debajo de su valor cierto.Desde hace medio siglo viene escribiendo novelas y cuentos con bastante constancia, dentro siempre de una exigencia creativa muy alta, incluso en varias ocasiones atreviéndose a prácticas experimentales arriesgadas.

Esa literatura de calidad y libre de las hipotecas de la moda y del mercado marca el nuevo libro de este prosista madrileño, en el cual logra un relato excepcional, "El velero del Estacio". Esta novela corta y otra también notable, "Amarillo pico mirlo", integran el delgado volumen titulado Del mar al monte.

Las dos narraciones guardan gran parecido. Ambas se centran en un espacio geográfico reducido, una isla mediterránea en la primera, una casa de campo en el centro peninsular, a la sombra de La Maliciosa, en la siguiente. Una y otra comparten idéntica ideación: la voz de un narrador dominante va dando cuenta de algunos pequeños hechos cotidianos y, mientras, ofrece noticias del paisaje y del paisanaje. Todo ello está presentado con el propósito nítido de plasmar una crónica verista, meta que subraya el autor con algún discreto apunte del natural, así una mención del matrimonio Alonso Zamora y María Josefa Canellada. Apenas nada más que esas notas corrientes extraídas durante unas fechas irrelevantes de un verano se encuentran en ambas novelitas, las cuales responden, en este sentido, a una de las innovadoras ideas de la modernidad: la novela se ha empecinado en contarnos argumentos trabados, cuando en la realidad sólo producen momentos y azares. Cela, aplicando este criterio, hace un purísimo relato sin aventuras y sin trama en Del mar al monte. Pasar, pasan un puñado de cosas en los dos relatos, pero esos sucesos apenas consisten en algo más que en anécdotas poco llamativas.

Con esto, o sea, con observaciones bien seleccionadas de un simple trozo de vida común, resulta suficiente para captar la existencia, en su fluir o en su estancamiento. Y esto es lo que consigue Cela mediante el manejo creativo del lenguaje, el instrumento al cual sabe sacarle notas que desvelan sentimientos intensos y hasta una filosofía. Cela utiliza una lengua flexible, de especial fortuna en una sintaxis que convierte las oraciones en un perfecto cauce irregular para trasladar al papel lo pensado y lo hablado. Sobre todo, alcanza una gran plasticidad en "El velero del Estacio". Esta memorable pieza está, dicho con sencillez, admirablemente bien escrita. Pero no con el esmero del virtuoso ni con un rebuscamiento que conduzca a escribir bien muy bien de nada. La prosa de este Cela Trulock es un placer para el oído y trasmite con mucha viveza un sentir que él capta desde sus raíces, la vivencia de la temporalidad y del paso del tiempo. Así, un libro de apariencia engañosa, como de algo trivial, potencia su sentido y se carga de preocupación, la de estos serios motivos, mediante un fondo reflexivo nada aparatoso y muy bien comunicado.