Picasso escribe a Gertrude Stein
Mi vida es un infierno
26 enero, 2006 01:00Pablo Picasso. Foto: David Douglas Duncan
La relación epistolar entre Gertrude Stein (1874-1946) y Pablo Picasso (1881-1973) termina el 30 de noviembre de 1944. Estamos en París, se avecina la II Guerra Mundial y hace mucho frío. Tanto, que la señora Stein urge a Picasso que le devuelva los radiadores antes del 10 de diciembre. La mitología que rodea a la pareja exigía un final más novelesco o menos prosaico, pero semejante telegrama, seco como la nieve de Paris, se atiene a la superficialidad que predomina en la correspondencia inédita de Picasso y Stein.
Casi nunca hablan de arte ni se entretienen en cuestiones de estética. Tampoco aluden a la literarura o abundan en el fenómeno de la creación. Predominan, en cambio, las cuestiones logísticas e informativas. Quizá porque Picasso y Gertrude Stein se frecuentaban físicamente a menudo o quizá porque ninguno de los dos quería exponer las faltas de ortografía en francés. Era una lengua extraña para ambos al inicio del siglo XX, aunque los hallazgos de la editorial Gallimard demuestran que Picasso tenía ciertas dificultades para escribir en español: "Querido amigo Stein", le dice el pintor a Leo, "aquí me tienes á (sic) no se cuantos millones de metros sobre el nivel del mar y trabajando como dios me da a entender y como yo lo intiendo" (sic). La misiva tiene el remite en Lérida y fue redactada en 1906. Es decir, el mismo año en que Pablo Picasso hizo posar a Gertrude Stein para abrir en connivencia el camino del cubismo.
Una relación triangular
La escritora-mecenas y el pintor malagueño se abandonaban en el solaz de conversaciones profundas. "No había lugar al tiempo ni al cansancio en el estudio de la Rue Ravignan. Los dos percibíamos que estaba naciendo una revolución creativa", decía Gertrude Stein en sus memorias. El problema es que la relación epistolar se mantiene al margen de cualquier atisbo volcánico. Dicho de otro modo: si las cartas de los años precubistas llegan a las manos de un marciano o de un bosquimano distraído, jamás podrían percatarse de que Picasso y Gertrude Stein habían parido la práctica y la teoría de la vanguardia.
Hablan de cuestiones terrenales, mencionan acontecimientos sociales y dedican mucho papel a explicar dónde se encuentran geográficamente cada uno. También aluden con frecuencia al dinero. Porque los hermanos de Stein mantenían al maestro. No sólo adquiriendo sus obras a título visionario cuando Picasso era una "hipótesis". También pagándole las comidas y el alquiler de la casa. Tal como se desprende de una carta que Picasso le remite a Leo en 1910. O sea, cuando ya había pintado Las señoritas de Avignon (1907).
La relación triangular entre Picasso, Leo y Gertrude fue muy compleja porque el pintor sostenía que el hermano de la escritora era un arrogante, aunque las cartas tampoco ofrecen demasiados detalles históricos al respecto. Sí permiten conocer, en cambio, las conquistas femeninas del artista y los avatares conyugales, lejos de cualquier lenguaje explícito o vulgar. Al contrario, Picasso demuestra mucho sentido del pudor delante de su amiga Stein. Y aprovecha las pautas de la relación epistolar para contarle el trauma que supuso la muerte de Eva Gouel:
"Querida Gertrude, mi pobre Eva ha muerto en los primeros días de diciembre. Ha supuesto un grande dolor para mí. Me gustaría verte después de tanto tiempo separados y hablar con una amiga tan buena como lo eres tu", escribe Picasso en 1916. El testimonio sucede en el tiempo al documento manuscrito que más impacto emocional contiene. Lleva la firma del maestro y está relacionado con la agonía de Eva. Picasso llega a decir que su propia vida es un infierno, aunque los avatares de la enfermedad conyugal no le impiden seguir trabajando: ha dado forma al Arlequín. Estamos en el meridiano de la I Guerra Mundial y en el periodo de relaciones más intenso entre los protagonistas del correo, aunque muchas de las cartas denotan un vínculo materno-filial. Incluida la que Gertrude Stein remite a "Pablo" -otras veces lo llama Paulo- desde Nimes, rodeada de soldados y de preocupaciones.
Llegan noticias apocalípticas de la gripe española. Hasta el extremo de que Guillaume Apollinaire, amigo de ambos y cómplice de la explosión vangurdista, agoniza víctima de un severo brote epidémico que sacude Francia. "Me divierto mucho escuchando las historias de los soldados [...] No dejan de contar unas sobre otras. Aunque el frío va a terminar con la diversión. Por favor, cuida de tu salud y no te dejes atrapar por la gripe española. Esa enfermedad es la única cosa española que no me gusta", escribe Gertrude Stein en 1918.
El documento ha trascendido 88 años después porque la profesora Madeline ha conseguido la llave de los archivos de la Beinecke Library y de la Universidad de Yale, depositarios de la herencia epistolar que poseía la familia Stein. También ha puesto en orden los documentos que la familia Picasso donó en 1992. "Llegando a la conclusión de que la mayor parte de las cartas enviadas a Picasso nunca se habían dado a conocer. Es decir que el libro rellena un espacio fundamental en la historia de de ambos personajes", según la propia autora del memorial.
Tiene razón. Especialmente si tenemos en cuenta el lirismo de Gertrude Stein reivindica en las cartas que dirige a Picasso desde su residencia campestre de Belley o desde sus viajes en el mirador de la Costa Azul(1922-1935). Nada que ver con los experimentos vanguardistas de Tres vidas ni con las aspiraciones de convertirse en una revolucionaria de la literatura contemporánea. La señora Stein parece regocijarse a la sombra el costumbrismo. Y termina muchas de sus cartas con poemas de buen gusto o de escasa vocación rupturista para reconciliarse con el maestro.
Habían permanecido tres años sin relacionarse, tal como lo acreidita la ausencia de correo entre 1919 y 1922, pero la reconciliación demostraba la dependencia recíproca, más o menos como si nunca se hubiera extinguido el chispazo que ambos sintieron al conocerse en París. Las cosas había cambiado porque Picasso era una celebridad y porque Gertrude Stein no podía permitirse comprar un cuadro del protegido. También les distanciaba el problema de la injerencia de Leo, pero el libro recopilatorio de Gallimard no contiene una sola expresión de amargura o de resentimiento. Tendrían que encontrarse entre líneas. O leyendo en clave quisquillosa aquel telegrama del 30 de noviembre de 1944. "Llegamos el 10 de diciembre. Necesidad urgente de radiadores o aparatos parecidos que funcionen. Gertrude".
"Mi vida no es nada alegre: ya casi no trabajo"
París. 9-XII-15
Acabo de recibir su carta. No se extrañe de que no le haya escrito desde que se marchó. Mi vida es un infierno. Eva ha estado siempre enferma, cada día más, y ahora está en un sanatorio desde hace un mes. En fin, es el fin. Mi vida no es nada alegre: ya casi no trabajo, corro al sanatorio y paso la mitad del tiempo en el metro. No he tenido fuerzas para escribirle; he pensado en usted, bien lo sabe, e incluso le he pedido noticias suyas a Belfa [conserje parisino de Stein] cuando me lo he encontrado. Sin embargo, he pintado un cuadro de un arlequín que, en mi opinión y según varias personas, es lo mejor que he hecho […]. En fin, tengo una vida muy ocupada y, como siempre, no paro. […] Escríbame.
PABLO PICASSO
"Cuando alguien sufre por ser alguien..."
14-V-30
Mis queridos amigos:
Aquí tenéis para Paulo un trébol de cuatro hojas encontrado en nuestro jardín. Hay muchos si tiene buena vista y espero que usted la tenga. Juana de Arco ha traído la lluvia a menudo, pero ahora nos prometen buen tiempo para finales de mayo y espero verle, recordarle que fue en Belley donde me contó su último viaje a España [alude al destino de unos cuadros de juventud que tenía su madre y que desaparecieron o fueron malvendidos]. Me apena que haya tenido problemas tan inmerecidos, porque lo que es seguro es que usted siempre ha sido todo aquello que un hijo debe ser, Dios mío, de todos modos, cuando alguien sufre por ser alguien, pero toda mi amistad siempre, si le place. Aquí, salimos y entramos, nos mojamos y nos ponemos ante el fuego para secarnos, y los días pasan bien así, y los guisantes salen y los melones mueren, las rosas y los pensamientos, y Basket disfruta tanto y come tanto que ya no puede más. ¿Cuándo nos veremos? Reciba todo mi cariño de nuevo,
GERTRUDE STEIN