Letras

Ignacio Sotelo

"La Constitución de 1978 ha favorecido las tendencias secesionistas”

22 junio, 2006 02:00

Ignacio Sotelo. Foto: Daniel Blanco

Perfeccionista y tenaz, Ignacio Sotelo me cita a primera hora de la mañana en su casa de Madrid. En la mesa de madera de un salón cuyo ventanal se asoma al silencioso jardín de un convento nos sentamos a trabajar y trenzamos durante horas las preguntas y respuestas de esta entrevista. Sotelo es uno de los intelectuales españoles que más firmemente ha mantenido sus posiciones a lo largo de los años. No disponemos de los cinco o seis mil libros que alberga su casa de Berlín, cerca de Ku-Damm y del que fue el domicilio paterno de Max Weber, pero su memoria trabaja con la fiabilidad de los motores alemanes.

Ignacio Sotelo se encuentra en Madrid para presentar su último libro, A vueltas con España. Licenciado en Derecho y en Filología Clásica por la entonces Universidad Central (ahora Universidad Complutense), tuvo que exiliarse en 1959 procesado por pertenecer al Partido Social de Acción Democrática que fundó y dirigió Dionisio Ridruejo.

Profesor de Ciencia Política en la Universidad Libre de Berlín, su presencia intelectual en España ha sido constante desde 1976 a través de sus publicaciones, conferencias, seminarios e intervenciones en los medios de comunicación. En su actividad como científico social ha compaginado la reflexión filosófica con el análisis de la política diaria. En la actualidad prepara un libro sobre la crisis de la nación, del Estado y de la democracia.

-Un tema que parecía agotado, "Dios mío, ¿qué es España?" decía Ortega y Gasset en las Meditaciones del Quijote, ha vuelto a ser actual, como demuestra la aparición de su libro.
-Tal vez una de las consecuencias más graves de la herencia franquista es haber acabado con el concepto de nación española, debido a la manipulación política de la idea de España en el afán de salvar las esencias de una "España eterna". En los 70 y en los 80 como reacción comprensible cundió la idea de que o bien "España" era una palabra que carecía ya de sentido y algunos la sustituían por "Estado español", o bien se pretendía que nuestra historia y nuestro presente podía homologarse al resto de Europa sin que existiese una problematicidad específica de nuestro país. "España" había dejado de ser un problema porque en Europa se había encontrado la solución.

Procesos en el atolladero
-¿A qué se debe este cambio de perspectiva en el que España vuelve a ser de nuevo "el problema"?
-En los últimos 30 años el desarrollo económico, social y cultural de España ha sido impresionante. Los dos grandes éxitos que nos han proporcionado el mejor momento de nuestra historia han sido, por un lado, la integración en la Unión Europea, y, por otro, la estructuración autonómica del Estado. Pues bien, ambos procesos se encuentran hoy en un atolladero. Por un lado, los muchos problemas no resueltos que conlleva la ampliación de la Unión Europea a los 25 nos ha dejado a los españoles sin una perspectiva sobre nuestro futuro europeísta. A su vez, el Estado de las Autonomías, que ha contribuido decisivamente al progreso económico, social y cultural no ha resuelto, sino más bien al contrario, la cuestión básica que nos obligó a inventarlo. El nacionalismo catalán y el vasco se han fortalecido en su dinámica centrífuga. Hoy muchos temen una fragmentación de España y justamente ese temor es el que ha actualizado la vieja cuestión orteguiana: "Dios mío, ¿qué es España?"

-Teniendo una opinión tan favorable al Estado de las Autonomías, ¿cómo explica que se haya fracasado en el intento principal de integrar a Cataluña y al País Vasco como comunidades autónomas?
-El hecho contundente es que en estos 27 años de Estado de las Autonomías no han servido para reducir las dinámicas centrífugas, sino más bien al contrario. La Constitución de 1978 ha favorecido las tendencias secesionistas. Mal que nos pese, cabe establecer una correlación entre la pujanza que han adquirido los nacionalismos -y no sólo allí donde existe una tradición secular, sino también en Extremadura, Andalucía o Canarias, regiones donde el nacionalismo era inexistente o mucho más débil- y el Estado de las Autonomías, que muestra a las claras que ha fracasado en el objetivo principal de encontrar un acomodo practicable para Cataluña y el País Vasco. El origen de estos males está en el mismo texto constitucional. No obstante, haber otorgado a las "nacionalidades" y "regiones" competencias de modo que el Estado de las Autonomías se aproxima a un Estado federal con un grado de descentralización comparable y a veces superior a algunos de los Estados federales, España no ha perdido el carácter básico de Estado unitario. La Constitución no sólo dejó abierto el proceso sino que impide que se pueda cerrar, al pretender todas las comunidades autónomas alcanzar el más alto techo competencial.

»El Estado de las Autonomías que perfila la Constitución tiene dos fallos fundamentales: el primero, que no ha definido las competencias propias de las comunidades. Y éstas se definen en estatutos que son revisables, con lo que la tendencia es a exigir el traspaso de más o mayores competencias en cada una de las nuevas revisiones. El segundo fallo consiste en que el modelo constitucional carece de los órganos propios del Estado federal, entre ellos, una cámara de representación territorial que permita a los Estados federados participar en pie de igualdad en las tareas que a todos conciernen.

-En su libro, sin embargo, el tema principal no es el de la estructuración territorial de España, sino, quizá, el de los problemas educativos.
-Mi ensayo sobre España está planteado desde una perspectiva histórica. Hago una periodización, creo que bastante original, de nuestra historia desde comienzos del siglo XVIII, y desde esta perspectiva el tema principal no es tanto el de la estructuración territorial de España, que surge con el "desastre del 98" y que hoy domina la discusión pública, sino la especial evolución cultural de España que desde finales del siglo XVI nos aparta de la modernidad europea. En los momentos en que surge la filosofía y la ciencia moderna España se queda al margen debido, hay que decirlo claramente, a la intervención eclesiástica-inquisitorial que para salvar el dogma nos cierrra las puertas al pensamiento creador que se produce al otro lado de los Pirineos.

-La Inquisición desaparece en España en 1833. ¿Acaso no hemos tenido tiempo para integrarnos en la cultura europea de la modernidad?
-Junto al fracaso de la Ilustración, que en España tuvo una presencia muy débil, se añade el fracaso de la España liberal a lo largo del siglo XIX. Con la Institución Libre de Enseñanza, a finales de siglo, surge el primer movimiento científico cultural de modernización de España, que en los primeros decenios del siglo XX permite una cierta recuperación de la ciencia y el pensamiento modernos. La guerra civil y los 40 años arrancan de raíz aquel esperanzador comienzo. En la transición a la muerte del dictador que ha mostrado tantos elementos de continuidad -aunque reconozco las rupturas que se consiguieron en las esfera política- la más grave fue en el ámbito educativo. La Universidad del franquismo ha pervivido sin otras modificaciones que el convertirla en presa de los rectores y de los sindicatos. El enseñar a pensar por sí mismo desde la primaria y hacer ciencia y no a conformarse con introducciones orales es una meta que no sólo no se ha alcanzado sino que no se vislumbra en el porvenir. España es cada vez una sociedad más rica, pero también con una insuficiencia -medida desde su nivel económico- en el ámbito científico y tecnológico.

"España va cada vez mejor"
-Usted viene regularmente a España desde el año 1976. ¿Cómo entiende las actuales tensiones en la vida pública española?
-Difícilmente y con gran preocupación. Pese a los muchos defectos en el ámbito político -preeminencia de los partidos en la representación parlamentaria, sistema electoral proporcional pero desfigurado al ser la provincia el distrito electoral, y todo ello con la limitación de tener sólo 350 diputados-, la fragilidad del modelo económico -déficit creciente, déficit de la balanza comercial, inflación en aumento, baja productividad- y, sobre todo, las deficiencias en el sistema educativo, hacen que, como suelo decir, "de catástrofe en catástrofe, España va cada vez mejor".

»Si la sociedad española tomase en serio los mensajes que transmite una derecha cada vez más ultra, creeríamos estar al borde de una nueva guerra civil. Se pide la "verdad" sobre el 11 de marzo dando por sobreentendido que la matanza fue teledirigida por una conspiración en la que estaban implicados el PSOE y parte de la policía; he oído en una manifestación llamar "asesino" al presidente del gobierno y, lo grave, es que no son pocos los que creen que el gobierno de la nación está formado por un conjunto de conspiradores asesinos que han llegado al poder por medio de una matanza terrible. No puedo entender que si una buena parte de la sociedad española asumiese esta tesis, nuestra convivencia pudiera desarrollarse en paz y libertad. Quiero creer que si se ha recurrido a esta ficción es porque se está seguro que en las condiciones internacionales de hoy y con el grado de desarrollo socioeconómico alcanzado, otro 1936 es por completo impensable, pero jugar con fuego no deja de ser altamente peligroso.

-Para cambiar de tercio, ¿cómo juzga la situación en la cultura española después de 30 años de democracia?
-En este ámbito no son menores los cambios que España ha vivido en estos últimos tres decenios. No hay correlación entre pujanza cultural y situación socioeconómica. Alemania, que estaba tan atrasada en lo político y en lo económico-social en la segunda mitad del siglo XVIII, fue capaz de continuar de manera harto original y creadora la Ilustración que había nacido en Inglaterra y había tomado cartas de naturaleza en Francia, los dos países más ricos y poderosos de la Europa de entonces. La España de las primeras décadas del siglo XX que vive una profunda crisis política y social que termina desencadenando nada menos que una guerra civil, es sin duda, culturalmente el momento más esplendoroso de la España contemporánea. Pese a que no hayamos superado el bache de la educación, la cultura española me parece que vive un buen momento que se debe tanto a la libertad que gozamos como al Estado de las Autonomías. Lo más significativo es la "redención de las provincias" por usar la expresión de Ortega y Gasset que ha llevado consigo el desenvolvimiento cultural de todas las regiones españolas. Nadie peor colocado que el coetáneo para juzgar el valor de la literatura, música o pintura que se hace en nuestros días. Con todo, uno sospecha que más allá de los prestigios oficiales en la vida cultural española están pasando cosas significativas, el hecho es que Europa está cada vez más interesada por lo que se hace en España, pese a que su ignorancia a este respecto sea total. Todavía, para el europeo medio, el filósofo español se llama Ortega y Gasset, el poeta García Lorca y el pintor Pablo Picasso.

A vueltas con España
Ignacio Sotelo. Ed. Gadir. Madrid, 2006. 400 páginas, 21 e.
Se abre este volumen con una presentación en la que Sotelo reclama la validez del ensayo como instrumento válido en todos los ámbitos intelectuales. Acierta, sobre todo cuando, como sucede en este caso, los catorce ensayos que agavilla A vueltas con España son densos, articulados y están bien informados. El lector siempre agradece el ensayo que descansa sobre muchas horas de estudio.

El primer capítulo, de lo más interesante y original del libro, arma una periodización cuyos tres grandes hitos son la Guerra de Sucesión (1702-1712), la Guerra de la Independencia (1808-1814) y la Guerra Civil (1936-1939). Tres momentos bélicos que ahorman lo que para Sotelo son las tres grandes etapas de la España moderna. Un primer periodo que comienza en 1702 y finaliza en 1808 y supone "el fracaso de la ilustración". El segundo, que va desde 1808 hasta 1936, y significa "el fracaso de la España liberal" y, por último, la etapa que desde 1936 viene hasta nuestros días con dos tramos bien diferenciados: franquismo hasta 1976 y democracia hasta la actualidad. "Europa y España" es el ensayo siguiente. Sotelo defiende la convergencia europea en lo económico y en lo político, pero al llegar a lo cultural da un giro y se lanza a una afirmación cargada de regusto francés: "Europa debe favorecer su diversificación cultural".

Tras reflexionar sobre la cultura política alemana y española, Sotelo deja caer cierto pesimismo sobre el español como lengua científica. De ahí pasa a una brillante y sincera reflexión sobre la universidad española para entrar, a continuación, en un análisis de las relaciones entre Cataluña, Cuba y España. Felipe González, Aznar, Aranguren y Laín son, páginas adelante, deconstruidos por Sotelo a la vez que medita sobre el papel del intelectual. Magnífica lectura con la que es imposible estar siempre de acuerdo. Sus chispazos son siempre sugerentes. B. S.