Letras

Nocilla Experience

28 febrero, 2008 01:00
5. Por fin han encontrado las armas de destrucción masiva. Las tenía el dictador ocultas en su propio cuerpo. Y sólo era una, cuidadosamente cosida a su estómago. Una cápsula de 1 cm3 unida a un micromecanismo adjunto que podría ser activado por él mismo mediante un control remoto mental. En efecto, con tal de concentrarse precisamente en ese punto de su estómago, y dirigir ahí toda la fuerza de los pulmones e intestinos en virtud de una técnica adquirida por viejos métodos de respiración yoga, el citado micromecanismo se activaría soltando así un veneno que lo haría morir al instante. La destrucción masiva vendría dada por un efecto cascada: la oleada de inmolaciones en cadena que prevé el Corán Tipo-B para estos casos, a imagen y semejanza de esa otra reacción en cadena que damos en llamar "nuclear". Cristianismo, budismo, islamismo y tecno-laicismo en un solo relámpago.

46. La mística tiene mucho que ver con el agua mineral con gas. Microesferas de aire que suben verticalmente a velocidad constante sin que les importe la curvatura del Universo. Un ascender que carece de correlato e imagen en el espacio-tiempo. La masa tiende a caer, y todo es masa, y todos somos y seremos masa, y quizá algún día haciendo colisionar 2 chorros de subatómicas partículas encuentren los físicos al fin el ansiado bosón de Higgs que dé cuenta de tanto peso que nos constituye y rodea. Sube a velocidad constante la burbuja de aire, fría y pequeña, aunque en el torrente sanguíneo te mate. Alguien tendría que pensar qué ocurriría si toda la nieve de las estepas fuera agua mineral con gas congelada, qué forma tendría el tiempo detenido en esas microesferas.

77. Steve es cocinero, administrador, ideólogo y regente del Steve's Restaurant, en Orange Street, Brooklyn, espacio que funciona como una especie de laboratorio de ideas. Polly, su mujer, sirve y limpia las mesas. En origen era un tugurio, y estéticamente lo sigue siendo, pero con el tiempo ha ido ganando fama y hoy por hoy hay lista de espera de hasta 3 y 4 meses para encargar mesa. Es habitual ver a Steve, corpulento y barrigón, entre los fogones con un abrigo de astracán casi hasta los pies que cubre sólo unos calzoncillos, dando voces a ninguna parte en tanto los clientes aguardan. Ni hay carta de platos ni se puede pedir. El cliente se sienta en una mesa de mantel de cuadros con unas vinagreras en el centro, sal, pimienta y una lamparita, y los platos van llegando. Los que más se sirven, según el humor de Steve, son: fotografías polaroid hechas furtivamente al cliente a través de un agujero practicado en la pared de la cocina, fritas y rebozadas en huevo, de tal manera que al retirar ese huevo aparecen los objetos y los rostros transformados. Otro muy servido son cables eléctricos, de los clásicos 3 colores [positivo, negativo y tierra], sumergidos en aceite con ajo del Líbano. Otro es libro de bolsillo en almíbar, que se presenta enroscado como un tubo dentro de un frasco, sumergido en el almíbar, donde el azúcar se adhiere sólo a la tinta de las letras para después cristalizar en relieves. Y por último, carpaccio de hojas de obra literaria maceradas a la pimienta, que pueden ser, según lo que Steve encuentre en el mercado de segunda mano: 1) On the Road de un tal Kerouac, o 2) la Constitución de los Estados Unidos de América, o 3) Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. También, ahora está ensayando CDs vírgenes al horno, que se arrugan y ampollan como una oreja de cerdo chamuscada, y se los sirve a los musulmanes que, por representación simbólica del mal, quieran entrar exorcizados de una vez por todas en el siglo 21. Todos los platos los presenta el propio Steve, que sale de la cocina con ellos en alto, a grito pelado. Unos acuden por contemplar lo que, aseguran, es una maravilla de la cocina teórica; otros, los más, por simple curiosidad, y no vuelven; y un grupo más reducido por considerar que allí se realizan obras de arte en tiempo real. Una vez al año, organizan una jornada de puertas abiertas, que consiste en que todo el quiera puede traer su propio plato teórico y presentarlo, y se dan premios y nominaciones. Las 12.30 de la noche, han cerrado. Polly está dentro de la barra tomando una ginebra con naranja, Steve se desabrocha el abrigo y se sienta en un taburete frente a ella, que le pasa la mano por el pelo. Hoy estoy roto, dice él mientras se deja atusar. El astracán del abrigo, entreabierto, se confunde con el pelaje del pecho. Venga, pequeño oso, vamos a dormir, dice ella. él hace como que no oye. ¿Sabes, Polly, lo que me gustaría hacer de verdad? Dime. Ahora cocinamos objetos, pequeñas cosas que hay por ahí, pero ¿no te apetecería cocinar, por ejemplo, un barco, o un avión, o la ciudad de Nueva York, o un rayo de luz, o mejor aún, el horizonte? ¿Te imaginas cocinar el horizonte? Sí, Steve, claro que me lo imagino, tú podrías hacerlo, desde el primer día que te vi ya supe que tú puedes cocinarlo todo. Apagaron las luces y subieron al piso de arriba, donde se ubica su vivienda. Al día siguiente, lo primero que le dijo Steve a Polly cuando se despertó fue, Lo he visto, ya lo sé, lo tengo claro, ya sé cómo cocinar el horizonte.

103. Sin embargo se ha extendido la idea de que tu combinación de estilos es el resultado de un proceso caótico e imprevisible, cuando en realidad en tus discos o conciertos están pensados hasta los errores: Están organizados, sí, muy pensados. Hay accidentes ocasionales, pero funcionan. Controlar el caos es una buena definición de lo que hago, quizá por el deseo consciente de crear música tridimensional. La mayoría de las grabaciones son muy planas, así que si introduces más elementos en el
sonido puedes llevar esa canción pop a un nivel diferente. Y ésa es el área que me atrae, que me excita. Por eso la gente que suele escuchar música pop tradicional puede encontrar mi música caótica o "estropeada", pero fue escrita de ese modo. Entrevista a Beck, El pop después del fin del pop, Pablo Gil, Ediciones Rockdelux, 2004.