Letras

Poemas para la próxima década

13 noviembre, 2008 01:00

10 años de El Cultural

Si algo ha caracterizado a El Cultural ha sido su apuesta casi de-sesperada por la poesía, aunque ni las cifras de ventas ni lectores suelan acompañar: tal vez sean menos, pero quizá mejores. Por eso, 10 grandes poetas de muy diversas generaciones nos regalan un poema inédito, de José Manuel Caballero Bonald a Antonio Lucas, pasando por Antonio Colinas, Guillermo Carnero, Carlos Marzal, Joan Margarit, Antonio Martínez Sarrión, Juan Antonio González Iglesias, Elena Medel y Vicente Valero.

Primer desenlace

(Amanecer en Patmos)
Para empezar a ser, una vez más, esta mañana, aquí. (Sombras aún bajo este cielo posible, indiferente). árboles cada vez más amanecidos, donde el pájaro dice no solamente el sol, sino la luna a medio huir. Encaramarse para ir descubriendo, una vez más, para empezar a ver más claro. Bajar al mar. (Con toda la noche a cuestas: sombras aún hacia ninguna parte). Inventar un camino. Por donde las adelfas, los gatos húmedos, las granadas resecas. Ah, cada huella será después humo de julio, ascua silenciosa a la espera, mapa del fin del mundo. Ver, saber ver entre los bancales dormidos. (Nada que no sepamos, pero todo lo que necesitábamos recordar). Palpar entonces las raíces: ásperas y oscuras como presentimientos. Y más allá por fin la roca negra, con sus algas perpetuas, con sus espumas abrasadas. ¿Para ganar a nado la promesa de tanta claridad? Bajar al mar por el camino que aún no vemos.
Vicente VALERO

Relato de madrugada
En la plaza vacía está lloviendo.
Hay un único taxi en la parada
Es tan larga la espera del taxista.
Apagado el motor,
dentro del coche hace mucho frío.
Se abre una puerta y sube un pasajero
de malhumor, cansado, con la ropa mojada.
Le da una dirección.
Al saltarse un semáforo, le abronca.
El taxista se vuelve murmurando:
Mi hijo ha muerto hace una semana.
El pasajero calla y se hunde en el asiento.
Avanzada la noche, sube al taxi
un grupo en plena juerga, y él les dice:
Mi hijo ha muerto hace una semana.
“Todos nos hemos de morir”, contestan,
entre las bromas y las carcajadas.
Acabado el trabajo, en el garaje,
se acerca a la cabina de la radio:
Mi hijo ha muerto hace una semana.
La mujer, con los ojos
enrojecidos de cansancio,
le contesta que sí mientras atiende
a las voces mezcladas con el ruido
que van surgiendo desde la emisora.

Se trata de un relato que es de Chéjov.
En él cae la nieve
y el coche es un carruaje con un viejo caballo.
Sé que el taxista no podrá dormir.
¿Y la muerte? ¿Está dentro del puño
que levanta la vida, o es el puño
en el que estamos encerrados?
En la historia de Chéjov, al cochero
le queda su caballo para poder contarle
que su hijo está muerto. De repente,
siento que todo está dentro de mí,
que el miedo ya está helándose,
y enciendo un fuego, y todos sentimos su calor,
el taxista, el cochero, tú que me estás leyendo,
yo, mis muertos y Chéjov, todos juntos
viendo caer la vida en soledad, como la nieve.
Un tren nocturno cruza, barnizado de rosa,
campos de olivos al alba.
Aquí acabo, cansado, somnoliento
y misteriosamente feliz, este poema.
Joan MARGARIT

A pájaros
A Luis Landero

Vamos a volar pájaros,
salgamos de una vez.
Hay demasiado adentro en este día,
y adentro es fealdad,
adentro es húmedo.

Vayámonos a azules, a intemperies,
cúmulos de algodón,
las musarañas
de estarnos en las nubes,
por sus cerros.

Doctoremos la vista en lo que corre.

Marchémonos a nidos,
nos espera
nuestra felicidad, arborescente.
Basta con arrullarla entre las manos,
y sentirla latir
-es una alondra-,
para que exulte, viva,
y que exultemos.

Vayámonos a piedras,
a ese lago que aguarda pensativo,
y quebremos sin más
sus turbias aguas lúgubres.
Delincamos,
contra toda esa luz que nos delata,
ahora que nos queremos sigilosos.

Descamisemos
a nuestro más vestido;
descorbatémoslo de tanto nudo
como lo tiene ahogado, con el aire
que todo lo enrarece, en la garganta.
Que aprenda a respirar en lo que fluye.
Cierra ese libro abstracto,
y sal a comprender lo que has leído.

Pongámonos a carne pasajera,
vámonos a mirones.
¿Quién sabe qué sentido es el del verde
con que nos quiere verdes el deseo?
A ver qué levantamos,
con un poco de suerte, hasta la boca,
con un poco de arrojo, hasta la muerte.

¿Estamos a gozar,
o estamos secos
de toda sequedad, sin una gota?

¿Estamos a vivir
o es que no estamos?
Carlos MARZAL

Parkour

Esto es lo que nunca nuestros antepasados
hicieron, desplazarse por la ciudad, de un punto
hasta otro cruzando los dominios del viento.

Materiales de última generación construyen
estos cuerpos humanos. Son más que decatletas.
Con los ojos cerrados rezan estas palabras:
Si tengo todo el tiempo por delante,
tengo todo el espacio por delante.

¿Cuántas curvas podrán engendrar con un salto?
Trazarán contra el cielo un fugaz acueducto
sin sufrir contusiones. Se han vuelto invulnerables
al mobiliario urbano. Cuando caen los espera
el asfalto, el granito transformado en alfombra.
Los obstáculos forman parte de la belleza.

¿Qué harán con el regalo de la elasticidad?
Mostrarlo. Compartirlo. Anticipar futuro.
Rozar con los talones las ramas de los árboles.
Superar la muralla abriendo una parábola.
Nadie se acerca a Dios con los pasos del cuerpo.

Se lanzan como dardos desde las azoteas.
Desconocen el vértigo. Tal vez ya son ingrávidos.
Quedan cuando amanece. Silenciosos practican
equilibrio de gato sobre la balaustrada.
El verdadero don no es la musculatura
sino la voluntad.
Juan Antonio GONZáLEZ IGLESIAS

Bueno para los pantanos

Varias ramas, entrevistas desde mi antiguo dormitorio, arropan la calzada. Nací, me reproduciré. Crezco con la tranquilidad del azahar desperezándose. La lluvia, mientras, disparando contra los naranjos.
Elena MEDEL

Sápidos

El dejar de ser brusco bruscamente:
la muerte.
o el paulatino: tiempo embalsamado.
Dos lagos que ya apenas filtran nada,
ni dejan en los dedos mas que cieno.

Esos dos silenciosos martilleos,
canjeables son, y dueños,
de idéntico esplendor:
el volandero, casual y elegante
que tendrá siempre, siempre, la ceniza.
Antonio MARTíNEZ SARRIóN

La alfombra

Ante tus pies espero como alfombra
para evitarte el frío y la aspereza.
Puedes usar de mí, limpio del lodo
y la laceración de quien pisara
en pos de su provecho, sin cuidado y con prisa.
Sé que distingues esa suavidad
de la espesura dúctil que los años,
con su leve fatiga, conceden raras veces,
nobleza y privilegio de lo antiguo
bajo tus pies desnudos. úsala
pero no la destruyas: soportará tu miedo,
tu dolor, tu tristeza, tu frágil esperanza,
pero no el peso de tu lejanía
si quisieras andar sobre otros sueños.
Guillermo CARNERO

Contra los héroes

Dime: ¿qué importan los dioses?
¿En qué astro accidental
prendió la llama o nieve de la vida?
¿Qué importa una palabra
si no es mayor que la ceniza
de lo que ya se ha dicho;
si no es rayo de aroma
ni va a existir jamás
cuando vuelva el mundo a su raíz,
al fabuloso abandono de la nada,
a su profunda claridad de nube a la deriva?
Tu inocente escritura caerá sin estruendo,
como un símbolo en desuso.
¿Para qué sirvió entonces el idioma?

¿Y para qué los terribles héroes?, dime ahora.
Por qué no maldecir el curso de los siglos
si todo ha sido ya sobre la Tierra:
la vida por la vida,
ese oscuro sufrimiento de cosechas
esta sombra volcada en cloroformo,
este humano haz de dentaduras,
este germen que intercambia
un sueño de agua curva
por un mal carbón de contrabando.
Antonio LUCAS

Sombras le avisaron

La sombra que se hacina en el tugurio
y embadurna los ojos de turbulencia tanta,
es muy distinta a la que se desploma
como un caballo extenuado
en mitad de la calle.
Tampoco se parece
a la que repta por la habitación
mientras la voluntad se va apagando
como un rescoldo que la lluvia lame
o como el detrimento de la luz
en el denso crespón de un cobertizo.

Sombras dispares
que el tiempo reconcilia a duras penas,
pero que juntas van contribuyendo
a ejercer de benévolos augurios
de esas noches gozosas que te quedan de vida.
José Manuel CABALLERO BONALD

Epitafio para nuestra amiga Hsiu Hsian Wu

Desde tu isla grande de Taipei
llegabas hasta este noroeste
de todos los olvidos
en busca de más luz,
sin saber que es aquí
donde muere la luz.
Y de tus manos blancas
iban brotando formas prodigiosas
que en silencio ofrendabas
al silencio.

Ahora, de repente, es muy negra la luz
y tu cabeza, como la de Orfeo,
viene rodando, entre las piedras de oro
de esta ciudad que amaste,
como un turbulento fuego negro.

Regresarás un día siendo luz
que ni duele ni muere.
Esa luz que nosotros no vemos,
esa luz que tú ves
y que ya eres.
Antonio COLINAS