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Letras

La tragedia de Bush

por Jacob Weisberg

20 noviembre, 2008 01:00

George W. Bush

RBA Leer crítica

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Los Bush y los Walker


"¡Oh, si tu abuelo, con mirada profética
hubiera visto cómo el hijo de su hijo arruinaba a sus hijos,
habría puesto tu vergöenza lejos de tu alcance,
despojándote antes de que lo poseyeses
del trono que ahora posees para desposeerte a ti mismo!"

Ricardo II

George Walker Bush es el producto de dos tradiciones familiares, los Bush y los Walker. Por un lado tenemos al patriarca familiar Prescott Bush (1895-1972), el decoroso senador republicano por Connecticut, el WASP de Nueva Inglaterra, el hombre que llevaba el banderín en Yale. Al otro lado de la familia paterna tenemos a un patriarca menos conocido, George Herbert Walker (1875-1953), el bucanero y escandaloso playboy de St. Louis.

Los Bush tal como los conocemos hoy son el producto de una combinación -casi podría decirse una combustión- entre las dos diferentes familias formadas alrededor de estos dos hombres dominantes. Dado que la familia es una entidad privada hasta un hermetismo obsesivo, sus luchas internas más básicas han quedado en gran parte ocultas en favor de un cliché familiar: la vieja clase alta estadounidense. Pero ésta no es la historia de una familia unida y feliz. Escarbando en la historia de los Walker y los Bush, uno va encontrando capas y más capas sedimentarias de conflicto entre hermanos, primos, tíos y abuelos. El drama enterrado y los antepasados olvidados son el punto de partida para entender a George W. Bush, las raíces de cuyo temperamento no son tan poco profundas como puede parecer.

Superficialmente, los Walker y los Bush tenían mucho en común cuando se unieron inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial. Ambas familias eran un buen exponente de las fortunas industriales del Medio Oeste trasplantadas al mundo de las finanzas de la Costa Este. Ambas tenían una devoción fanática por los deportes y eran ferozmente competitivas, compartiendo una pasión por el béisbol, el golf y el tenis. Ambas asistían, una al lado de la otra, a los oficios religiosos que se celebraban en la Christ Church de Greenwich, Connecticut, y en la iglesia de Santa Ana en Kennebunkport, Maine, donde los padres de George H. W. Bush, Prescott Bush y Dorothy Walker (1901-1992), se casaron en 1921. Un sinfín de conexiones con Yale, la sociedad secreta Skull and Bones (Calavera y Huesos) de dicha universidad y las empresas de la Banca Harriman unen a ambas familias.

Y sin embargo es mucho lo que se disimula con esta simplificación según la cual George H. W. Bush fue educado como un típico yanqui de Connecticut. El matrimonio entre Prescott Bush y Dorothy Walker representó no tanto una unión entre iguales como un cruce de linajes: una fortuna vieja y otra nueva, un protestante y un católico, un republicano y un demócrata. Prescott Bush descendía de una familia de abolicionistas de Nueva Inglaterra, y Dorothy Walker de una familia de Maryland que poseía esclavos, un secreto familiar que anteriormente sólo había sido revelado por un pequeño periódico que se publica en Springfield, Illinois.1 Las diferencias más notables se difuminaron con relativa facilidad. Las dos familias pronto se volvieron igualmente episcopalianas y republicanas, y el dinero envejece muy rápidamente en Estados Unidos. Pero perduró un conflicto mucho menos visible relativo a actitudes, creencias y principios.

Para decirlo lisa y llanamente: el sistema de valores del patriarca original, George Herbert Walker (el bisabuelo de George W.) se basaba en la búsqueda de la riqueza. El que personificaba Prescott Bush, el abuelo de George W., era un ideal ético. Las ramificaciones de esta divergencia eran infinitas e insalvables. Los Walker se comportaban como la peor clase de nuevos ricos: eran solemnes, ambiciosos, extravagantes y estaban obsesionados por las diferencias de clases. El clan de Prescott Bush era deliberadamente modesto, frugal e igualitario. El mundo de George Herbert Walker era un mundo de yates, carreras de caballos, mansiones y criados. Prescott Bush no podía soportar los yates, se sentía incómodo en los clubs y odiaba las cenas formales, prefiriendo de largo el estilo de vida digno pero modesto de un burgués suburbano. Su vida social eran los coros de los Whiffenpoofs, el Concejo Municipal de Greenwich y el golf.

Los Walker eran jugadores, los Bush conservadores. Los Walker querían ganar y triunfar, los Bush pretendían servir y dirigir. Los Walker consideraban la riqueza como un fin, los Bush como un medio. Los Bush personificaban la vieja incomodidad que produce la riqueza a los wasps: fingían no ser ricos y trataban al personal del servicio doméstico como miembros de "la familia". Como dice Richard Ben Cramer en su libro What It Takes, cuyos primeros capítulos contienen las páginas más perspicaces que se han escrito sobre ellos, los Bush eran conocidos en Greenwich como una familia que no eran "de éstos", es decir, que no eran la clase de gente que utiliza su riqueza o su poder para tratar con prepotencia a quienes son social y económicamente inferiores a ellos. Los biógrafos no andan nada cortos de anécdotas relativas a la actitud igualitaria del primer George H. W. Bush: cómo salió en defensa de un niño judío que estaba siendo acosado en Andover; cómo entabló fuertes vínculos afectivos con los soldados rasos de su barco durante la Segunda Guerra Mundial; y cómo, estando ya en el Congreso, escribía cartas personales a los electores más cascarrabias convirtiéndolos de este modo en sus más devotos amigos.

El antiesnobismo puede ser una forma muy evolucionada de esnobismo. En la familia Bush, no darle importancia a la superioridad social es una forma sutil de ejercerla con aquellos que hacen ostentación de su clase (gente como los zafios George Herbert Walker y sus hijos). La conducta exageradamente atenta y modesta de George H. W. Bush se atribuye generalmente a la influencia de su madre, Dorothy, la hija de George Herbert Walker. Pero, en este punto, Dotty Walker fue una desertora de su familia paterna en favor de la de su esposo. Rechazó los valores egoístas y mercantilistas de George Herbert Walker, y asimiló el ascetismo, la rectitud y el sentido del deber de su esposo Prescott. El admirable y en ocasiones hiperbólico desinterés que transmitió a sus hijos constituyó una transferencia de lealtades y, en última instancia, un cambio en el equilibrio de poder entre los Walker y los Bush.

En la batalla que libraron los dos patriarcas, Prescott podía ser considerado, hasta muy recientemente, el vencedor. La primera presidencia Bush fue una expresión de la ética Prescott de autocontrol y servicio público, no de la ética Walker de amor por el riesgo, la conquista y el dominio. El apellido Bush se volvió famoso en todo el mundo, el apellido Walker se diluyó. Incluso Walker's Point, la residencia de verano de George Herbert Walker en Kennebunkport, un lugar que Prescott Bush consideraba demasiado desagradable visitar en los cincuenta debido a los sentimientos que le provocaban sus parientes políticos, pasó a convertirse supuestamente en la casa solariega ancestral de los antepasados yanquis de George H. W. Bush. Pero la lucha en la que los
Bush consiguieron la victoria dejó algunos fragmentos de ADN sueltos. El parecido de George W. Bush con algunos de sus antepasados de la rama de los Walker constituye una manifestación conspicua del fenómeno que los sociólogos denominan enraizamiento intergeneracional (la curiosa persistencia de patrones familiares durante largos períodos de tiempo). Si George H. W. Bush es el hijo de Prescott, George W. Bush es en muchos sentidos su biznieto. Es más un Walker que un Bush.

Pero el exceso de frugalidad de los Bush se ha combinado con el egotismo de los Walker en la costumbre de reciclar un número insuficiente de nombres entre un número excesivo de herederos varones. El resultado es una profusión de Samuels, Georges, Herberts, Johns, Walkers y Prescotts aplicados como primeros, segundos, terceros y cuartos apellidos; un auténtico estallido de nomenclatura WASP que dificulta mucho la comprensión. El mayor de los George Bush, el presidente número cuarenta y uno, siempre fue conocido mientras crecía como "Poppy" o "Pop", un diminutivo de "el pequeño Pop", para distinguirlo de la forma en que la familia llamaba a su tocayo y abuelo, George Herbert Walker. Bush evitó este apodo de niño pijo cuando estuvo en la Armada, donde su apodo se convirtió en su verdadero nombre, George Herbert Walker Bush, utilizado para remedar su educación y sus modales de clase alta. En Yale volvió a utilizar el Poppy, nombre que ha conservado en el contexto familiar. En los pozos de petróleo era simplemente George. Cuando Poppy bautizó a su primer hijo con su mismo nombre, pero no exactamente, aumentó la confusión. Mientras iba creciendo, su hijo era conocido como Little George, Georgie, George junior o Junior, y de esa misma forma fue llamado por sus amigos de la universidad. Cuando su carrera política empezó a tomar forma en Texas, evitó todas las versiones de Junior, adoptando "George W." o simplemente "W" (pronunciado "dábelya"). Solamente cuando llegó a la presidencia reclamó el nombre de "George Bush", relegando a su padre al estatus de "41", "George H. W. Bush" o "Bush senior". Dada la confusión que provocan todos estos nombres masculinos,
pienso que es una suerte que W. haya tenido sólo hijas.

Tener un nombre ordinario con los dos apellidos habituales en vez de uno más pretencioso con tres apellidos ayuda a contrarrestar las implicaciones que más contrariedad provocan en George W. Bush, la de que ha accedido a la Casa Blanca gracias a la ayuda de unos principios tan poco estadounidenses como la primogenitura, la dinastía y la aristocracia. Aunque difícilmente podía cultivar el mito de ser un hombre del pueblo, este Bush se consideró a sí mismo durante mucho tiempo como un tejano más que como un oriundo de Nueva Inglaterra, como un empresario más que como el heredero de una gran fortuna y como lo contrario de cualquier tipo de esnob. Las distinciones que establece con su aristocrático padre son básicas para entender su identidad personal y política.

George H. W. Bush también trató de adoptar la pose de un tejano, pero con mucho menos éxito. El ex presidente Bush se ponía claramente en ridículo cuando afirmaba que le encantaban la música country y las cortezas de cerdo, o cuando afirmaba no saber cuál era el significado de la palabra "patricio". En realidad, Bush encarnaba al fácilmente parodiable pero muy admirado tipo WASP tan bien como cualquiera de su generación, no solamente en sus gustos y modales, sino sobre todo en los ideales y en la visión moral propios de la clase alta de la vieja Nueva Inglaterra. Vestía trajes de Brooks Brothers y creía en las obligaciones patrióticas. Era un tacaño que luchaba denodadamente con su conciencia. Personificaba el espíritu deportivo y se hartaba de escribir notas de agradecimiento. Estos comportamientos populares propios de un aristócrata hacían que la máscara tejana que se ponía George H. W. Bush fuera cómicamente transparente.