Con tal de no morir
Vicente Molina Foix
8 mayo, 2009 02:00Vicente Molina Foix. Foto: Antonio Moreno
Al acabar la lectura de Con tal de no morir me he acordado de una entrevista en la que su autor, Vicente Molina Foix (Elche, 1946), aseguraba que pertenece "a una generación que ama la estética y que, voluntariamente, abandonó el machadianismo para tomar como guía a Azorín, Ayala o Miró, que atraen como estilistas del lenguaje". Se diría, a la vista de esta colección de cuentos, que es imposible que vengan firmados por el mismo escritor. Se trata de un caso más de rectificación literaria entre las gentes del grupo novísimo, pero no deja de sorprender cómo Molina Foix se muestra en las antípodas de la fe de ayer. Los cuentos revelan un narrador muy atento al pálpito de la actualidad, aficionado a contar historias de hondura humana, que se inclina por la construcción sencilla de los textos y amigo en varios de ellos de la prosa funcional.Estas notas valen en términos generales para la mayor parte de las doce piezas del libro, pero éste, a su vez, resulta bastante variado en formas, técnicas y temas, al punto de merecer el reparo de ser un conjunto misceláneo falto de un mínimo de sentido unitario. Hay piezas cortísimas al lado de otras algo largas, pero lo notable no es la medida sino que obedecen a estímulos narrativos dispares; unas responden a lo que entendemos por cuento y otras al embrión de una novela sin desarrollar. Las técnicas son igual de dispersas. El relato sugerente, que insinúa más que declara, va cerca de la historia explícita; el final abierto al lado del mensaje concreto; el misterio próximo al costumbrismo. Y, en cuanto a los temas, si bien prevalece en conjunto una aproximación solidaria a las frustraciones de la condición humana, también se encuentran motivos menos circunstanciales como la versión humorística del clásico asunto de Fausto o la sutil e intencionada recreación de la propia actividad literaria del también desenfadado y extraño "El poeta en la torre".
La variedad no produce en Con tal de no morir efecto positivo de escritura versátil sino impresión confusa de algo un tanto revuelto donde, eso sí, se aprecian méritos sueltos. El primero reside en la habilidad para los registros humorísticos. Resulta muy lograda la divertida historia de un policía y su novia de "Los gemelos de bronce" y destaca "El peluquero de verdad", peripecia -confesional, dice la cubierta- tan jocosa y satírica como vitalista y triste del mundillo homosexual.
Los cuentos regocijantes alternan con otros que emocionan por su ternura o piedad. "La cantata del café", equilibrada mezcla de culturalismo y realidad común, pone en juego una tradicional mirada psicologista para expresar con intensidad emotiva la soledad de una joven manca quien, tras fracasar en su intento de encontrar compañía con un mozo de aerolínea y con un cojo, se consuela refugiándose en la música clásica. Entre el expresionismo y el documento actual se mueve el muy triste "La comida a distancia", con un saldo de desvalimiento conmovedor.
Aunque el libro sea en demasía irregular, y varios cuentos solo resulten prosa correctamente escrita, merece la pena visitarlo por los que he destacado, en los cuales Molina Foix acredita ser también un escritor a veces muy afortunado en las medidas cortas de la narración.